Conversaciones de Nana Runiak con su espejo
V
El desapego
José Antonio Iniesta
Estaba Nana Runiak acariciando el marco de su espejo, que era el fondo de custodia de su conciencia, preguntándose por esa desazón de las cargas de la vida que en ocasiones parecen un lastre que arrastra a quien las lleva a cuestas a lo más profundo de un lago, el lago de su existencia.
Al otro lado del espejo, su conciencia lo respiraba, lo sentía, lo percibía, cada uno de sus latidos, cada pensamiento dando brincos por las neuronas, hasta el aroma de su piel cuando era invadido por la felicidad o por la tristeza. Aunque hacía mucho tiempo que Nana Runiak no olía a felicidad y más bien se debatía en la pura subsistencia, arrastrado por un oleaje que jamás pensó que llegaría a convertirlo en un náufrago. Y, aun así, como creía en los milagros, pues los había visto con sus ojos incontables veces, pensaba que, tal vez, igual que llega a su destino el mensaje enviado por un náufrago navegando en el interior de una botella, algún día se apiadaría Dios de él y le devolvería la sonrisa que había perdido.
Nana Runiak dio la vuelta por detrás del espejo, pensando en lo importante que era enfrentarse a la propia conciencia cara a cara, sin subterfugios, por más que dolieran las verdades ocultas que el espejo encerraba. Así que se sentó una vez más frente a ese mundo asombroso, el especular, en el que la luz de su conciencia seguía flotando, como siempre lo hacía, suspendida en el aire. Quería hacerle una pregunta muy importante.
-¿Y cómo librarse del sufrimiento de la existencia misma, del hecho de sentirse vinculado a tantas cosas, con incontables hilos tejidos con seres humanos diferentes de todos los tiempos? ¿Cómo evitar sentir la angustia de que lo que tenemos se nos vaya o de lo que aún no ha regresado, o ni siquiera ha existido por más que lo hemos soñado?
—El deseo es el sustento del alma, la fuente motora que empuja al ser humano a ser tantas cosas diferentes al mismo tiempo. Cada ser es multidimensional, así que existe en distintas dimensiones, al igual que todos las versiones de un mismo ser en diferentes vidas, en lejanos tiempos, están comunicadas por su alma, que es la misma, pero con otra clase de aventura, más sabia conforme va avanzando lo que conocemos como futuro. Pero el deseo muchas veces se convierte en insaciable, por ese vicio de desear lo que no se tiene, querer subir un nuevo escalón cuando se ha alcanzado el anterior, prosperar y prosperar sin darse cuenta de que no toda supuesta mejora nos lleva a la prosperidad, pues a veces nos arroja de cabeza a la ruina.
>>El deseo nos empuja a escapar de un instante para buscar otro, querer disfrutar de lo diferente, recorrer el terreno que ningún otro ser humano ha pisado. Y siendo lo deseable un impulso merecido para el ser que evoluciona constantemente, puede ser, al mismo tiempo, una trampa para los sentidos. Saben los sabios que no tienen nada, del tesoro que se encuentra en la sencillez de carecer de todo, menos de la propia dignidad humana, la tranquilidad de no preocuparse por si alguien te roba lo que tienes cuando nada tienes. Porque lo que algunos consiguen prosperando no es más que una montaña de obstáculos para ser libre, una cadena pesada para quien quería estar volando.
Lo descubrieron los eremitas, a los que ya les pesaba tanto lo que creían que era valioso que se desprendieron de su carga para seguir viviendo y no ahogarse en la miserable condición de los que se visten de armadura para arrojarse a un lago. ¿Quién puede nadar en la marea de la vida con el corazón recubierto de acero?
>>El hallazgo de la llave que abre la puerta de la cárcel se produjo en los albores de la noche de los tiempos. Se llama desapego y es tan sencillo como complejo su secreto. Liberarse de aquello con lo que nos engaña el deseo, que es apetecible, pero no nos sirve más que para arrojarnos en brazos de la muerte en vida. Disfrutar de lo sencillo, pues cuando uno se va acercando al final de su vida, y lleva en su mochila de viaje un cúmulo indescriptible de experiencias, comprende que en los momentos más sencillos de la existencia es donde está el verdadero jugo de lo que es duradero, esos instantes que nos parecen eternos. Cuando se hace un largo viaje, y el más largo es el de la propia vida, no es apropiado ir con una carga tan pesada que no podamos llevarla a cuestas. El desapego significa tomar distancia de lo que nos afecta, pero no dejar de tener sensibilidad, como es propio de un verdadero ser humano; es comprender que nada nos pertenece realmente, que los objetos son materia que no nos llevaremos al otro mundo, y hasta los propios hijos, y el ser que más amemos, no son propiedad nuestra, sino seres con plena conciencia y libertad para desarrollar su vida como quieran.
>>El desapego nos eleva por encima de todo aquello que daña, angustia, mortifica y crea tal plaga de infelicidad que puede llegar a contagiarnos, porque nos ayuda a entender que una situación, por horrible que sea, no durará para siempre. Nos revela que todo tiene un propósito en la vida, sea cual sea, y que todo lo bueno y lo malo que suceda es el germen de un aprendizaje. No convertirse en el centro de los más atroces sufrimientos, sino observarlos desde la periferia, nos permitirá analizarlos serenamente, y no con los sentidos despavoridos, como alazanes que cabalgan en estampida por miedo a ser devorados por un tigre. Es la quietud del centro de uno mismo, el sano equilibrio de estar a medio camino entre lo que está sucediendo y el Infinito.
>>El desapego, bendito ser en el que habito, es la fuerza sin hacer esfuerzo, es la distancia sin alejarse de nada, es el equilibrio perfecto de las emociones, sin dejar de tenerlas. Es garantizarse la paz y la serenidad desde el desprendimiento de todo, sabiendo que nada es nuestro, que nada nos pertenece, que todo viene y se va cuando llega el momento. Hasta para desapegarnos de nosotros mismos, despojar a nuestro ser efímero, nuestra forma física, de todo encantamiento, pues cada vida es un viaje con billete de ida y vuelta, aunque no sabemos en qué momento de la vida el propio viaje nos dejará en la cuneta. Son cuatro días los de una existencia que parece interminable, un suspiro en la inmensidad del tiempo, demasiado poco como para desperdiciar un segundo dejándonos atrapar por las quimeras de una sociedad podrida hasta sus mismísimos cimientos. Despojarse de todo lo innecesario es el desapego, pues sólo el espíritu verdadero nos ofrece en la manifestación de la materia lo que es verdaderamente necesario.
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Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.