Por Omraam Mikhael Aivanhov
La vida cotidiana: una materia que el espíritu debe transformar
En todos los actos de la vida cotidiana, incluso en los más simples, debéis aprender a poner en acción fuerzas y elementos que as permitan trasponer estos actos al plano espiritual, alcanzando así los grados más altos de la vida.
Consideremos lo que ocurre en un día normal. Nos despertamos e inmediatamente se desencadena toda una serie de procesos: pensamientos, sentimientos, y también gestos, como levantarse, encender la lámpara, abrir las ventanas, lavarse, preparar el desayuno, ir al trabajo, encontrarse con determinadas personas, etc. Cuántas cosas que hacer, y todo el mundo tiene la obligación de hacerlas. La diferencia está en que algunos las hacen maquinalmente, mecánicamente, mientras que otros, por el contrario, al poseer una filosofía espiritual, procuran desarrollar en cada uno de sus actos una vida más intensa, más pura, y entonces todo resulta transformado, todo toma un sentido nuevo, con lo cual se sienten continuamente inspirados.
Evidentemente vemos a muchas personas que se muestran dinámicas, emprendedoras, pero toda esta actividad está dirigida a la consecución del éxito, del dinero, de la gloria; no hacen nada para que su existencia sea más serena, más equilibrada, más armoniosa. y esto no es inteligente, pues esta actividad desbordante no consigue más que agotarles y enfermarles.
Acostumbraos pues a considerar vuestra vida cotidiana, con los actos que debéis realizar, los acontecimientos que se os presentan, los seres junto a los que debéis vivir o con los que os encontráis, como una materia sobre la que debéis trabajar para transformarla. No os contentéis con aceptar lo que recibís, con soportar lo que os llega, no permanezcáis pasivos, pensad siempre en añadir un elemento capaz de animar, de vivificar, de espiritualizar esta materia.
Pues verdaderamente la vida espiritual consiste en ser capaz de introducir en cada una de vuestras actividades, un elemento susceptible de proyectar esta actividad hacia un plano superior. Diréis: «¿y la meditación, y la oración…?»
Pues bien, precisamente la oración y la meditación os sirven para captar estos elementos más sutiles, más puros, que os permiten dar a vuestros actos una nueva dimensión.
Pueden producirse en vuestra existencia acontecimientos que imposibiliten la práctica de los ejercicios espirituales que estáis acostumbrados a hacer cada día. Pero esto no debe impediros seguir en contacto con el Espíritu. Pues el Espíritu está por encima de las formas, por encima de las prácticas. En cualquier situación, en cualquier circunstancia, podéis poneros en contacto con el Espíritu para que anime y embellezca vuestra vida.
La nutrición considerada como un yoga
Cuántas personas desequilibradas a causa de una vida trepidante buscan algún sistema para equilibrarse! y practican yoga, hacen meditación trascendental o bien aprenden a relajarse. Eso está muy bien, pero según mi punto de vista existe un ejercicio más fácil y más eficaz: aprender a comer. ¿Os sorprende? ¿Por qué? ¡No es posible comer de cualquier manera, en medio de ruidos, nervios, prisas, e incluso disputas; y luego ir a practicar yoga! ¿No es mejor darse cuenta de que cada día es una oportunidad para hacer dos o tres veces un ejercicio de descanso, de concentración, de armonización de todas vuestras células?. En el momento de sentaros a la mesa comenzad por expulsar de vuestro espíritu todo aquello que puede impediros comer en paz y en armonía. y si no alcanzáis este estado en seguida, esperad para empezar a comer hasta el momento en el que hayáis conseguido calmaros. Cuando coméis en un estado de agitación, de cólera o de descontento, introducís en vosotros desasosiego, unas vibraciones desordenadas que se transmiten a todo lo que hagáis después. Incluso cuando intentáis dar una impresión de calma, de control, sale de vosotros algo agitado, tenso y cometéis errores, ofendéis a las personas o a las cosas, pronunciáis palabras torpes que os hacen perder amigos y os cierran las puertas. . .
Mientras que si coméis en un estado de armonía, resolvéis mejor los problemas que se os presentan después, e incluso si durante todo el día os veis obligados a correr de aquí para allá, sentís dentro de vosotros una paz que vuestra actividad no puede destruir. Comenzando por el principio, por lo nimio, se puede llegar muy lejos.
No creáis que la fatiga se produce siempre porque habéis trabajado demasiado. No; muy a menudo se produce por un despilfarro de fuerzas y precisamente, cuando tragamos el alimento sin haberlo masticado bien, sin haberlo impregnado suficientemente con nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, es más difícil de digerir, y el organismo, que tendrá dificultad para asimilarlo, no podrá beneficiarse totalmente.
Cuando coméis sin ser conscientes de la importancia de este acto, aunque vuestro organismo se fortalezca sólo recibe las partículas más groseras, más materiales, lo cual es poco comparado con las energías de las que os beneficiaríais si supierais verdaderamente comer en silencio, concentrándoos en el alimento para recibir los elementos etéricos y sutiles. Así pues, durante la comida, concentraos en el alimento proyectando en él rayos de amor; en ese momento se produce la separación entre la materia y la energía: la materia se disgrega, mientras que la energía penetra en vosotros y podéis disponer de ella.
