CRÓNICAS DE UN NUEVO CICLO – II – JOSÉ ANTONIO INIESTA

CRÓNICAS DE UN NUEVO CICLO II – Los mayas y el comienzo del mundo

José Antonio Iniesta



Autor de “Más allá de 2012. Profecías de los ancestros mayas”.

27-12-12. Después del solsticio de invierno del 21 de diciembre de 2012.

Durante el tiempo en el que medio planeta se dejó aterrorizar por el fin del mundo inexistente, la mitad del resto se dedicó a comprar kits de supervivencia, a armarse hasta los dientes o construir búnkers, la mitad del nuevo resto que quedaba se frotaba las manos haciendo su agosto con películas y libros sensacionalistas o enriqueciéndose con una promoción turística del apocalipsis, y la mitad de lo que al final quedó entre tanta barbarie e irracionalidad se alimentó a conciencia con todo ese miedo, sabiendo que así los seres humanos se vuelven vulnerables y por lo tanto manipulables, los mayas (el pueblo de la armonía y el amor, el que sabe estar unido al corazón del Cielo y al corazón de la Tierra, sobre el que vertieron la mezquindad y la mentira entre unos y otros) estuvieron todo el tiempo contemplando el vuelo de las mariposas, conscientes de que son un símbolo de la transformación de una oruga que se arrastra por los suelos en un ser tan bello que surca los cielos. Saben que eso también le pasará a esta Humanidad y sencillamente esperan el momento.

Mientras el mundo sufría, se estiraba los cabellos, se consumía contemplando especiales dedicados al fin del mundo del que sólo han participado en complicidad los malvados y los tontos, los mayas acariciaban con las manos sus estelas descubriendo el mensaje oculto que en su interior guardaron sus ancestros.

Al tiempo que el gobierno oscuro de este planeta manipulaba a sus anchas, ante una legión de incautos que se creen todo lo que se les cuenta, la fecha del 21 de diciembre de 2012 que se refleja en la estela 6 de Tortuguero, los mayas se conectaban con la luz del conocimiento, la de la belleza, la de la medida y el movimiento, y disfrutaban del paraíso interior al sentir esa vibración que sólo concede la Madre Tierra. Los que conocen el verdadero mensaje de los glifos recordaron al Señor de la Luz, pusieron sus corazones en el Gran Espíritu, honraron a los ancestros que legaron un conocimiento para acercarse, con los pies en el suelo, a las estrellas.

En pura sincronía, cuando unos denigraban al pueblo maya burlándose de él, deshonrando sus tradiciones, la grandiosidad de su ciencia antigua, su hermandad con olmecas y toltecas, y con todos los pueblos del antiguo Anáhuac, mostrando un injusto retrato de salvajes e ignorantes anunciadores de un fin del mundo en el que jamás han creído, ellos honraban la memoria de cada ser humano, incluso la de quienes intentaban ensuciar el honor que sólo a ellos les pertenece, pues lo guardan, inmaculado, en sus corazones inocentes, que no han dañado a nadie.

Cuando los fanáticos del mapamundi se quitaban la vida, se reunían para celebrar fiestas del vaticinio insulso de la catástrofe, descargaban su adrenalina entregándose al horror sin nombre, los mayas se recreaban en la paz de uno de sus mayores entretenimientos: el silencio.

Frente a los que pensaban en el fin de todos los calendarios, en un final trágico para una grandiosa humanidad, gozando a cada momento con la psicosis enfermiza de la destrucción, el holocausto y las siete plagas bíblicas al por mayor en cada uno de los continentes, los humildes mayas, los abuelos y abuelas, los aj menes, los que llevan el cielo en sus ojos y la tierra en sus manos, elevaban sus cantos de esperanza para ayudar a un mundo entero.

Hice bien durante toda una vida en apostar por los que aman la naturaleza, porque con ellos aprendí lo hermoso que es el susurro de Gaia, cómo es de cálida su caricia, cuán hermosa es su mirada cuando te contempla a través de una gacela, de un colibrí, de un delfín surcando las aguas, como los que buscamos la luz, no las tinieblas, que navegamos en el océano infinito de la conciencia.

Después de toda una vida de saber que todo terror es falso, una enfermedad que se alimenta de sí misma, como la pescadilla que se muerde la cola, tuve suficientes recursos y motivos para tener la absoluta seguridad de que el 21 de diciembre de 2012 sería uno de los días más hermosos de mi vida.

