FRAGMENTO DE «SIETE NOCHES FRENTE A UN ESPEJO ROTO».

Hay un tiempo para amar y otro para que el fuego arrase un mundo entero. Hay un tiempo para quedarse sin resuello, para orar y para embriagarse con puros sentimientos.



En uno de estos días ha llegado el momento de ahogarme en el silencio y desandar los pasos dados, recorrer durante siete noches, en la cuarentena maldita de cuarenta poemas, un viejo paisaje de nostalgia, apagado, desdibujado, que ya sólo existe en mi recuerdo.

Es un viaje tortuoso al corazón más profundo y desolado de mi tristeza, a la huella de ese dolor tan grande que se va quedando pegado al alma a fuerza de recibir los duros golpes de la vida, pero también es la añoranza de lo más bello que vivimos, la esperanza de un tiempo futuro, al ver cómo la vida va renaciendo entre tanta muerte que la existencia ha sembrado a mi paso.

Palabras de amargura son, al ver los muros de la infancia derrumbándose, al comprender que los sueños de la inocencia se fueron quebrando al cruzar mi destino con el de otras personas que nunca supieron ni de lealtad, ni de amor, ni siquiera de valores humanos.

Es un viaje necesario para asumir el naufragio en el que a veces se convierte la vida, pero al mismo tiempo para reconocer que he sobrevivido a esas mareas terribles, al implacable oleaje, y que exhausto, en la orilla de una isla que no está en ninguna parte, sigo vivo y haciendo aquello para lo que realmente vine a este mundo: tejer sueños y trenzar palabras, soñar y escribir, todo una misma cosa y a un mismo tiempo…

Si Dios creó el Universo entero utilizando como vara de medir el siete, yo he construido en siete noches mi pequeño mundo pasajero para que me permita habitar por unas pocas horas en el pasado.

Ahora vuelvo, cansado, como si hubiera tardado mil años en hacerlo, con estos cuarenta poemas, las cuarenta cuentas de un extraño rosario.

Es más que necesario, por más doloroso que sea, enfrentarte de vez en cuando al espejo que te muestra tu propia vida, por más roto o lleno de polvo que se encuentre, y mirarte a través de él a los ojos, ver la luz y la oscuridad que se te ha venido encima como una lluvia que unas veces te hiela y otras te abrasa.

No sé si este poemario habrá aliviado mi alma de alguna forma, si acaso la rescatará de la opresión de las heridas por unos instantes, o si más bien habrá removido los fantasmas de los viejos tiempos, la desolación al ver que todo cambia y borra amargamente lo más hermoso de una infancia. Al fin y al cabo, es inevitable el recuerdo, por más que torture, y la necesidad visceral que todo escritor tiene de darse la vida y quitársela al mismo tiempo con el fruto de las palabras que escribe.

Marzo de 1992.

Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.