EL COLLAR DE TURQUESAS. CUENTO JAPONÉS

El collar de turquesas. Cuento japonés.



Detrás del mostrador, el hombre miraba distraídamente hacia la calle mientras una pequeña niña se acercaba al local. Ella aplastó su nariz pequeña contra el vidrio hasta que sus ojos se posaron en un objeto.

Entró decididamente en el local y pidió ver un hermoso collar azul que le había llamado la atención. Mirándolo desde abajo, le dijo al vendedor:

– Es para mi hermana. ¿Podría hacerme un paquete bonito?

El dueño del local, que estaba a un lado miró a la chica con cierta desconfianza y con toda tranquilidad le preguntó:

– ¿Cuanto dinero tienes, pequeña?

Sin alterarse ni un instante, la niña sacó de su bolsillo un atadito lleno de nudos, los cuales fue delicadamente deshaciendo uno por uno. Cuando terminó, colocó orgullosamente el pañuelo sobre el mostrador y con inusitado aplomo dijo:

– ¿Con esto alcanza, ¿no?

En el pañuelo solamente había unas cuantas monedas. Mirando al dueño con una tierna mirada que expresaba una mezcla de ilusión y tristeza, ella le dijo:

-¿Sabe? Desde que nuestra madre murió, mi hermana me ha cuidado con mucho cariño, y la pobre nunca tiene tiempo para ella. Hoy es su cumpleaños y estoy segura de que ella estará feliz con este collar; porque es justo del color de sus ojos.

El empleado miraba al dueño sin saber que hacer o decir; pero éste sólo sonrió a la niña y se fue a la trastienda, y personalmente envolvió el collar en un espectacular papel plateado e hizo un hermoso adorno con una cinta azul. Ante el estupor del empleado, el dueño colocó el paquete en una de las exclusivas bolsas de la joyería y se lo entregó a la pequeña diciéndole:

– Toma, llévalo con cuidado.

Ella se fue feliz saltando calle abajo. Todavía no había terminado el día  cuando una encantadora joven de cabellos rubios y maravillosos ojos azules entró en el negocio. Colocó sobre el mostrador el paquete desenvuelto y preguntó:

-¿Este collar fue comprado aquí?

El empleado le pidió cortésmente que esperara un momento y fue a llamar al dueño, quien de inmediato regresó y con la más respetuosa sonrisa le dijo:

-Si, señora, este collar es una de las piezas especiales de nuestra colección exclusiva y, en efecto, fue comprado aquí esta mañana.

-¿Cuanto costó?

– Lamento no poder brindarle esa información, señora. Es nuestra política que el precio de cualquier artículo siempre es un asunto confidencial entre la empresa y el cliente.

– Pero mi hermana sólo tenía algunas monedas que ha juntado haciendo muñecas de trapo con ropa vieja, pues mi sueldo es demasiado modesto y apenas nos alcanza para sobrevivir. Este collar no es, ciertamente, de fantasía, y ella simplemente no tenía dinero suficiente para pagarlo.

El hombre tomó el estuche, rehizo el envoltorio casi ceremoniosamente y con mucho cariño colocó de nuevo la cinta, diciendo mientras se lo devolvía a la joven:

– Ella pagó el precio más alto que cualquier persona puede pagar: «Ella dio todo lo que tenía».

El silencio llenó el local y las lágrimas rodaron por el rostro de la joven mientras sus manos tomaban el paquete y salía de allí lentamente, abrazándolo fuerte contra su pecho.

Cuento citado en Los Cerezos en Diciembre. Ariel A. Almada.

Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.