ARTÍCULOS DE SIETELUCES.COM: LOS ALIADOS SECRETOS QUE NOS RODEAN

El drama de la vida tiene ese sonido quejumbroso de las tripas zurriendo porque un niño no tiene un trozo de pan que llevarse a la boca, y las estridencias de los vehículos con tubos de escape que escupen humo que nos va matando lentamente son la horrible sinfonía de una sociedad que ya no sabe de la verdadera música. Es por eso que hay que sembrar poesía en macetas de color violeta colgando de los aleros de nuestros pensamientos y ofrecerla a manos llenas a todos aquellos que han poblado su frente con arrugas más de la cuenta. Es fácil regalar un verso, o una sonrisa de oreja a oreja, para recordarles a los que sufren que siempre hay un motivo para la esperanza.



No hay prisa para alcanzar las aguas del Leteo, no hace falta montar antes de la cuenta en la barca de Caronte, que hay vida a espuertas y a raudales para dibujar golondrinas con la mirada allá donde vayamos.

El cielo tiene una puerta secreta e invisible que se abre con un dedo cuando la felicidad tiñe con los colores del arco iris nuestras pupilas. Te acarician, si te das cuenta, los seres que ya nos dejaron, pero que al mismo tiempo están a nuestro lado. Siempre quedará la dulzura de una anciana haciendo ganchillo o un lama que encontramos en la puerta de su templo tratando de descifrar los enigmas del firmamento. En una caracola hay una espiral que nos recuerda que Dios tiene una medida exacta para todas las cosas.

Hasta los perros callejeros esperan que les des cariño si sabes acercarte a ellos sin que piensen que los vas a moler a palos, y de igual forma lo anhela el espíritu de aquellos seres humanos que parecen oscuros y no dejan de ser más que el fruto atormentado de su pasado.

Los árboles respiran para que respiremos, nos dan su aliento con su mágica exhalación después de transformar lo que a nosotros nos mata. Cuántos aliados secretos nos rodean sin saberlo, cuántos hombres y mujeres anónimos a los que les gustaría que alguien les dijera “te quiero”.

Si coleccionamos susurros los encontraremos, aunque sea en lo alto de una farola o en un banco del parque, porque aquello que queremos descubrir nos espera a la vuelta de un destino, a poco que tropecemos con un adoquín y caigamos, no al suelo, sino en la cuenta de que en todo caminar hay un obstáculo, el adoquín, pero también muchos otros que hacen que podamos caminar con firmeza a lo largo de una calle. ¿A qué renegar, entonces, de la especie humana, por más que una, dos o cien personas, nos fallen? Nunca sabremos dónde acabará el vuelo de una mariposa, pero esa belleza de sus colores hará que ese instante en el tiempo sea para siempre único e irrepetible.

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Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.