En la nutrición lo esencial no son los alimentos en sí, sino las energías que estos alimentos contienen, la quintaesencia aprisionada, pues en esta quintaesencia está la vida. La materia del alimento sólo sirve de soporte, y justamente esa quintaesencia tan sutil, tan pura, no debe únicamente servir de alimento a los planos inferiores, al cuerpo físico, al cuerpo astral y al cuerpo mental, sino que debe también servir para alimentar el alma y el espíritu.
La respiración
« Masticar » el aire para extraer de él la energía.
En el transcurso del día, acostumbraos a hacer algunas respiraciones. Pero para que realmente os aprovechen, es preciso que estas respiraciones sean lentas y profundas. Porque el aire puro debe tener tiempo de descender a los pulmones para llenarlos, expulsando así el aire viciado. y no sólo hay que respirar profundamente, sino que de vez en cuando es bueno retener el aire algunos segundos en los pulmones antes de soltarlo. ¿Por qué? Para masticarlo, pues los pulmones saben masticar el aire como la boca sabe masticar los alimentos. El aire que aspiramos es como un « bocado » de comida lleno de energías, y hay que dar tiempo a los pulmones para masticarlo y digerirlo. Cuando respiráis así, hacedlo con la conciencia deque a través del aire, recibís en vuestro cuerpo la vida divina.
Dimensión psíquica y espiritual
Los ejercicios respiratorios actúan benéficamente sobre la salud, ciertamente, pero también sobre la voluntad, sobre el pensamiento. Comprobadlo: si tenéis que levantar una carga, lo hacéis más fácilmente después de haber hecho una respiración profunda. En los pequeños acontecimientos que suceden en la vida cotidiana, en vuestras relaciones con los demás, pensad también en respirar, y ello os permitirá dominaros. Antes de una conversación, por ejemplo, para que la discusión no degenere en disputa, acostumbraos a respirar bien. y si estáis confusos, ¿por qué no pedís ayuda a los pulmones? Están ahí para ayudaros.
Durante dos o tres minutos, inspirad y espirad profundamente, vuestros pensamientos se aligerarán y se aclararán. Necesitáis ayuda, lo cual es normal, pero, ¿por qué la buscáis siempre en el exterior, cuando está dentro de vosotros?
Si llegáis a comprender el sentido profundo de la respiración, sentiréis que poco a poco vuestra propia respiración se funde con la respiración cósmica.
Espirando, pensad que llegáis a ensancharos, a extenderos hasta alcanzar los confines del universo; después, al inspirar, volved hacia vosotros, hacia vuestro yo, que es como punto imperceptible, el centro de un círculo infinito. De nuevo os dilatáis, y seguidamente os contraéis. . . Descubriréis así este movimiento de flujo y reflujo que es la clave de todos los ritmos del universo. Al tratar de concienciarlo en vosotros mismos, entráis en la armonía cósmica, realizáis un intercambio entre el universo y vosotros, pues al inspirar recibís elementos del espacio, y al espirar proyectáis algo de vuestro corazón y de vuestra alma.
El que sabe armonizarse con la respiración cósmica, penetra en la conciencia divina. El día en que sintáis esta dimensión, querréis trabajar durante toda vuestra vida inspirando la fuerza y la luz de Dios para dar después esta luz al mundo entero. Porque la espiración no es otra cosa que la distribución de la luz que se ha logrado extraer de Dios.
La respiración consciente aporta bendiciones incalculables para la vida física, emocional, intelectual y espiritual. Es preciso que observéis los efectos positivos de vuestro cerebro en todas vuestras facultades; es un factor muy poderoso en todos los aspectos de la vida. Nunca dejéis de lado esta cuestión.
Cómo recuperar vuestras energías
Frecuentemente os dejáis arrastrar por ese desasosiego que se ha convertido actualmente en el estado habitual de los seres humanos y que es tan perjudicial para su equilibrio físico y psíquico. Debéis velar sobre vuestro sistema nervioso procurándole de vez en cuando un descanso. Por ejemplo, os retiráis a una habitación tranquila, os tendéis boca abajo sobre una cama, o en el suelo sobre una alfombra, con los brazos y las piernas relajados, os dejáis llevar como si os sumergierais en un océano de luz, sin moveros, sin pensar en nada. . . uno o dos minutos después, os levantáis recargados. Eso es todo; es poca cosa, pero es muy importante.
Seguramente diréis que no siempre es posible acostarse de ese modo. Pues bien, quedaos sentados; lo esencial es que lleguéis a romper esta tensión en que vivís. Hay que saber detenerse, y no sólo una o dos veces al día, lo cual no es suficiente, sino diez, quince, veinte veces. Aunque esto no dure más que uno o dos minutos, lo esencial es que os acostumbréis a hacerlo con frecuencia. Cada vez que tengáis un momento libre, no importa dónde os encontréis, en lugar de perder vuestro tiempo o de poneros nerviosos porque os hacen esperar, aprovechad esta ocasión para apaciguaros y encontrar vuestro equilibro: reanudaréis después vuestras actividades con nuevas fuerzas.
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Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.