CONVERSACIONES DE NANA RUNIAK CON SU ESPEJO – II – LA FELICIDAD

Conversaciones de Nana Runiak con su espejo



II

La felicidad

José Antonio Iniesta

Había llegado la noche y Nana Runiak se dio cuenta de que al mirar el cielo no conseguía ver ninguna estrella. Comprendía así que la noche oscura del alma, ese desvanecimiento de todo lo que es consistente y sutil que viven los místicos cuando ha llegado el tiempo de vaciarse, era más larga e intensa de lo que nunca habría imaginado. Aunque en este caso, también se habían desplomado todos los muros del gigantesco edificio de la esperanza construido durante una intensa vida de infortunio y de bonanza.

El fondo del espejo se removió inquieto, sabiendo que la carcasa que le había dado forma a lo largo de una intensa existencia se estaba retorciendo más de la cuenta, haciendo que el sueño se partiera por la mitad, que los temblores se extendieran por todo el cuerpo, de los pies a la cabeza, y la amargura pintara de negro las paredes de todas las habitaciones de la casa en la que vivía.

El peregrino de todos los tiempos, el que había viajado más lejos de lo que puede entender la mente humana, surcando con su velero de luz el agujero de gusano que los mayas llaman Kuxan Suum, caminó lentamente por un pasillo que le pareció que nunca fuera a acabarse. Le conducía hasta esa estancia que parecía abarcar el infinito y el vacío al mismo tiempo, donde se encontraba el espejo, pues nada más que un espejo había en esa morada de la tercera dimensión en la que se encontraba con su propia conciencia, que era lo único que existiendo en este mundo, parecía decirle lo que realmente estaba sucediendo, lo que ni él mismo comprendía.

—¿Tiene un destino forjado de antemano el ser humano, o somos nosotros los que lo vamos diseñando en cada momento? Pues el mío parece que se quebró de la noche a la mañana y ya no sé en qué cruce de caminos me encuentro, si en el de ida o en el de vuelta. Sentía que vivía en ese cruce maravilloso en el que se unen el corazón del Cielo y el corazón de la Tierra, pero ahora sólo veo letreros que indican ciudades con letras que se han borrado con el agua de la lluvia.

El espejo estaba taciturno, pensando qué podía decirle a su propia alma para que lo entendiera y ninguna respuesta fuera un desgarro añadido al que ya tenía.

—Nada te condena a ser tú mismo, nada te obliga a ser lo que no quieres ser, nada determina tu futuro, pues tú lo alimentas con cada pensamiento y sentimiento en el presente. Existen líneas de tiempo que se alternan, probabilidades de futuro que alimentas con cada acción que desarrollas. Son como cuerdas a las que te agarras, cambiando de una a otra en función de lo que crees, lo que concibes, lo que experimentas, el juego interminable de tus sueños y tus pesadillas.

Nana Runiak tenía fija la mirada en el suelo. Ni siquiera se sentía digno de mirar al fondo del espejo, donde estaba suspendida en el aire su conciencia, la que no se sometía al dominio de la física, de la naturaleza del hueso y de la carne, estable y en equilibrio más allá del espacio y el tiempo. Y él, sin embargo, cascaruja de organismo en tránsito por un planeta poblado de gente que cada vez entendía menos, se sentía menos digno de sí mismo que nunca.

—He llegado a pensar que la felicidad no existe, que es una utopía que a veces se acaricia con las manos, pero que nunca llega a agarrarse —susurró el hombre sometido al tormento de los sentidos.

—Vino a ti muchas veces, y hasta la abrazaste, y la acunaste en tu seno largo tiempo, mientras se alternaban el sol y la luna en la danza precisa de las estaciones. A veces se fue, como lo hacen las aves migratorias, que buscan nuevos parajes donde refugiarse, pero luego regresan a lo que consideran que es su hogar de siempre. Recuerda, amado hijo, hermano y padre, que un ángel en lo más alto de la escalera de Jacob te dijo que todo el universo había sido creado por Dios para conceder alegría a los seres humanos, y tú te echaste a llorar de la emoción en esa selva frondosa que amas y amarás para siempre.

Te dijo con dulzura que todo lo había creado para que fuerais felices. Lo demás, eso de la tristeza y las pruebas duras, los lamentos y el río interminable de la amargura, es el resultado de vuestros temores, de la ciénaga en la que se convierte una existencia que no se comprende, víctimas como sois de vosotros mismos, de los miedos que os cercan y a veces os atrapan adoptando todo tipo de máscaras y diferentes sensaciones.

>>La felicidad es un estado interior de conciencia, que va y viene, como lo hacen los sonrisas, los besos de quienes te quieren, los fortuitos encuentros, que siendo fugaces, a veces saben a recuerdo de eternidad para siempre. La felicidad hay que ganársela a cada instante, al igual que una flor que no es cuidada adecuadamente, al final puede llegar a marchitarse. Se entrega sin pedir nada a cambio, sólo que la encuentres y la protejas, que esté por encima de cualquier desaire, un rostro malencarado o la peor de las traiciones, porque todo lo malo que sucede es siempre una prueba para el espíritu, una forma de medirte para ver cómo puedes saltar el listón que tú mismo te pusiste. Si nadie te obliga a ser lo que no quieres, ¿quién, salvo tú, es el maestro de los desafíos? ¿No podría ser, mi amor, que eres yo mismo, que el listón que colocaste para superarlo cuando te encarnaste lo pusiste a más altura de lo que nunca imaginaste? Y, sin embargo, ya ves cuántas veces has saltado por encima y has vuelto a recuperarte. Ya verás cómo, de nuevo, el ave fénix renace de sus cenizas y te hace recordar que no hay nada que, estando en tu línea de tiempo como posibilidad de futuro, sea imposible…

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Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.