¿EL MONTE SINAÍ EN ARABIA? (CUARTA PARTE)

CONCIENCIA PLANETARIA



¡Una llamada de Arabia Saudita!

Antes de partir, uno de los amigos sauditas de Ron lo llamó. Esta persona había llamado a Ron varias veces en el pasado, tratando de llegar a un acuerdo para venderle las fotos y las películas que Ron había tomado mientras estuvo en Jebel el Lawz en 1985.

El problema era que estaba pidiendo cientos de miles de dólares. Pero esta vez, el Saudita “sin nombre” quería otra cosa, cierto equipo electrónico que necesitaba. La verdad es que no teníamos tiempo de comprarlo antes del viaje. Ron decidió llamar a su amigo Saudita desde el hotel en Nuweiba con la esperanza de que este pudiese acercarse al lugar y se reuniera con nosotros para discutir su propuesta. En el pasado él se había reunido en Nuweiba con Ron sin ningún problema. La idea era que trajera las fotos y la película para ver que era lo que realmente tenía.

Lo que entendíamos era que las fotos y la película habían sido confiscadas por las autoridades y que este amigo Saudita no podía haber tenido acceso a ellas. Pero si las tenía, trataríamos de negociar con él el equipo que necesitaba.

De esta forma, apenas llegamos a Nuweiba con los doctores coreanos, Ron trató de llamar al “Saudita”. Para poder hacer esto desde el hotel en Nuweiba, Ron debía bajar a la recepción y usar una antigua central telefónica allí ubicada.

El caballero que operaba esta central notó que Ron tenía problemas tratando de entender a la persona que respondió la línea del “Saudita”. El Saudita hablaba bien el inglés, pero quien respondió el teléfono del otro lado no. Entonces, este caballero egipcio (a quien llamaremos “Sr. Sayadin”) que operaba la central telefónica, y quien hablaba muy bien árabe e inglés, ofreció sus servicios de “intérprete”, los cuales Ron aceptó alegremente. Ron le explicó un poco la situación al  “Sr. Sayadin” para que pudiera conversar con quien respondió el teléfono de una manera fluida e inteligente.

Intentamos todos los días y la respuesta que nos daban era que “el Saudita” no estaba pero que regresaría la llamada en unas pocas horas; sin embargo, después de cuatro días de poca suerte, llegó la hora de abandonar Nuweiba.

Esperanza de una fuente inesperada

Yo estaba empacando en mi habitación cuando Ron vino y me dijo que había estado orando por lo de las fotografías de Jebel el Lawz y que había sentido la impresión de que debía contarle al “Sr. Sayadin” la historia completa. ¡Para sorpresa de Ron, este hombre le dijo que él podía ir a Arabia Saudita por las fotos!

Ambos sabíamos que era prácticamente imposible para un egipcio entrar en Arabia Saudita. Al igual que con los estadounidenses o con cualquiera, debía obtener un trabajo para poder entrar al Reino. Los sauditas no andan buscando turistas, ellos tienen todo el dinero del mundo y no quieren que su pueblo, especialmente las mujeres, se expongan al mundo occidental. Pero el  “Sr. Sayadin” le contó a Ron que su padre trabajaba en el gobierno y que tenía amigos que podían pasarlo a Arabia Saudita

A lo mejor estaba diciendo la verdad. A lo mejor el Señor iba a contestar nuestra oración. Pero entonces, Ron me habló del “negocio” que había hecho con el  “Sr. Sayadin”.

Ron le dijo al  “Sr. Sayadin” que le pagaría 25 mil dólares si lograba su cometido, eso incluía que las fotografías y el video estuviesen en buen estado y fueran de calidad. En ese momento casi me desmayé. Ron había hecho esta generosa oferta para asegurarse que el “Sr. Sayadin” estuviera bien motivado. Ron ofreció la suma basándonos en el hecho de que nuestros amigos coreanos nos habían prometido esa cantidad de dinero para el proyecto del Monte Sinaí. Yo no estaba tan optimista por el hecho de recibir ayuda de estos señores. Ron, por otra parte, sentía lo contrario. Él suele tomarle la palabra a las personas.

