Mensaje de Navidad (Navidad de 1931)
por Pietro Ubaldi, extraido de su libro «Grandes Mensajes»
(www.ubaldi.org.ve)
En el silencio de la noche santa, escúchame. Deja de lado todo el saber, tus recuerdos, a ti mismo, abandónate a mi voz, inerte, en la nada, en el más completo silencio del espacio y del tiempo. En este vacío, oye mi voz que te dice levántate y habla: Soy Yo.
Exulta por mi presencia: para ti ella es un bien grande, un gran premio que duramente mereciste; es aquella señal que tanto invocaste de este mundo mayor en que vivo y en el que tu creíste. No preguntes mi nombre, no trates de individualizarme. No podrías, nadie lo podría; no tientes hipótesis inútiles. Sabes que soy siempre el mismo.
Mi voz, tan dulce para ti, tan amiga de todos los pequeñitos que sufren en la sombra, sabe también ser tremenda y tonante, como jamás la oíste. No te preocupes; escribe. Mi palabra se dirige a las profundidades de la conciencia y toca, en lo más íntimo, el alma de quien la escucha. Será oída solamente por el que se volvió capaz de oírla. Para los otros se perderá en el vocear inmenso de la vida. Pero no importa: ella debe ser dicha.
Hablo hoy a todos los justos de la Tierra y los llamo de todas las partes del mundo, para que unifiquen sus aspiraciones y oraciones, haciendo de ellas un haz que se eleve al cielo. Que ninguna barrera de religión, nacionalidad o raza os divida, porque muy pronto una sola será la división entre los hombres: justos e injustos.
La división está en lo íntimo de la conciencia y no en vuestro aspecto exterior visible. Todos los que sinceramente lo quieran pueden comprender y cada quien, por sí mismo, sin que su vecino pueda ver, sabrá quién es.
Mi palabra es universal, pero es también un llamado íntimo, personal, a cada uno. Muchos la reconocerán.
Se aproxima una gran transformación para la vida del mundo. Ésta es solamente una voz, pero otras se elevarán muy en breve, siempre más fuertes, fijándose en todas las partes del mundo, para que a nadie le falte consejo.
No temas; escribe y observa. Contempla como la trayectoria de los acontecimientos humanos se extiende por el futuro: cuando no se está preso en vuestra férrea jaula de espacio y tiempo se ve “naturalmente” el futuro. Mas esto que te expongo es también coherente según vuestra lógica humana y, por lo tanto, os es comprensible.
Los pueblos, así como los individuos, tienen una responsabilidad en el desarrollo histórico, el cual sigue un curso lógico según un encadenamiento de causas, que si es libre en las premisas, es necesario en las consecuencias.
La ley de justicia, aspecto del equilibrio universal, bajo cuyo gobierno todo se realiza, incluso en vuestro mundo, quiere que el equilibrio sea restaurado y que las culpas y los errores sean corregidos a través del dolor. Lo que llamáis mal, injusticia, es la natural y justa reacción que neutraliza los efectos de vuestros actos. Todo es deseado, todo es merecido, aunque no estéis preparados para recordar el cómo y el cuándo. De dolor está lleno vuestro mundo, porque es un mundo salvaje, lugar de sufrimiento y de pruebas; pero no temáis al dolor, que es la única cosa verdaderamente grande que poseéis. Es el instrumento que tenéis para la conquista de vuestra redención y de vuestra liberación. Bienaventurados los que sufren, os dijo Cristo.
Vuestro progreso científico, principal producto de vuestro tiempo, seguirá avanzando en el campo material. Está, mientras tanto, acumulando energías, riquezas, instrumentos para una nueva y gran explosión. ¡Imaginad a que punto llegará el progreso mecánico, ampliado aún más, si ya consiguió tanto en pocos años! No existirán más, en verdad, las distancias y los diversos pueblos se comunicarán de tal modo que habrá una sociedad única.
La mente humana, sin embargo, cambia de dirección de cuando en cuando, vive ciclos o períodos, y en cada uno afronta un problema diferente. El futuro contiene, no sólo continuaciones sino transformaciones, consecuencias de un proceso natural de saturación. Vuestro progreso científico tiende a volverse y se volverá tan hipertrófico, porque no es contrabalanceado por un progreso moral paralelo, que en los acontecimientos históricos el equilibrio no podrá ser mantenido. Está creciendo y crecerá cada vez más, sin precedentes en la Historia, el dominio humano sobre las fuerzas de la naturaleza. El hombre tendrá un inmenso poder, pero para ello él no está moralmente preparado, porque vuestra psicología es, en sustancia, infelizmente, la misma de la tenebrosa Edad Media. Es un poder demasiado grande y nuevo para vuestras manos inexpertas. El hombre será dominado por una sensación de orgullo y de fuerza tan grande, que se traicionará. La desproporción entre vuestro poder y la altura ética de vuestra vida se hará cada día más acentuada, porque cada día que pasa es, irresistiblemente, para vosotros, que os lanzasteis en esa dirección, un día de progreso material.
