La muerte es triste, desoladora y fría, pero es luz, calor, presencia y ternura la vida invisible, como existencia, que hay al otro lado. Ellos viven en nosotros, y nosotros en ellos.
En la apariencia de la distancia, de lo que desaparece, también está la realidad de que todos y cada uno de los que se van, llegan más tarde o más temprano al reino de la Luz. Dios no destruye a las almas que ha creado, por lo tanto, tan sólo cambian de lugar, y no es que se marchen, sino que regresan a su verdadero hogar, al que todos pertenecemos. Aquí, en este mundo de la tercera dimensión, sólo estamos de paso, es una parada en el camino.
El viajero que se toma un café haciendo un alto en el camino, junto a la carretera, no debería pensar que el restaurante es su hogar. Nuestro hogar verdadero es el reino de la Luz. Lo demás es tránsito y peregrinación, búsqueda y aprendizaje. Pero todo viajero siempre desea, más tarde o más temprano, regresar a casa. Benditos sean todos los que regresaron a casa, en la que algún día volveremos a darles un luminoso e infinito abrazo. Todo es cuestión de tiempo…
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Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.