“Sucede que tengo un mapa”

Cerrado el “trato” con el  “Sr. Sayadin” de ir a Rabia Saudita, le conté a Ron algo que yo había hecho. Acabábamos de comprar una fax hacía unas semanas y la noche anterior a nuestra partida yo había hecho tres copias (usando el fax) del mapa del noroeste de Arabia Saudita y las tenía en mi cartera. No teníamos fotocopiadora y recuerdo que los hice rápidamente, los doblé y los guardé en uno de los compartimientos de mi cartera, sin pensar que los íbamos a necesitar. Solo lo hice, ¡y ciertamente ahora eran oportunos!

Tomamos los mapas y junto al “Sr. Sayadin” trazamos cuidadosamente la ruta para llegar a Jebel el Lawz desde los pueblos que se encuentran tanto al norte como al sur. Marcamos todos los cauces secos y los cañones (no hay muchas vías en la región, por lo que el área debía ser atravesada en un vehículo de doble tracción a través de esos cauces secos).

Detrás del mapa hice algunos dibujos basados en los dibujos que años atrás Ron había hecho de los toros tipo egipcio en el becerro de oro. Dibujé los dos cantos rodados con un árbol solitario en medio de ellos que señalan el área del precinto santo al pie de la montaña.

Dibujé todo lo que Ron recordaba que podría servir para identificar el lugar y se lo dimos al “Sr. Sayadin”. En un área tan aislada e inhóspita (sin señalizaciones o referencias) estos dibujos eran imperativos. Sin ellos no tendría la menor idea de qué buscar.

En nuestra reunión de esa tarde se formuló el plan detalladamente. El “Sr. Sayadin” necesitaría una cámara de video, una cámara fotográfica, rollo de película, boletos aéreos y dinero para alquilar el vehículo. Yo pasé el resto de la tarde explicándole cómo usar mi cámara de video (la mayoría funcionan igual) y le recomendé dos modelos que seguramente podría adquirir en El Cairo. El “Sr. Sayadin” era un hombre muy inteligente que aprendía rápido. Luego él hizo una estimación de que necesitaría mil dólares para hacer el trabajo. Ron le dio mil quinientos en efectivo, para estar más tranquilos.

Ron y yo le pedimos encarecidamente que no dijera una sola palabra sobre esto. Jebel el Lawz había sido declarada zona arqueológica después el viaje de 1985 y ahora estaba cercada y bien resguardada. Debía tener mucho cuidado. De hecho, esa fue una de las condiciones de nuestro contrato, que todo debía permanecer bajo confidencialidad. El “Sr. Sayadin” estuvo de acuerdo en esto.

También le hablamos al “Sr. Sayadin” de los otros trabajos arqueológicos de Ron y le mostramos fotografías del Arca de Noé. Queríamos que entendiera nuestro propósito al conseguir las fotografías del área. Pensábamos que mientras más entendiera de qué se trataba, más sabría qué buscar y fotografiar. Como buen musulmán, el “Sr. Sayadin” sabía del Arca de Noé y del Monte Sinaí (o la montaña de “Musa”), pero solo tuvimos una tarde para darle toda esta información.

Mary Nell, la pesimista

No olvidemos que estoy narrando lo sucedido desde mi punto de vista, por lo que debo ser honesta y decir que yo no estaba nada optimista con el plan. Ron es el optimista y yo soy la pesimista. Mi opinión era que hasta ahí llegaba ese dinero, aunque Ron estaba sumamente confiado de que estaba haciendo lo correcto. Estaba en paz con la situación y despreocupado, pues había orado pidiendo sabiduría para no cometer errores.

Mis pensamientos, no obstante, eran, “¿qué vamos a hacer si este hombre consigue las fotos y los videos? ¿De dónde vamos a sacar los otros 23.500 dólares restantes que hay que pagarle?” No era la primera vez que alguien nos había prometido financiar las expediciones arqueológicas, pero hasta ese momento nadie nos había cumplido. En ningún momento creí que los doctores coreanos cumplirían sus promesas. ¿De dónde íbamos a sacar el dinero para pagarle al “Sr. Sayadin”? No tenemos una casa que podamos hipotecar; y los carros son modelos viejos que si se venden, no llegaríamos ni a cinco mil dólares. Esta situación me estresó enormemente y cuando finalmente pasó, me dejó una tremenda lección, la cual veremos a continuación.

