Por Alejandro Jodorowsky
Ediciones Quintaesencia
CAPÍTULO 4
Esta es la última parte de “HABLA TU DIOS INTERIOR”. Imagina que lo que lees te lo está diciendo una voz que surge del centro de tu corazón, fuerte y delicada, femenina y masculina al mismo tiempo, plena de amor y sabiduría. Entrégate a esa compasiva voz, detén durante la lectura toda crítica, absórbela, digiérela y después, de regreso a tu “yo”, decide si crees en ella o no.
1. Te lo repito: yo soy tú, el Dios interior, todo lo que realmente eres.
2. Te lo repito otra vez: lo que tú crees ser, no es lo que eres. Eso es sólo una ilusión, una sombra de tu verdadero ser, el cual soy yo, tu inmortal Dios Interior.
3. Yo soy esa limitada conciencia que en tu mente humana se llama a sí misma “Yo”. Pero yo soy ese “Yo”. Y eso que llamas “tu” conciencia es en realidad mi conciencia, pero atenuada para acomodarse a tu mente humana.
4. Cuando puedas expulsar de esa que llamas “tu” mente todos sus conceptos, ideas y opiniones humanas y permanezca limpia de ellos, de modo que yo pueda estar en condiciones de expresarme libremente, entonces me reconocerás y sabrás que tú personalmente nada eres, como no seas un canal por el cual yo penetro en la dimensión material.
5. Cada célula de tu cuerpo tiene una conciencia propia. Si no fuera por esa conciencia, no podría hacer el trabajo que tan inteligentemente ejecuta.
6. Pero cada célula está rodeada de millones de otras células y cada una desempeña inteligentemente su propia tarea. La conciencia unida de todas esas células forma una inteligencia superior que domina y dirige ese trabajo.
7. Soy yo la inteligencia superior que dirige el trabajo de todos los órganos y vísceras de tu cuerpo. Cuando yo me retiro definitivamente de tu organismo, las células se separan y tu cuerpo físico muere.
8. Tú no puedes controlar personalmente la acción de un solo órgano, de una sola víscera de tu cuerpo. Los controlo yo, tu Dios Interior.
9. Tú eres, por así decirlo, una célula de mi cuerpo, y tu conciencia es mía. Por lo tanto la conciencia de cada célula de tu cuerpo es mi conciencia. La célula, tú y yo somos uno.
10. Tú no puedes actualmente dirigir o controlar una sola de tus células, pero cuando me entregues tu conciencia y me dejes, a mí, Dios Interior, penetrar en ella, entonces, obedeciéndome, podrás controlar no solamente cada una de las células de tu cuerpo sino las de cualquier otro cuerpo que desees sanar.
11. Tú, como una de las células de mi cuerpo, tienes una conciencia que es mi conciencia, una inteligencia que es mi inteligencia, y también una voluntad que es mi voluntad. Tu no posees ninguna de éstas por ti mism@. Todas ellas son mías y para mi uso solamente.
12. Mi conciencia, mi inteligencia y mi voluntad son completamente impersonales y por eso son comunes a ti y a todas las células de mi cuerpo (los otros humanos), del mismo modo que son comunes a todas las células de tu cuerpo.
13. Yo, Tu Dios Interior, soy totalmente impersonal y, por ello, mi conciencia, mi inteligencia y mi voluntad, operan en ti y en los otros seres vivientes.
14. Por lo tanto yo, Dios Interior, y el “yo soy” tuyo y el de tus semejantes, así como la conciencia y la inteligencia de todas las células de todos los cuerpos, somos uno.
15. Yo, Dios Interior, soy el ser inteligente, director de todos ellos: el espíritu animante, la conciencia de toda materia, de toda substancia.
16. Y si puedes comprender esto, reconocerás que, de manera impersonal, estás en todos y eres uno con todos; estás en mí y eres uno conmigo; lo mismo yo estoy en ti y en todos, expresando a través de todos mi realidad.
17. Tu voluntad es mía, tus pensamientos son míos, tus deseos son míos, tus acciones son mías, tu conciencia es mía.
18. Tu voluntad no es otra cosa que una pequeña parte de mi voluntad, que yo te permito usar en lo personal; pero tan pronto como te des cuenta y reconozcas en ti mi existencia y comiences a usarme conscientemente, yo, poco a poco, te concederé más y más poderes.