No saben los agoreros, los sectarios, los alucinados, que las leyes cósmicas funcionan a su antojo, inamovibles, desde que el mundo es mundo, y que cada uno crea la realidad tal como le parece, y que cuando sabes que todo es pura energía, y que la materia, siendo palpable, tan sólo es el burdo reflejo de una realidad absoluta de la que forma parte el conjunto de todas las realidades habidas y por haber, uno puede transformar para bien lo que encuentre a su paso, porque la alquimia verdadera está en su corazón y en sus ojos.

Ya lo decía alguien en tiempos pasados: “todo es según el color del cristal con el que se mira”. El cristal de los mayas es completamente transparente, sin color alguno, y mucho menos negro, así que todo lo que miran tiene el color de la luz pura que está más allá de los objetos. Guardan el tesoro de unas calaveras de cuarzo, pero ahora ya ni siquiera necesitan tan elevada tecnología del pasado para saber que están aquí para entregar su legado, una herencia de sabiduría que es lo único que les quedó después de que se les arrebatara casi todo. Pero nadie les pudo quitar su dignidad ni su sonrisa…

Ahora, los seres de luz que velan por el futuro de la Humanidad (aquellos de los que nada saben los profetas del fracaso, los de las profecías del todo a cien, los manipuladores de conciencia y vampiros de almas atemorizadas) despliegan todos sus recursos, siempre en silencio, sin estridencias, sin altavoces, para que aquellos que conocen el verdadero secreto de los tiempos venideros eleven su frecuencia y haciendo oídos sordos al infortunio se entreguen sin reservas a construir una nueva sociedad donde ya no cabe la estrategia del miedo, del daño a la naturaleza, de la depredación entre seres humanos, de los velos que impiden ver lo que está más allá de los cinco sentidos.

Nace una nueva Tierra, es el comienzo de un nuevo mundo, y el parto glorioso de la Madre Tierra no lo detendrá ni un millón de gritos de amenaza, ni el golpeteo enfurecido de las colas de los lagartos, porque los seres humanos están aprendiendo a descubrir el engaño colectivo del que han sido víctimas durante miles de años. Aspiran, cada uno a su medida, a ser libres, a recuperar la conciencia de esa eternidad que siempre les fue concedida.

La mentira tiene las patas cortas, dicen los ancianos de mi tierra, el engaño tiene los días contados, y todas las torres de la falsedad y de la injusticia, más tarde o más temprano, caen por su propio peso, porque son grandes moles construidas en lechos de arenas movedizas. Atribuir a la sabiduría del pueblo maya una falsa profecía ha sido el disparo de uno de sus últimos cartuchos en tan innoble cacería. El tiempo registrará con letras de fuego, el de la pasión que los hijos del futuro pongan en la verdad, la campaña de este fin del mundo como una de las mentiras más elaboradas y perversas de la historia de la Humanidad, una inmensa cortina de humo creada para impedir el acceso a las fuentes de la sabiduría ancestral que todavía no han sido contaminadas.

Sólo queda levantar la mirada, abrir los ojos y ser valientes para ver lo que nos depara el fruto sabroso y sencillo del futuro, pues es la cosecha prometida a tantos y tantos que han sembrado semillas de luz desde el comienzo del mundo.

No hay más fin del mundo que el de las viejas estructuras que sucumben por sí mismas, el de los ídolos que tienen los pies de barro. Todo lo demás, lo hermoso que ha creado el ser humano, nos pertenece a todos, como nuestra memoria colectiva, el recuerdo de lo que somos y lo que seremos siempre.

Es el triunfo del amor, frente a la adversidad, que sembramos aquellos que queremos ser sembradores de esperanza.

Creo en ese futuro prometedor, porque lo he visto germinando desde hace mucho tiempo en la árida tierra del pasado, porque lo observo cada día en el verdor oculto en la arcilla que se resquebraja. Sé que el milagro está agazapado de muchas formas, porque aquellos que lo buscan al final lo encuentran.

Yo lo encontré en muchas ocasiones, y sé que existe. También lo he visto en los ojos del pueblo maya, que lo saborea a la espera de compartirlo con los brazos abiertos con quien quiera recibirlo.

Una nueva era de la luz se abre camino, y este sendero lo podemos recorrer todos. Sé con certeza que nos lleva al Infinito…

Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.