Pidiendo más dinero

Pasó una semana y llegamos a casa. Todos los días orábamos, “Señor, si es tú voluntad, permite que podamos conseguir las fotos y los videos del Monte Sinaí”. Ignorábamos que a nuestras espaldas se estaban suscitando una cadena de acontecimientos sorprendentes. Días después de haber llegado a casa, sonó el teléfono y era el “Sr. Sayadin”. Me dijo que había subestimado los costos del trabajo y que necesitaba que le transfiriéramos dos mil dólares más.

Me sentí descorazonada, como si estuviésemos tirando el dinero por un hueco. Incluso con sus conexiones políticas no estaba convencida de que este hombre realmente sería capaz de entrar a Arabia Saudita, mucho menos a un área aislada como Jebel el Lawz. Y aun si lograba hacerlo, ¿sería capaz de obtener las fotos apropiadas con las cámaras de video y fotográfica, incluso operarlas correctamente? Mis dudas eran razonables.

Llamé a Ron y le conté acerca de la llamada y me dijo que fuera al banco y que transfiriera los dos mil dólares; que de paso, era casi todo lo que teníamos en ese momento.

Fui al banco con las instrucciones que el “Sr. Sayadin” me había explicado. Aún recuerdo el viaje al banco como si hubiese sido ayer. Estuve orándole a Dios todo el camino, pidiendo que si no era su voluntad interviniera para evitar que perdiéramos ese dinero. A la final, no era “nuestro dinero” sino “el suyo” y anhelábamos de corazón ser buenos mayordomos. Pedí específicamente que si esto no iba a cumplir un propósito divino, impidiera que la transferencia se realizara. La única cosa que podría impedirla sería que los datos estuviesen incorrectos.

Yo había trabajado para una firma de corredores de valores por doce años y había hecho transferencias cientos de veces. Hasta donde sabía, tenía toda la información necesaria para transferir el dinero a El Cairo. A la una y media de la tarde hice el depósito. Sabía por experiencia que si la transferencia era rechazada se sabría en pocos minutos. El banco cerraba a las cuatro, pero se hicieron las dos, las tres y nada que me avisaron.

«Disculpe, su transferencia fue devuelta”

Como a las 5:20 respondí el teléfono. El banco llamó para decir que por algún motivo la transferencia había sido devuelta. ¡Mi corazón se sobresaltó! Le conté a Ron que había orado pidiendo que si no era la voluntad de Dios, se devolviera la transferencia. Pensé que este era el final de todo el asunto, pero me equivoqué.

Esa había sido mi oración, ciertamente, pero Ron tenía una metodología establecida para sus cosas. Él intentaba tres veces hacer algo antes de rendirse. Me pidió que llamara al “Sr. Sayadin” a ver si había alguna información sobre la transferencia que quizá pasó por alto e intentar de nuevo a primera hora de la mañana.

Llamé al “Sr. Sayadin” a su casa y efectivamente había omitido darme el número de identificación del banco. Al parecer este banco no tenía una oficina en Nueva York y la transferencia debía hacerse a través de un importante banco estadounidense. Recibí el número correctamente para suministrárselo al banco en Nueva York y tenía su número de cuenta bancaria de El Cairo, pero no tenía el número “de cuenta” de su banco en el banco de Nueva York. Él procedió a dármelo, pero ya era muy tarde para hacer la transferencia ese día, así que tuve que esperar el siguiente día.

En la mañana llamé a nuestro banco a las 10:30 y les pedí que reenviaran la transferencia, ahora con la información necesaria. La respuesta fue que por teléfono no podía hacerse, que debía estar presente para firmar la transferencia, así fuese una retransmisión. Les dije que iba para allá, pero la dama que me atendía me pidió que esperara hasta la una y media de la tarde porque en ese momento “no había línea” en el sistema o no estaba funcionando.

Esperé y miré el reloj. No quería llegar tarde pues sabía que el sistema de transferencias cerraba a las dos de la tarde hora central y si llegaba a la una y media podría nuevamente perder el día. En medio de la espera sonó el teléfono.

Una extraña llamada

Ron estaba en casa cuando sonó el teléfono y lo respondió. Al escuchar lo que decía me di cuenta de que era una llamada extraña. Sacó su bolígrafo y escribió algunas cosas. Luego colgó y se puso pálido. Le pregunté quién era y me respondió que era una persona que vivía en nuestra área y que esta persona le preguntó si el era Ron Wyatt. Él respondió afirmativamente; entonces le explicaron que ellos no tenían idea de qué se trataba esto, pero que un “amigo” los había llamado de Arabia Saudita pidiéndoles que trataran de localizar a alguien de nombre “Ron Wyatt” que vivía en Nashville y que le pidieran que llamara inmediatamente a Arabia Saudita. Esta persona le dio a Ron el número de teléfono. Ron procedió a llamar y escuchó lo siguiente del otro lado de la línea.