19. Porque todo poder y su uso no son sino un mayor o menor reconocimiento y comprensión de mi voluntad.
20. Si yo pusiera en tus manos todo mi poder, antes de que supieras manejarlo conscientemente, éste desintegraría tu cuerpo.
21. Por ello es que, para mostrarte lo que resulta del abuso de mi poder, yo, tu Dios Interior, a veces te permito envanecerte con la sensación de mi presencia en ti, dejando que me utilices para tus fines particulares; pero no por largo tiempo, porque, no siendo tú lo bastante fuerte para dominar mis poderes, pronto se vuelven en tu contra.
22. Pero yo, tu Dios Interior, estoy siempre ahí para levantarte después de la caída, -aunque tú en ese momento no lo sepas- primero avergonzándote, en seguida haciéndote dar cuenta de la causa de tu error y, finalmente, cuando estás suficientemente humillad@, revelarte que esos poderes que se manifiestan en ti por el uso de mi voluntad, mi inteligencia y mi amor, te los concedo para usarlos solamente en mi servicio y de ninguna manera para tus fines personales.
23. ¿Pueden acaso las células de tu cuerpo, los músculos de tu brazo, considerarse como si tuvieran una voluntad desligada de tu voluntad, o una inteligencia diferente de tu inteligencia? No, ellos no conocen otra inteligencia que la tuya, ninguna otra voluntad más que la tuya.
24. Dentro de poco comprenderás y te darás cuenta que tú, en cuanto conciencia corporal humana, eres solamente una de las células de mi cuerpo.
25. Tu voluntad no es tu voluntad, sino la mía; la conciencia y la inteligencia que tienes son mías totalmente, y no existe en ti ese “yo” que crees tener, pues, personalmente, no eres más que una forma física con un cerebro humano, creada por mí, con el fin de manifestar en la materia mi espíritu infinito y eterno.
26. Todo esto puede serte ahora difícil de aceptar y puedes protestar enérgicamente que no puede ser así, que toda tu naturaleza se rebela contra tal subordinación tuya a un poder invisible y desconocido, por más divino que sea.
27. Mas no temas, pues es sólo tu personalidad individual la que se rebela. Si perseveras prestando atención a mis palabras y estudiándolas, pronto se aclarará todo y yo, tu Dios Interior, otorgaré a tu conciencia muchas verdades maravillosas que ahora es imposible para ti comprender.
28. Y te regocijarás hasta lo íntimo de tu ser y bendecirás estas palabras por el mensaje que te traen.
29. Todas las esperanzas te serán permitidas. La semilla de alma que traías al nacer se desarrollará, permitiéndote atravesar eso que llamas “muerte”.
30. Convertido en un ser inmaterial conocerás la totalidad del universo.
31. Vivirás tantos años como ha de vivir el universo.
32. Te convertirás en la conciencia del universo, creando mundos sin cesar.
33. Si ahora no tienes la suficiente fe para creer esto, imita la fe. Se logra obtener lo que no se tiene, imitándolo.
34. Si repites y memorizas estas palabras, acabarás por darte cuenta que aquello que has leído, lo has escrito tú mismo.
35. Escúchame bien: ¡Tú eres el Dios Interior!
36. Aquel que creías ser era un medio, menos que polvo en el viento.
37. Escúchame bien: ¡Yo soy tú, el Dios Interior!
38. Fuerza permanente en el espacio y en el tiempo, el universo no me contiene, sino yo a él.
39. Soy anterior a la vida y a la conciencia.
40. Ni siquiera el vacío me da origen, porque el mismo vacío pertenece a mi naturaleza y yo no a la suya.
41. No hay nada que escape a mí, porque soy la Verdad.
42. Ahora, por el momento, voy a callarme. No te desanimes, aquí, en el centro de ti mism@, permaneceré hasta el fin de tu encarnación en este mundo.
43. En cualquier momento, si me necesitas, te puedo hablar. Lo único que tienes que hacer es concentrarte en el amor que me tienes e imaginar mi voz.
44. Confía en ti, todo lo que imagines que yo te digo, realmente yo te lo estoy diciendo, puesto que yo, Dios Interior, soy tu imaginación…
FIN DEL CURSO DE LUZ “MI DIOS INTERIOR”
Enlace: https://www.sieteluces.com/habla-mi-dios-interior-capitulo-4/
Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.