UNIDAD EN DIVERSIDAD VS PODER. POR COMUNIDAD INTERNACIONAL BAHÁ’Í

UNIDAD EN DIVERSIDAD VS PODER

Por Comunidad Internacional BAHÁ’Í



Introducción

Estas son unas líneas generales de reflexión sobre el tema de la existencia del poder, o más exactamente de los factores de poder real en la sociedad humana y su incidencia negativa en el propósito de implementar en forma progresiva la unidad en diversidad para la solución profunda de los problemas de esa sociedad, y por lo tanto, como obstáculo real en el camino de construir una nueva civilización sobre bases de paz, justicia, libertad y seguridad.

Hace mucho tiempo vengo reflexionando sobre el tema del poder en sus diversas formas, casi que podría decir que lo he hecho toda mi vida, bajo perspectivas diferentes de acuerdo con el marco conceptual o el paradigma que ha dominado mi comprensión del mundo, incluyendo a la ideología liberal, al marxismo y al ecologismo en etapas sucesivas de búsqueda y comprensión, sin dejar nunca de lado la búsqueda en el campo espiritual, campo que ha permeado y transversalizado, por expresarlo de algún modo, la búsqueda de respuestas y soluciones en lo social, lo económico y lo político.

Pero es en los últimos años, bajo la perspectiva bahá’í de la construcción de un mundo nuevo bajo nuevos principios espirituales de aplicación social basados precisamente en el paradigma de la unidad en la diversidad, que el asunto del poder se me ha venido revelando con toda su fuerza y claridad a modo de epitome de muchas de esas búsquedas y también a modo de inicio de nuevos horizontes prácticos y conceptuales.

La unidad en la diversidad y el nuevo orden mundial

De acuerdo con el marco conceptual que guía el pensamiento y el trabajo de muchas personas y grupos en el mundo, de los cuales me considero parte, la siguiente etapa en la evolución social de la humanidad la constituye la consolidación de su unidad orgánica, la cual se hará manifiesta en el ámbito espiritual, político y social del planeta entero, unidad que como toda verdadera unidad en un sistema natural o humano, es una unidad en diversidad, no una unidad en uniformidad como sería la pretensión totalitaria del nacionalismo, del fascismo, del comunismo y del neoliberalismo, ni una división en diversidad, como sería la pretensión del anarquismo y curiosamente también del neoliberalismo, pues de una parte busca uniformar los consumos económicos y culturales de la sociedad humana y de la otra, dividir para imponer con mayor facilidad su capacidad de moldear a esa sociedad.

El concepto de unidad se diferencia claramente del concepto de unicidad, pues este supone la inexistencia de sistema, o sea de diversos elementos que integran un conjunto, como cuando hablamos, por ejemplo, de la unicidad de Dios.

El proceso que llevará a la unidad orgánica de la humanidad, de acuerdo con la visión de Bahá’u’lláh, en consonancia con lo que ha sucedido en otras etapas críticas de la historia humana, deberá darse como resultado de una serie de procesos, unos conscientes y provenientes del esfuerzo de grupos y personas en todo el mundo, otros como consecuencia de las barreras que se están derrumbando día a día y que han mantenido separados a los seres humanos en grupos irreconciliables, procesos algunos de ellos catastróficos y violentos, y otros, pacíficos y naturales. Pero, en fin de cuentas, de acuerdo con esta visión se trata de un proceso global inevitable, que, además, conllevará al comienzo de la solución duradera de todos los problemas humanos, en concordancia con lo expresado por el mismo Bahá’u’lláh cuando afirmó: «El bienestar de la humanidad, su paz y su seguridad son inalcanzables a menos que su unidad sea firmemente establecida».

Bahá’u’lláh, puso así punto final a la discusión sobre qué es primero o más importante para conseguir la paz, si la búsqueda del orden, de la estabilidad social y de la seguridad, o si el esfuerzo de procurar la aplicación de la justicia y la equidad a todos los miembros de la sociedad para el logro del bienestar general, pues elevó a la unidad a la categoría de prerrequisito para el logro de los demás fines. Los sucesos de la humanidad durante el siglo pasado y los primeros años de este siglo le han dado la razón, pues hoy comprendemos que sin un esfuerzo conjunto de todas las estructuras sociales, políticas y económicas de la humanidad, esfuerzo dotado de las herramientas y capacidades necesarias, no podemos solucionar ninguno de los problemas globales que nos afectan, comenzando por el problema ambiental y siguiendo con la guerra y la violencia, el terrorismo, el hambre y la miseria, la pobreza y la marginación, el comercio ilícito de armas, de narcóticos y de seres humanos, todos los desequilibrios globales de un orden que satisface solo las necesidades de una minoría de la humanidad.