Las ideas son lanzadas en el tiempo, con masa que les es propia, como los bólidos en el espacio. Noto un aumento de tensión, lento pero constante, que preludia el inevitable estallido del rayo. Esta explosión es la última consecuencia, aún de acuerdo con vuestra lógica, de este movimiento. Desproporción y desequilibrio no pueden durar; la Ley quiere que se resuelvan en un nuevo equilibrio. Así como la última molécula de hielo hace desmoronar el iceberg gigantesco, así también surgirá el incendio de una centella cualquiera. Antiguamente los cataclismos históricos, por estar aislados los pueblos, se podían mantener circunscritos; ahora no. Muchos que hoy están naciendo, lo verán.
La destrucción, sin embargo, es necesaria. Será destrucción sólo de lo que es forma, incrustación, cristalización, de todo lo que debe caer, para que permanezca solamente el concepto, que sintetiza el valor de las cosas. Es necesario un gran bautismo de dolor, para que la humanidad recupere el equilibrio, libremente violado: gran mal, condición de un bien mayor.
Después, la humanidad, purificada, más leve, más seleccionada por haber perdido sus peores elementos, se reunirá en torno de los desconocidos que hoy sufren y siembran en silencio, y retomará, renovada, el camino de la ascensión. Empezará una nueva era en la que dominará el espíritu y no la materia, la que será reducida al cautiverio. Entonces, aprenderéis a vernos y a escucharnos; descenderemos en multitud y conoceréis la Verdad.
Basta por ahora; vete y reposa. Volveré, pero recuerda que mi palabra está hecha de bondad y que solamente un objetivo de bondad me podrá atraer. Donde sólo existe curiosidad, deseo de emociones, liviandad o aún escéptica investigación científica, ahí no estaré. Solamente la bondad, el amor y el dolor me atraen.
Yo presido el progreso espiritual de vuestro planeta y para el progreso espiritual un acto de bondad tiene más valor que un descubrimiento científico. No invoquéis la prueba del prodigio, cuando podéis poseer la de la razón y la de la fe. Es vuestra bajeza la que os lleva a admirar, como signo de verdad y poder, la excepción que viola el orden divino. Si eso os puede asombrar y convencer a vosotros, anarquistas y rebeldes, para nosotros en lo Alto, ella constituye la más estridente y ofensiva disonancia, es la más repugnante violación del orden supremo en que reposamos y en cuya armonía vibramos felices. No busquéis semejante prueba; reconocedla mejor en la cualidad de mi palabra. A todos digo: “¡PAZ!”
Exulta por mi presencia: para ti ella es un bien grande, un gran premio que duramente mereciste; es aquella señal que tanto invocaste de este mundo mayor en que vivo y en el que tu creíste. No preguntes mi nombre, no trates de individualizarme. No podrías, nadie lo podría; no tientes hipótesis inútiles. Sabes que soy siempre el mismo.
Mi voz, tan dulce para ti, tan amiga de todos los pequeñitos que sufren en la sombra, sabe también ser tremenda y tonante, como jamás la oíste. No te preocupes; escribe. Mi palabra se dirige a las profundidades de la conciencia y toca, en lo más íntimo, el alma de quien la escucha. Será oída solamente por el que se volvió capaz de oírla. Para los otros se perderá en el vocear inmenso de la vida. Pero no importa: ella debe ser dicha.
Hablo hoy a todos los justos de la Tierra y los llamo de todas las partes del mundo, para que unifiquen sus aspiraciones y oraciones, haciendo de ellas un haz que se eleve al cielo. Que ninguna barrera de religión, nacionalidad o raza os divida, porque muy pronto una sola será la división entre los hombres: justos e injustos.
La división está en lo íntimo de la conciencia y no en vuestro aspecto exterior visible. Todos los que sinceramente lo quieran pueden comprender y cada quien, por sí mismo, sin que su vecino pueda ver, sabrá quién es.
Mi palabra es universal, pero es también un llamado íntimo, personal, a cada uno. Muchos la reconocerán.
Se aproxima una gran transformación para la vida del mundo. Ésta es solamente una voz, pero otras se elevarán muy en breve, siempre más fuertes, fijándose en todas las partes del mundo, para que a nadie le falte consejo.
No temas; escribe y observa. Contempla como la trayectoria de los acontecimientos humanos se extiende por el futuro: cuando no se está preso en vuestra férrea jaula de espacio y tiempo se ve “naturalmente” el futuro. Mas esto que te expongo es también coherente según vuestra lógica humana y, por lo tanto, os es comprensible.
Los pueblos, así como los individuos, tienen una responsabilidad en el desarrollo histórico, el cual sigue un curso lógico según un encadenamiento de causas, que si es libre en las premisas, es necesario en las consecuencias.
