Del Libro de la Vida Verdadera (12 tomos)
Dije en aquel tiempo: «Dejad que los muertos entierren a sus muertos». Si analizáis con cuidado y con amor mis palabras, veréis cuánta razón tuve al decíroslo. También os dije que el hombre es idólatra por inclinación y por este culto a sus muertos da una prueba palpable, de su idolatría.
He visto que aún celebráis el día de los muertos, y ¿Por qué? ¿Es acaso la forma en que celebráis la victoria sobre la muerte? No, humanidad; no os equivoquéis, mirad que con ello estáis celebrando el culto a la materia y el amor al mundo.
¿Por qué recordáis más en ese día a los seres que han pasado al Más Allá, si para el espíritu no existen días ni fechas? Vosotros no sois muertos ni, tampoco lo están los que en esta vida fueron vuestros padres, hijos, hermanos, parientes o amigos.
Los hombres son conservadores en sus tradiciones y costumbres; bien está que guarden un recuerdo imborrable de los seres que han bajado a la tumba y les atraiga el lugar donde depositaron sus restos; mas si se profundizaran en el sentido real de la vida material, verían que al desintegrarse aquel cuerpo, vuelve de átomo en átomo a los distintos reinos de que está formado y prosigue desenvolviéndose la vida.
Veo cómo lleváis en el corazón y en vuestra retina la última imagen, de vuestros seres queridos. Al que partió en la niñez, lo recordáis como niño; al que dejó esta vida ya en la ancianidad, lo recordáis como un anciano, así como al que se desprendió en medio de una dolorosa agonía, así es como lo recordáis siempre; y es menester que meditéis sobre la diferencia, que existe entre, lo que es cuerpo y lo que es espíritu, para que concluyáis que ahí en donde el hombre muere, nace el espíritu a una nueva vida, donde se cierran unos ojos a la luz del mundo, otros se abren a la luz divina que ilumina la vida eterna del espíritu.
Ved cómo vivís aferrados en todo a la vida material, Yo os he visto cuando uno de vuestros seres queridos parte de este mundo, abrazaros a su cuerpo inerte queriendo darle nueva vida o retenerle, ignorando que no es aquel cuerpo, aquella forma a la que debéis ataros, sino al espíritu de aquél que desde ese instante por su virtud alcanzada por sus méritos os contempla desde una mansión de más luz, sin apartarse de vuestro lado, sin desconoceros ni olvidaros, sin romper los lazos eternos con que todos estáis atados.
También debo deciros que si en lugar de dedicarles según vuestras a tradiciones un día a los que pasaron a la vida espiritual, estuvieseis siempre unidos a ellos por el lazo de la oración, su ser invisible, pero real en vuestra vida y su benéfica influencia, sería sentida por vosotros a lo largo de vuestra existencia, en vuestras luchas, en vuestras pruebas y también en vuestros momentos amables. Y aquellos seres, por su parte, tendrían oportunidad de trabajar en vuestras obras y empresas nobles, con lo cual adquirirían más luz.
Ah, si en vez de llorar la partida de vuestros seres queridos, escuchaseis en el fondo de vuestro corazón su voz espiritual; en vez de luto, que es tiniebla, habría alegría espiritual…
A vosotros os pregunto: ¿Tenéis muertos? Lo que muere no existe, mas si los espíritus que me presentáis existen, es que están vivos. ¡Cuántos quisierais tener entre vosotros a los que creéis que han desaparecido para siempre, sin comprender que ellos desean que vosotros estéis con ellos en el Más Allá! Lo que llamáis muerte, separa en apariencia a los que se van de los que se quedan en este mundo, pero un lazo eterno de fe y amor, los une: el de la fraternidad espiritual.
¿Creéis que sea necesario que os diga, que nada tenéis que hacer en los cementerios y que las lágrimas que sobre las tumbas derraméis, son las lágrimas de la ignorancia, de la materialidad y el fanatismo? No toméis mis palabras como un reproche, porque no lo es: Mi deber de Padre es corregiros, ¡Recordad que os dije soy Dios de vivos no de muertos!
