ARTÍCULOS DE SIETELUCES.COM: ACARICIANDO EL AIRE VI

En Mano Rítmica Azul.



Siempre ha de haber un tiempo para sanar las heridas, para liberar el corazón de las cadenas de tantas cosas imperfectas.

Sexto día de mi onda encantada del Viento.

Acariciando el aire
VI

José Antonio Iniesta

Luna Galáctica

Sólo con mirar el agua de un río se alivia la tensión que producen tantos mundos en conflicto, tantas palabras llenas de ruido con ganas de subirse por las paredes, anidar en las canaleras, desovar en el cielo raso y extenderse como una plaga maligna por las calles transitadas por miríadas de personas con las neuronas a punto de saltar en pedazos.

Basta con asombrarse con el murmullo del viento entre las hojas para descubrir que todo en la naturaleza está vivo, y que esa fuerza que le hace manifestarse corre por nuestras venas y nos hace sentirnos parte de un proyecto divino.

Es suficiente tocar la tierra con los pies para descargar esa carga eléctrica que hace que de nuestros cabellos salten chispas en la noche.

Piensa mal,

come mal,

siéntete mal,

y dejarás que la enfermedad se apodere de tu destino.

Eso escuchó el caminante del cielo y de la tierra, de las altas montañas y de la arena del desierto, el que ponía sus pies desnudos sobre el musgo y también encima de los cantos rodados. No supo si lo dijo una vieja noguera o un saltamontes solitario que estaba medio escondido en una sabina. Pero sí que era cierto, que somos lo que pensamos, lo que comemos, lo que sentimos.

Un árbol se hace bien grande alimentándose del agua, de la tierra y del aire. Un ser humano crece sano con buenos pensamientos, buenos alimentos y buenos sentimientos.

Al arbolito, desde pequeñito, recordaba que le habían dicho de pequeño al aventurero. Así que hizo un alto en el camino y respiró profundamente, para alimentarse del primer alimento de todos: el aire. Pocos habrían entendido este misterio, el que uno pueda alimentarse de aire, pues siempre había sido frase para chanza y burla, como si eso sólo le correspondiera a la gente rara y a los camaleones.

Pero ni era propio de gente rara ni de reptiles con larga lengua esa magia y magno arte de alimentarse de los fotones del sol que el cielo nos regala a través de la respiración sagrada.

Buscando la sanación del cuerpo, de la mente y del alma,

abrió sus brazos y se dejó abrazar,

amó al Universo por completo y se dejó amar,

respiró con ganas y permitió ser respirado.

Y en la espiral sagrada de la octava dorada

se liberó de las ataduras

que no forman parte de quien se siente libre.

Y sanó sus heridas, las pocas que quedaban,

recobrando la salud porque le hacía falta

para recorrer el más largo camino de un peregrino:

el que le conduce hacia sí mismo.

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Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.