La ley de justicia, aspecto del equilibrio universal, bajo cuyo gobierno todo se realiza, incluso en vuestro mundo, quiere que el equilibrio sea restaurado y que las culpas y los errores sean corregidos a través del dolor. Lo que llamáis mal, injusticia, es la natural y justa reacción que neutraliza los efectos de vuestros actos. Todo es deseado, todo es merecido, aunque no estéis preparados para recordar el cómo y el cuándo. De dolor está lleno vuestro mundo, porque es un mundo salvaje, lugar de sufrimiento y de pruebas; pero no temáis al dolor, que es la única cosa verdaderamente grande que poseéis. Es el instrumento que tenéis para la conquista de vuestra redención y de vuestra liberación. Bienaventurados los que sufren, os dijo Cristo.
Vuestro progreso científico, principal producto de vuestro tiempo, seguirá avanzando en el campo material. Está, mientras tanto, acumulando energías, riquezas, instrumentos para una nueva y gran explosión. ¡Imaginad a que punto llegará el progreso mecánico, ampliado aún más, si ya consiguió tanto en pocos años! No existirán más, en verdad, las distancias y los diversos pueblos se comunicarán de tal modo que habrá una sociedad única.
La mente humana, sin embargo, cambia de dirección de cuando en cuando, vive ciclos o períodos, y en cada uno afronta un problema diferente. El futuro contiene, no sólo continuaciones sino transformaciones, consecuencias de un proceso natural de saturación. Vuestro progreso científico tiende a volverse y se volverá tan hipertrófico, porque no es contrabalanceado por un progreso moral paralelo, que en los acontecimientos históricos el equilibrio no podrá ser mantenido. Está creciendo y crecerá cada vez más, sin precedentes en la Historia, el dominio humano sobre las fuerzas de la naturaleza. El hombre tendrá un inmenso poder, pero para ello él no está moralmente preparado, porque vuestra psicología es, en sustancia, infelizmente, la misma de la tenebrosa Edad Media. Es un poder demasiado grande y nuevo para vuestras manos inexpertas. El hombre será dominado por una sensación de orgullo y de fuerza tan grande, que se traicionará. La desproporción entre vuestro poder y la altura ética de vuestra vida se hará cada día más acentuada, porque cada día que pasa es, irresistiblemente, para vosotros, que os lanzasteis en esa dirección, un día de progreso material.
Las ideas son lanzadas en el tiempo, con masa que les es propia, como los bólidos en el espacio. Noto un aumento de tensión, lento pero constante, que preludia el inevitable estallido del rayo. Esta explosión es la última consecuencia, aún de acuerdo con vuestra lógica, de este movimiento. Desproporción y desequilibrio no pueden durar; la Ley quiere que se resuelvan en un nuevo equilibrio. Así como la última molécula de hielo hace desmoronar el iceberg gigantesco, así también surgirá el incendio de una centella cualquiera. Antiguamente los cataclismos históricos, por estar aislados los pueblos, se podían mantener circunscritos; ahora no. Muchos que hoy están naciendo, lo verán.
La destrucción, sin embargo, es necesaria. Será destrucción sólo de lo que es forma, incrustación, cristalización, de todo lo que debe caer, para que permanezca solamente el concepto, que sintetiza el valor de las cosas. Es necesario un gran bautismo de dolor, para que la humanidad recupere el equilibrio, libremente violado: gran mal, condición de un bien mayor.
Después, la humanidad, purificada, más leve, más seleccionada por haber perdido sus peores elementos, se reunirá en torno de los desconocidos que hoy sufren y siembran en silencio, y retomará, renovada, el camino de la ascensión. Empezará una nueva era en la que dominará el espíritu y no la materia, la que será reducida al cautiverio. Entonces, aprenderéis a vernos y a escucharnos; descenderemos en multitud y conoceréis la Verdad.
Basta por ahora; vete y reposa. Volveré, pero recuerda que mi palabra está hecha de bondad y que solamente un objetivo de bondad me podrá atraer. Donde sólo existe curiosidad, deseo de emociones, liviandad o aún escéptica investigación científica, ahí no estaré. Solamente la bondad, el amor y el dolor me atraen.
Yo presido el progreso espiritual de vuestro planeta y para el progreso espiritual un acto de bondad tiene más valor que un descubrimiento científico. No invoquéis la prueba del prodigio, cuando podéis poseer la de la razón y la de la fe. Es vuestra bajeza la que os lleva a admirar, como signo de verdad y poder, la excepción que viola el orden divino. Si eso os puede asombrar y convencer a vosotros, anarquistas y rebeldes, para nosotros en lo Alto, ella constituye la más estridente y ofensiva disonancia, es la más repugnante violación del orden supremo en que reposamos y en cuya armonía vibramos felices. No busquéis semejante prueba; reconocedla mejor en la cualidad de mi palabra. A todos digo: “¡PAZ!”
Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.