Vosotros vais a llorar ante los restos inertes que quedaron en las entrañas de la tierra, y mientras llenáis de flores y regáis de lágrimas la losa que les cubre, aquellos que se libertaron de esas materias y habitan en el reino de la libertad y de la luz, dicen: «Oh, pobre materia, cuánto te amé y defendí, cuánto te procuré en honores y goces, vanidades y grandezas pasajeras y sólo eres ahora un puñado de ceniza en un oscuro sepulcro».
Bienaventurados los que dan el adiós al cuerpo que depositan en la tierra y no lo vuelven a visitar para contarle sus cuitas, porque ya dejó de ser y no escucha.
Quienes lloran la ausencia de los seres queridos, son los muertos que velan a sus muertos, son los que, materializados en su ignorancia, no comprenden el significado de la vida y diciendo creer en la inmortalidad del espíritu, con su llanto y su luto demuestran que no tienen un átomo de fe, pues lloran por muertos a quienes de verdad viven, sólo porque no los ven, o porque su cuerpo ha desaparecido.
¿Verdad que vivís confundidos cuando lloráis ante un cuerpo inerte, mientras olvidáis que un espíritu vive, vibra y palpita?
Si supieseis con qué compasión os ven desde el mundo espiritual, aquellos seres que en espíritu se encuentran cuando os ven actuar y llorar así ¡Piedad es lo que sienten por vosotros ante vuestra ignorancia, porque si les pudieseis contemplar, aunque fuese por un solo instante, os quedaríais mudos y asombrados frente a la verdad!
Debéis comprender que no tiene objeto llevar ofrendas a esos lugares, donde una lápida que dice «»muerte»», debiera decir «desintegración y vida»; porque ahí está la Naturaleza en pleno florecimiento, ahí está la tierra que es seno fecundo e inagotable de criaturas y especies.
Los altares son crespones negros y las tumbas son una prueba de ignorancia y de idolatría. Yo perdono todas vuestras faltas, mas en verdad debo despertaros. Mi enseñanza será comprendida y llegará el tiempo en que los hombres cambien las ofrendas materiales por pensamientos de amor espiritualmente elevados.
El espíritu del que lloráis, vive y os obstináis en darle por muerto en aquel cuerpo que se desintegró bajo la tierra. Les dais por perdidos, mientras que ellos, llenos de amor os están esperando para daros testimonio de la verdad y de la vida. Les creéis lejanos o insensibles y sordos ante vuestras luchas y penalidades y no sabéis cuántos pedruscos van apartando de vuestro paso y de cuántos riesgos os van librando.
Esos seres a quienes muchas veces habéis imaginado sufriendo turbaciones, son precisamente los que han luchado por acercaros a este camino de luz que ellos no pudieron encontrar cuando estuvieron en la tierra. No lloréis entonces por ellos y mucho menos tengáis luto porque partieron al valle espiritual; no han muerto, simplemente se adelantaron unos instantes al momento en que vosotros habréis de partir; así fue dispuesto por Mí, para que os preparasen el camino.
Allí habitan los espíritus de los que fueron vuestros padres, hijos, hermanos, esposos o amigos, los que en espíritu son simplemente hermanos vuestros, pero su amor por vosotros es el mismo o aún mayor, así como su potestad para ayudaros y protegeros.
Cuando os dije: «Amaos los unos a los otros», no penséis que era sólo respecto a vuestros semejantes, sino de un mundo al otro.
Orad por ellos, no vayáis, a dejar de amarles y recordadles espiritualmente, porque vuestro recuerdo y vuestras oraciones son un dulce consuelo en su lucha. Nunca los imaginéis turbados o habitando entre tinieblas, porque sería tanto como si vosotros os sintieseis capacitados para dictaminar un juicio y una sentencia sobre ellos; y si aquí en la Tierra los humanos suelen ser tan imperfectos e injustos para juzgar las causas de sus semejantes, ¿Qué será tratándose de juicios sobre algún espíritu?
Enlace: https://www.sieteluces.com/debemos-guardar-culto-a-quienes-han-muerto/
Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.