El multiverso de la imaginación VIII
Encerrarme en mí mismo bajo una capucha
José Antonio Iniesta
Siempre llega un tiempo para estar en todas partes, múltiple y multiplicado como decía alguien en un tiempo muy lejano sobre mí, en todos los frentes y como defensor de las causas perdidas y ganadas, y otro en el que mi espíritu apaciguado quiere alejarse del mundanal ruido como si fuera la mismísima muerte, porque ya he visto tantos mundos dentro y fuera de éste, que ya no quedan ganas para que nadie me venda una moto sin ruedas, ni me lleve a los tiempos del parvulario, ni tampoco me regale una parcela en el cielo cuando el que la ofrece no se ha ganado con dignidad ni un palmo de tierra. Y no es que esté de vuelta de todo, porque siempre es la ida la que nos lleva a recorrer los verdaderos senderos del ser que busca el manantial del conocimiento como agua de mayo, sino porque me he cansado de milongas, de vendedores de versos que no tienen armonía, ni ritmo, ni una triste rima, ni encanto, ni sentimiento, ni siquiera una bendita metáfora para tratar de entender lo que ha escrito el poeta.
Por allí deambulo, en tantos cruces de caminos, que todo se me antoja un laberinto, pero en el que nadie se pierde si se agarra con todas sus fuerzas a un centro equidistante de la fuerza inmensa de cada uno de los cuatro elementos. Ahau Can se llama, la serpiente solar que sabe del equilibrio perfecto, en el florido ombligo de la rosa de los vientos. Fuera de eso, cada vez veo más remolinos raros que se llevan a la gente por los aires, huracanes de viento negro que se tragan las ilusiones, los sueños de los que fueron nobles, pero que acabaron con las energías consumidas por los que se comen el corazón, la mente y, lo que es peor, el alma por entero si dejas que lo hagan, pues todo les parece poco a la hora de devorar los más sagrado que alguien tiene.
El rumbo cierto siempre está en la huella cuando se camina por amor, y no para recibir algo, sino para darlo con las manos abiertas. Pero eso sí, ya lejos del romanticismo de los ideales de la juventud, que son tan buenos como capaces de encandilarnos y volvernos tontos por costumbre. Con mente fría, pulso quieto, serenidad consumada, el alma abierta a los que son pura luz, ajenos a las artimañas de tantas oscuridades. Y lo demás, lo que no aporta nada positivo, lo que consume y te deja para el arrastre, por los suelos, que venga el viento y se lo lleve para siempre…
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Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.