ACARICIANDO EL AIRE VIII

En Luna Galáctica Roja.



Vertiendo las emociones al mismo tiempo que se canaliza al Gran Espíritu, la integridad conduce a la necesidad de ser impecable.

Octavo día de mi onda encantada del Viento.

Acariciando el aire

VIII

José Antonio Iniesta

Luna Galáctica

El gran secreto de manifestar la luz, de proyectarla, de convertirla en tesoro inagotable de esperanza y de felicidad, está en la Fuente de Agua Universal que sobre nosotros derrama el Espíritu que alimenta la conciencia.

Somos seres de luz… y siempre lo seremos…

El peregrino recuerda la importancia de la purificación, de la limpieza constante que supone convertirse en cauce del manantial inagotable. La Fuerza del Espíritu fluye a través de sus venas, de cada uno de sus nervios, a través de huesos y músculos, brillando en los ojos, latiendo en su corazón, convertido en aire que le atraviesa los pulmones. Quiere ser el cuerpo físico como el de luz, permeable a la luz incandescente, cristal resonante, cuarzo transparente que no proyecta sombra alguna.

Como una acequia limpia que deja que en su seno el agua corra alegremente para fertilizar los cultivos de la enseñanza, los campos de la vida, los bancales del conocimiento, los semilleros inagotables de trigo dorado para los altares, de rojas amapolas que se convertirán en coronas de la fértil primavera.

Fluir es el propósito secreto de cada ser humano,

convertido en río de brazos y piernas,

gota de rocío con ojos encandilados por el prodigio,

vendaval al que no puede detener ni el hormigón ni la alambrada.

Moverse al compás de la música,

de las miradas convertidas en caricia.

Dejarse llevar por sí mismo,

confiando, sabiendo que Dios no se equivoca.

Poner tu vida en manos del ser que te cobija

es reposar dulcemente, con entera confianza.

Sabe el trotamundos de la galaxia que ha de ser íntegro, consciente de que más allá de lo que puede ser considerado bueno o malo, siempre ha de hacer lo que es, sencillamente, justo. Así ha de ser toda semilla divina, guardando memoria de que su propósito es germinar, fructificar, crecer para darse sin medida.

Sentirse hijo de las estrellas

es parte de un compromiso que nunca termina…

El navegante que conoce su destino

no viaja a la deriva,

sabe que en su alma está la brújula que le guía.

No hay que temer al tortuoso sendero,

ni a la sombra oscura que te mira con recelo.

Pues un lucero misterioso

titila entre ceja y ceja

y nunca olvida el rumbo cierto.

La peor de las tormentas ha de pasar

para que brille luminosamente el cielo.

Nunca olvida que el Agua Universal

calma la sed del sediento…

Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.