Cuando contemplo el Infinito en tantos caminos recorridos, siento que me disuelvo en las líneas del tiempo, lejos de la realidad cotidiana, que cada vez me parece más un espejismo. Sé de los umbrales que siempre han estado abiertos, así que me parecen rutinarias esas puertas de los mundos visibles que a veces no llevan a ninguna parte. Es hermoso e inquietante esto de sentirse de todos los lugares y de ninguna parte, siempre en un viaje interminable, el que te lleva de las pesadillas a los más hermosos sueños y al final te deja en una playa solitaria en la que el horizonte es al mismo tiempo la mirada, el misterio de los ojos y la luz que reflejan las estrellas.
Es extraña la soledad del peregrino, que al mismo tiempo se siente acompañado por todo lo que palpita, y lo que es pura materia inorgánica, y los seres mágicos que se esconden entre las piedras, y los ángeles benditos que siempre están en mi agradecimiento y en mi memoria.
Sentir la inmensa carga de la vida se compensa con esta mochila vacía en la que no cabe nada, porque es un agujero negro que todo se lo traga, así que voy ligero, como una pluma, sabiendo que soy un equilibrio de cuerpo, mente y espíritu en constante transformación, como llama incesante que busca iluminar la oscura noche día tras día.
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Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.