(Llamaremos a este hombre en Arabia Saudita «Abu Hesham»). Cuando Ron llamó, este hombre le contó la extraña historia de que él había estado en Egipto hacía unas semanas atrás (los mismos días en que nosotros estuvimos allí) y que estaba particularmente interesado en visitar el Monte Sinaí tradicional. Había alquilado un carro y había manejado hasta el Monasterio de Santa Caterina.

Explicó que pasó varios días explorando la región y que había llegado terriblemente desilusionado. Sabía que este sitio tradicional no era el verdadero, puesto que no habían evidencias ni cumplía con la descripción bíblica. En su camino a Santa Caterina, se detuvo a dormir en el mismo hotel en Nuweiba en el que nosotros nos habíamos quedado. De hecho, él había abandonado el hotel uno o dos días antes de que nosotros llegáramos. En ese momento conoció al “Sr. Sayadin” y le contó que él vivía en Arabia Saudita.

Bien, «Abu Hesham» visitó Santa Caterina y una semana después regresó al motel en Nuweiba, llegando media hora después que nosotros nos habíamos ido. Le contó a Ron que al llegar, el “Sr. Sayadin” salió apresuradamente hacia su carro con una “muy extraña” alegría de verlo. Mientras «Abu Hesham» se registraba, el “Sr. Sayadin” comenzó a contarle de este “Monte Sinaí” en Arabia Saudita e incluso reprodujo el mapa que le habíamos dado esa misma tarde.

«Abu Hesham» estaba muy confundido acerca de la situación, pero escuchó atentamente. Después de todo, él había venido a Egipto a ver el Monte Sinaí. Al progresar la conversación, el “Sr. Sayadin” comenzó a hablar de Ron (aunque no de nombre) e hizo referencias sobre el Arca de Noé. Es aquí donde la historia da un vuelco increíble, que les aseguro es verdadero.

“¡Ese es el hombre!”

«Abu Hesham» le contó a Ron que hacía un año un amigo suyo de Estados Unidos le había enviado una copia en video de un programa de televisión que presentaba a un hombre que había descubierto el Arca de Noé. Él solía transferir las cintas que recibía al formato que usaba en la videograbadora de su casa, a fin de poder usar nuevamente las cintas en su cámara de video. No era muy fácil adquirir ese tipo de cintas de video por allí.

Así que en este viaje a Egipto, «Abu Hesham» había traído diez cintas de video usadas para grabar su viaje. Al llegar al motel en Nuweiba ya había usado nueve de ellas. Después de escuchar al “Sr. Sayadin” hablar de “este hombre” que encontró el Monte Sinaí y el Arca de Noé, se acordó de la cinta que le habían enviado desde Estados Unidos. Buscó en el bolso de su cámara y sacó la cinta que le quedaba sin usar; la colocó en la cámara y le dio a “reproducir”.

Al momento apareció este hombre de barba y cabello gris que había estado en el programa hablando del Arca de Noé y le pasó la cámara de video al “Sr. Sayadin” para que lo viera. Apenas lo vio, comenzó a gritar, “¡Ese es él! ¡Ese es el hombre que se acaba de ir! ¡Él fue el que me dio el mapa!” Está demás decir que todos estaban pasmados.

La cinta era de un programa de TV llamado “Buena Vida” en el que Ron apareció en febrero de 1990 en Clearwater, Florida, en donde habló del Arca de Noé.

Ahora, mientras nosotros estábamos en el hotel, el “Sr. Sayadin” sabía que “Abu Hesham, de Arabia Saudita» regresaría al hotel, puesto que su reservación estaba hecha. El asunto es que mientras él “accedía” a ayudarnos, ya tenía sus propios planes personales. Le daría a «Abu Hesham» el mapa de Jebel el Lawz y le pediría que grabara el área en video para luego viajar a Arabia Saudita y recoger ese video que «Abu Hesham» grabaría. Lo que no le mencionó a «Abu Hesham» era que por hacer eso obtendría 23.500 dólares de parte de Ron.