El concepto de que la unidad es el prerrequisito de la solución duradera de todos los problemas del mundo, es aceptado hoy en día sin dificultad por la mayor parte de gente razonable en el mundo, a diferencia de lo que sucedía hasta hace un tiempo, sobre todo en el campo de los pensadores de izquierda influidos por el paradigma marxista de la «dictadura del proletariado» que tenía como referencia la construcción de una unidad popular o de clase que debía empoderarse para enfrentar a las clases dominantes, para, luego de vencerlas, imponerles su poder de dominación por todos los medios a disposición. Y sólo después de que fueran anuladas las contradicciones sociales, podría, como consecuencia lógica, alcanzarse a una unidad global o general.

En oposición de lo anterior, la igualdad de mujeres y hombres, el equilibrio en la relación del hombre con el medio ambiente, la superación de los prejuicios de raza, clase, nación o credo, la eliminación de los extremos de riqueza y pobreza, la armonía entre el conocimiento científico y espiritual, la búsqueda libre e independiente de la verdad, la educación integral, física, intelectual y espiritual del ser humano, la valoración plena de la diversidad cultural, la superación de los dogmatismos ideológicos y políticos, los esfuerzos por dotar al mundo de una estructura de administración de sus asuntos en forma colectiva y en beneficio de todos sus habitantes, resultan ser expresión del paradigma de la unidad en la diversidad, para que todos nos veamos como partes inseparables del cuerpo de la humanidad, sin que por ello tengamos que perder nuestra individualidad ni nuestra autonomía.

La unidad en diversidad se convierte, así, en el paradigma central para la construcción de un nuevo orden de cosas en el mundo, de una verdadera civilización planetaria que esté al servicio de todos y cada uno de sus habitantes, también en sintonía con lo expresado por la Comunidad Internacional Bahá’í, de que «puesto que el cuerpo de la humanidad es uno e indivisible, cada miembro del género humano nace al mundo como fideicomiso del conjunto», o sea que está bajo la responsabilidad del resto de la sociedad, a diferencia de lo que sucede en la actualidad, donde decenas de millones de seres humanos están abandonados a su propia suerte y sólo una minoría de privilegiados forman parte de la élite en países donde se pone en práctica este principio en forma parcial.

Shoghi Effendi expresó en 1936 lo siguiente: “La unificación de la humanidad es el sello distintivo de la etapa a que ahora se acerca la sociedad. La unidad de la familia, de la tribu, de la ciudad estado y de la nación ha sido acometida sucesivamente hasta ser del todo logradas. Y ahora es la unidad mundial la meta por la que brega una humanidad hostigada. El proceso de construcción de naciones ha tocado a su fin. La anarquía inherente a la soberanía del estado roza ya su apogeo. Un mundo en pos de su mayoría de edad debe abandonar ese fetiche, reconocer la unidad e integridad de las relaciones humanas, así como establecer, de una vez por todas, la maquinaria que mejor encarne este principio fundamental de su vida».

En forma esquemática es necesario ampliar un poco el concepto de la unidad en diversidad para comprender sus alcances. Desde hace tiempo visualicé que el concepto tenía cuatro grandes ámbitos de concepción y aplicación, a saber:

La unidad en diversidad como paradigma o principio objetivo de la realidad social y natural, al comprobarse que todo sistema natural o humano funciona adecuadamente cuando cada uno de los elementos diversos que forman parte, dan lo mejor de sí en beneficio del conjunto del que a su vez cada elemento se beneficia. Este principio, en mi entender, alcanza la categoría de ley objetiva de la realidad, o en los términos de otros pensadores, la categoría de valor universal.
La unidad en diversidad como valor o paradigma subjetivo, que es necesario que sea interiorizado, asumido y desarrollado por cada uno de los habitantes del planeta, para que se convierta en el referente básico de sus relaciones con los demás seres humanos. En este punto, por ejemplo, tiene una importancia central la educación para la ciudadanía mundial, también de acuerdo con lo expresado por Bahá’u’lláh en su frase de que «la tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos”.
La unidad en diversidad como método o como herramienta (y también como proceso), para poder ser implementada en cada escenario social, en cada lugar, en el mundo institucional, en el trabajo en equipo, en el proceso de transformación individual y social. La herramienta fundamental para ello es la de la consulta, concebida como «un esfuerzo cooperativo para la búsqueda y aplicación de la verdad social en el proceso de la toma de decisiones». También la creación de estructuras sociales desde la base y su integración local, regional y mundial forman parte del proceso constructivo en esta dirección.
La unidad en diversidad como fin u objetivo final de todo el proceso constructivo planetario de un nuevo orden, con la conformación de una Mancomunidad Mundial Federada de Naciones bajo un ejecutivo, un legislativo y un tribunal de justicia mundiales, sin que ello signifique de ningún modo el fin de las naciones, pues como lo dijo alguna vez Golda Meir, «la existencia de la orquesta no supone el fin de los violines».

Esta comprensión de que la unidad en diversidad es a la vez muchas cosas y abarca muchos aspectos y procesos, es fundamental para visualizar adecuadamente los procesos personales, institucionales, sociales, culturales y sistémicos que deben coexistir para su implementación progresiva, y por ende, para la superación del problema del poder tal como lo conocemos hoy en día.

Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.