El semillero de la Luz XI – Multidimensionales somos.
José Antonio Iniesta
Me encanta reconocer el ingenio de la multiplicidad de la existencia, la capacidad que se nos concede para mimetizarnos, clonarnos, reproducirnos, como seres multidimensionales, en esta realidad tan sorprendentemente absurda. Pero es al mismo tiempo maravillosa por el diseño magistral de un laboratorio de pruebas que entre todos hemos creado, por las incontables vías que ha generado el Tiempo para que a través de distintos medios lleguemos al mismo punto de encuentro.
Más allá del dolor o del placer que nos conceda una experiencia, todo aprendizaje es sumamente valioso para los exploradores de mundos que somos. No nos llevaremos la astilla en el ojo, pero sí el tormento del engaño, la frialdad de la ausencia, la angustia de la pérdida, el miedo a lo desconocido y tantas otras emociones que guardaremos para siempre en nuestra caja de Pandora que es el alma. Somos sembradores de emociones, y también las cosechamos, desmedidamente, a espuertas, a destajo, de sol a sol, como los antiguos labradores.
Nos llevamos en las agüeras la carga de los suplicios y los gozos, el roce del cielo y del infierno. Somos coleccionistas de orgasmos, de desidia, de cólera y de entrega desinteresada. Guardamos en cajas transparentes una variedad inmensa de espejismos. Amasamos triunfos y el recuerdo de aquello que perdemos en un minuto; nos recreamos saboreando el placer enfermizo del victimismo y ese amor sin nombre que tantas veces compartimos.
Extraños seres somos, notablemente maravillosos, capaces de venir a este mundo sin saber del todo a qué nos enfrentamos. Y todo ello para llevarnos los bolsillos llenos de suspiros, de miradas de ojos cautivadores o cautivos. Somos maestros consumados de la soledad interior y del mundanal ruido, prestidigitadores de las dualidades habidas y por haber, que convierten nuestra existencia en una paradoja que hace que no nos comprendamos ni a nosotros mismos.
El valor del heroísmo en nuestras vidas se manifiesta porque nos ofrecemos para ser cobayas de nuestro propio destino. Atrevidos como somos, como quien caminara con los ojos vendados por un campo lleno de minas, nos enfrentamos al delirio y al pesimismo, a la euforia y al misticismo, a la perversidad sin límites y al ostracismo. Viejos saltamontes somos, capaces de pasar de la hoguera al catecismo, de los brazos abiertos a la puñalada trapera.
La incoherencia de nuestras vidas se torna comprensible, y hasta tierna, al observar que todo viajero que recorre el mundo interior de sí mismo tiene que atreverse necesariamente a soportar toda clase de pruebas. Tiene que degustar los más exquisitos manjares y los más amargos venenos. ¿Cómo podríamos saber lo que es la Totalidad sin ir conociendo cada una de las fracciones incontables de lo que a la sazón es Infinito?
La rueda de las vidas nos permite conocer el vaivén de la noria, las risas y las lágrimas de una inacabable feria, de luces y de sombras, de fuegos de artificio y de laberintos de espejos que nos deforman y en los que nos perdemos.
Al fin y al cabo, el teatro de la mente es para aventureros, para valientes capaces de disfrazarse a cada momento y creer que la máscara es el propio rostro. Detrás de ese engaño, del burdo espejo roto, del sarcasmo, del patetismo y del ridículo, está la fábrica humeante de los sueños. Soñar es fácil, despertar a la verdadera realidad que va más allá del sueño es difícil. Pero en cada recodo del camino siempre hay una trampilla secreta para alcanzar de nuevo nuestro hogar en el reino de los cielos…
Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.