Mis temores resultaron ser ciertos. El “Sr. Sayadin” no tenía conexiones para entrar en Arabia Saudita como nos había dicho, sino lo que quería era aprovecharse del viaje a Arabia Saudita que se le permite a cada musulmán: el “Haj” o peregrinación a la Meca. Su plan era ir a Arabia Saudita usando su visa “haj” y recoger la película que tomaría «Abu Hesham».

Debo admitir que el “Sr. Sayadin” fue inteligente. Le extendió a «Abu Hesham» la “alfombre roja”: su habitación, comidas y todo lo que había “en la casa”. El “Sr. Sayadin” estaba motivado, tal como Ron quería, pero su plan no funcionó.

Después de que «Abu Hesham» salió del asombro de todos estos acontecimientos, de haber escuchado la historia del “verdadero Monte Sinaí” y del Arca de Noé y de la “coincidencia” de que el hombre en el video era el mismo que había conocido el “Sr. Sayadin”, regresó a Arabia Saudita donde su propio vehículo lo esperaba al otro lado del golfo. Con el mapa que el “Sr. Sayadin” le dio, manejó directamente hasta Jebel el Lawz y fue a cada uno de los lugares que estaban en el mapa. Tomó fotos y videos de todo lo que pudo. Solo pudo usar la única cinta de video que le quedaba, la del programa de televisión de Ron. Al llegar a su casa puso la copia de ese mismo video que tenía en casa y se enteró que el hombre en el programa de televisión se llamaba Ron Wyatt y que vivía en Nashville, Tennessee, Estados Unidos. ¡Lo primero que hizo fue llamar a un amigo que casualmente se había mudado al área de Nashville y le pidió que ubicara a Ron Wyatt en la guía telefónica, lo llamara y le dijera que llamara a Arabia Saudita inmediatamente!

¡Las oraciones son contestadas!

Volvamos entonces al punto donde Ron llamó a «Abu Hesham». Cuando «Abu Hesham» terminó de contar su asombrosa historia, este le dijo que quería entregarle el video y todas las fotografías. ¡Nuestras oraciones habían sido contestadas! ¡La llamada se suscitó justo antes de que yo fuera al banco a transferirle al “Sr. Sayadin” los dos mil dólares extra! No solo las oraciones de Ron por la documentación de Jebel el Lawz fue contestada, sino también mi oración por lo del envío del dinero.

El “Sr. Sayadin” había violado flagrantemente el contrato que había hecho con nosotros, lo que nos liberaba automáticamente de cualquier obligación. De hecho, el boleto de avión de Ron al medio oriente para encontrarse con “Abu Hesham» a fin de recibir el video y las fotos del Monte Sinaí costó unos dos mil dólares, ¡la cantidad que íbamos a enviar!
Al cabo de unas semanas teníamos la documentación que Ron había estado esperando desesperadamente durante años.

Ron pasó varios días discutiendo con “Abu Hesham» acerca de Jebel el Lawz y otros temas. Durante su visita, “Abu Hesham» contó su relato y fue grabado en video. Cuando Ron regresó a casa y vio el video, casi no podía creer todo lo que sucedió. “Abu Hesham» se convirtió en un amigo cercano y fue capaz de documentar completamente el área de Jebel el Lawz, Rephidim, Elim, la playa en el Mar Rojo donde la multitud llegó después del cruce y mucho más.

¡Ahora tenemos más de doce horas de video y unas cuatrocientas fotografías! Este es quizás el milagro más espectacular que yo he presenciado. Por ahora, debemos proteger la identidad de “Abu Hesham». Él nos ha hecho saber que si se descubre que él fotografió esta área correría serio peligro, pues los sauditas la vigilan celosamente en la actualidad.

¿Qué pasó con el “Sr. Sayadin”?

Si les interesa saber qué pasó con el “Sr. Sayadin”, quien trató de aprovecharse de nosotros, él sigue siendo un buen amigo. Nosotros lo llamamos y le dijimos que no le íbamos a transferir el dinero pero que lo veríamos en Egipto en uno o dos meses. Cuando Ron se reunió con él y le dijo que no había ninguna necesidad de que fuera a Arabia Saudita, el “Sr. Sayadin” no hizo objeciones e incluso ofreció devolver los mil quinientos dólares al no haber podido completar el trabajo. Ron y yo estuvimos de acuerdo en decirle que olvidara lo del dinero; de hecho, le dimos más para ayudarlo a montar su propio negocio. Actualmente, tanto él como su familia son buenos amigos y hasta hemos cenado en su casa.

