Hay gorriones agitados que quieren anunciarnos la llegada de la primavera con su nervioso aleteo, su vuelo de mansedumbre dejándose caer desde los tejados para llevarse una molla de pan al estómago. La vida es así de sencilla en ocasiones, pero al mismo tiempo se viste con tan inmensa complejidad que nos aturde.
Todo parece rutinario y, sin embargo, lo esencial es invisible a los ojos, que decía el Principito, cuando vino a nuestro mundo proveniente de su diminuto planeta. Tenía poca extensión de terreno que dominar como para sentirse atrapado por el ansia desmedida de poder de los seres humanos, así que para él fue un reino de lo que es logrado hacer amistad con un zorro y enamorarse de una rosa, única entre todas las rosas.
Lo esencial es invisible a los ojos, siempre lo fue desde la oscura noche de los tiempos. Por eso mismo, nuestros antepasados cifraban el misterio en las cuevas y en los abrigos rupestres y se encomendaban a la tradición oral para envasar la sabiduría en forma de mitos y leyendas, para que así viajaran de forma apaciguada y secreta en el océano del tiempo hasta alcanzar cada uno de nuestros presentes.
¿Acaso escucha mucha gente ese grito sordo de dolor de la Madre Tierra, lacerada por la ignorancia y la mezquindad de quienes le provocan terribles heridas en su piel de arena, arcilla o roca? ¿Quién sabe de ese lamento agónico, sin palabras, de los animales o plantas que ven cómo su especie se va extinguiendo poco a poco? Cuántos millones de años lleva trabajando Dios con la paciencia y el amor sin límites para crear cada uno de estos seres vivientes y que luego venga una mancha de petróleo, una isla artificial de plástico o un torrente de elementos tóxicos y acabe con este diseño magistral y único que es la excelsa vida.
¿Se recrea la vista de los seres humanos en el ascenso de los espíritus que han desencarnado por culpa del coronavirus, camino ya de un remoto y cercano cielo al mismo tiempo? ¿Sabe la estirpe de los humanos de esa magia desconocida con forma de duende o gnomo, de hada o elfo, que se esconde en los parajes más inexplorados? Y en cada rincón de la memoria hay una trampa que nos daña a traición y sin medida. Sin embargo, no somos capaces de verla y se convierte en artimaña y celada para que caigamos en el error y volvamos a comenzar desde el principio en el laberíntico juego de la conciencia.
Mirar con los ojos abiertos ese amasijo informe que nos rodea no es ver con la verdadera mirada, sino dejarse atrapar por el mundanal ruido y su carga de sinsentidos. A veces se ve más con los ojos cerrados, dejándose arropar por el silencio para escuchar la música de las esferas que nos abraza y nos permite descifrar este arcano misterio de la existencia.
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Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.