Por Alicia Martínez
Ser yo misma,
Pero ¿Quién soy yo?
En la soledad, esa pregunta grita por sí misma ¿Quién soy yo?
Cambiar, salir de los condicionamientos, también hace resurgir esa pregunta.
Renacer, nacer de nuevo a cada instante, reescribirse, desidentificarse de nuestro personaje. Pero, sigue estando ahí ese eterno cuestionamiento ¿Quién soy yo?
Quizás no haya respuesta a esa pregunta, sólo un –yo– que necesita ser amado, atendido, delimitado, que necesita conocer para saber de su propia existencia.
¿Quién soy yo? ¿Para qué soy? ¿Por quién? ¿Quién me habita? ¿A quién sirvo? ¿A quién sirve el Grial?
¿No será que esa pregunta resuena en el vacío, en el vacío de la existencia de ese yo? Las respuestas convencionales no nos sirven de alimento, ni las definiciones de la personalidad, ni siquiera un amor ajeno que nos delimite, que nos dé sentido. No nos sirve para llenar el inmenso vacío que percibimos, el abismo a que nos conduce esa pregunta ¿Quién soy yo?
¿Y si nos lanzamos a ese abismo para obtener una respuesta, para ser esa respuesta?
El miedo a esa aventura, nos hace ser mendigos en esta Tierra, necesitados de un amor que sólo puede encontrarse en ese salto al abismo, en ese espacio.
¡Qué pobres criaturas somos los humanos! Siempre careciendo, creyéndonos necesitados, y ¡Tan cerca de nosotros la abundancia! ¡Tan cerca y tan distante, a veces, cuando nos arrastramos mendigando el cariño ajeno!
¿Para cuándo la comprensión de nuestra verdadera naturaleza?
¿Para cuándo ser la respuesta viva a ese cuestionamiento original?
¿Cuándo? ¿Es el tiempo un factor determinante en este descubrimiento interior?
Todo lo medimos por el tiempo que nos cuesta llegar a ello, pero el tiempo, el valor del tiempo, también depende de nosotros.
El tiempo no debe ser un límite.
La necesidad no es nuestro estado natural.
Nuestra naturaleza nos invita a abismarnos en esa pregunta infinita ¿Quién soy yo?
¿A quién va dirigida? A lo que sabe en nuestro interior.
¿Quién puede responderla? ¿Qué puede responderla?
Creo que una actitud de apertura, de entrega, de confianza, que nos hable, en el aliento, del Amor que nos sostiene, del Amor en el que somos.
Un ego, ávido de respuestas, de afectos, de juicios, de poder, de conocer, de poseer, es lo que veo más cerca, pero… hay un más cerca aún, hay una quietud donde todo esto tiene lugar, esa quietud, esa conciencia, esa mirada, no puede verse a sí misma, pero puede Ser.
-Yo Soy- es el otro lado del abismo, una plenitud, una acogida. Pero hemos tenido que llegar desnudos a esa orilla, al Hogar que nos espera, desnudos de conceptos, de afectos, de proyectos, de esperanzas, desnudos de nosotros mismos, de preguntas y respuestas, para ya simplemente Ser.
Ese otro lado, ese Horizonte, ese Paraíso, nos parece lejano, de nuevo en un tiempo futuro que parece no llegar, pero si no hemos sido ahí, si no lo estamos siendo, ¿cómo podríamos hacernos esa pregunta? Si no conociéramos ese espacio, no escucharíamos la llamada.
Hemos estado, continuamos ahí, nuestro anhelo, nuestra insatisfacción, es la prueba más palpable que buscamos.
Anhelamos ser la respuesta a esa pregunta, anhelamos nuestro Origen. Estamos emitiendo una música desde ese Paraíso y no podemos evitar oírla, aunque lo intentemos.
Esa llamada está fuera y dentro de nosotros. Es la llamada a la que responde un árbol al crecer, un animal al comenzar a andar y alimentarse, una madre al amar, o un ser humano al cuestionarse quién es y para qué ha venido. Es lo que nos impulsa a dar la mano a otro que lo necesita, o a esforzarnos cada día en salir de la cárcel de los condicionamientos, del sufrimiento y de la ignorancia. Es la luz de cada día, la esperanza y la capacidad de soñar. Es la magia, el Misterio que nos envuelve y que nos sostiene cuando ya no tenemos fuerzas para continuar la búsqueda. Es la trama luminosa en la que somos una joya de gran valor que lo refleja todo y a la vez se ve reflejada en todo lo que existe. Es el gozo, la alegría de vivir sin ningún porqué. Es el sentido de la existencia, nuestro Hogar y nuestro destino. Es la respuesta a todas las preguntas, es la apertura que no cuestiona nada, que sólo se abre y se deja conducir. Es el Amor, la llamada es el Amor latiendo, Siendo en Todo. Es el Amor que se descubre a si mismo, el Gran Secreto, es La Realidad, Lo que Es.
Como los niños que siguen al flautista, ir en pos de ella, es un acto al que nuestro ser responde porque él mismo lo ha decidido así, porque nuestro propósito es el reencuentro con lo que somos, a través del Amor.
El amor externo nos delimita, nos da existencia. El Amor interno es nuestra Esencia, nuestro Ser, y nos expande cuando nos toca, cuando nos dejamos tocar por Él.
Y he reconocido que en ese espacio, soy libre para crear vida, realidad. Tenemos elección, libre albedrío, capacidad para ser verdaderamente humanos. Por eso, en ese conocimiento, la cárcel, la jaula, la condena que a veces confundimos con la vida, ha desaparecido, no existe ya para nosotros. Sólo queda la aventura de la libertad.
Enlace: https://www.sieteluces.com/autoindagacion/
Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.