Nunca se hicieron preguntas ni se dieron explicaciones. El “Sr. Sayadin” estaba alegre, «Abu Hesham» extasiado de saber que el Señor lo había usado en una forma tan espectacular, y Ron emocionadísimo. Yo también estaba muy emocionada de ver cómo Dios responde nuestras oraciones. Jamás olvidaré todos estos acontecimientos.

Estamos ansiosos de hacer públicas todas las evidencias. ¿Cuándo? No lo sabemos. Sin embargo, debemos esperar que el Señor disponga el momento y “esperar en él” ¡sin preguntas!

«Abu Hesham» nos dijo que lo más impresionante para él fue el hecho de que él estaba buscando desesperadamente en ese viaje visitar el verdadero lugar a donde Dios entregó los Diez Mandamientos a su pueblo. Deseaba caminar en “tierra santa”. Había pensado que su deseo se haría realidad yendo al Monte Sinaí “tradicional” en Egipto, pero regresó absolutamente decepcionado de allí.

A unos 30 minutos de su llegada al hotel en Nuweiba, tenía en sus manos un mapa que mostraba la ruta a una montaña que cierto hombre afirmaba era el verdadero Monte Sinaí. Siguiendo este extraño mapa, hizo realidad su sueño y más; y como fue obediente a Dios y no aprovechó la oportunidad de presentarse como el “descubridor del Monte Sinaí”, como ciertamente podía haber hecho, ha hecho posible que muchos puedan apreciar muy pronto las maravillosas evidencias del Monte Sinaí. ¡Dios sabe a quien puede confiarle su obra, nosotros no!

“Espera en el Señor”

Honestamente nunca pensamos que llegaríamos a tener la documentación de Jebel el Lawz. ¿Por qué? Porque ya habían pasado cinco o seis años desde que Ron lo había hallado y en cada intento que hacía de contactar a los sauditas lo que obtenía por respuesta era un silencio sepulcral. Pero mi actitud no era la correcta. Mas bien, debo estar dispuesta a hacer lo que el Señor escoja, entendiendo que él tiene un momento para todo. Él espera que todos nosotros lleguemos a ese punto, pues solo así seremos capaces de esperar en él y no confiar en nuestro pobre razonamiento humano, sino ser siervos fieles.

“Sabrás entonces que yo soy el Señor, y que no quedarán avergonzados los que en mí confían” (Isa. 49:23).

«Puse en el Señor toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor» (Sal. 40:1).

«Pero yo he puesto mi esperanza en el Señor; yo espero en el Dios de mi *salvación. ¡Mi Dios me escuchará!» (Miq. 7:7).

Ubicación del Monte Sinaí en Madían

Si buscamos en la Biblia dónde está el Monte Sinaí, no es tan difícil de ubicar. Cuando Dios habló con Moisés por primera vez en relación a la gran obra de sacar a su pueblo de la esclavitud egipcia, le dijo a Moisés:

«Yo estaré contigo le respondió Dios. Y te voy a dar una señal de que soy yo quien te envía: Cuando hayas sacado de Egipto a mi pueblo, todos ustedes me rendirán culto en esta montaña» (Éxo. 3:12).

Para ubicar exactamente a dónde estaba Moisés cuando ocurrió esta conversación, debemos leer el comienzo del capítulo 3:

«Un día en que Moisés estaba cuidando el rebaño de Jetro, su suegro, que era sacerdote de Madián, llevó las ovejas hasta el otro extremo del desierto y llegó a Horeb, la montaña de Dios. Estando allí, el ángel del Señor se le apareció entre las llamas de una zarza ardiente. Moisés notó que la zarza estaba envuelta en llamas, pero que no se consumía» (Éxo. 3:1-2).

¿EL MONTE SINAÍ EN ARABIA?
¿EL MONTE SINAÍ EN ARABIA? (SEGUNDA PARTE)
¿EL MONTE SINAÍ EN ARABIA? (TERCERA PARTE)
¿EL MONTE SINAÍ EN ARABIA? (CUARTA PARTE)
¿EL MONTE SINAÍ EN ARABIA? (QUINTA PARTE)

Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.