Se hizo la Luz, y sus resplandores adoptaron forma de seres humanos que transitaron los recovecos del espacio de la tercera dimensión, a través del tiempo lineal, en el palmeral más grande de Europa, en las cálidas tierras de Elche de Alicante, en el II Congreso Nacional Alma Consciente, para rebasar todas las fronteras y alcanzar esa visión unificada de la existencia del espíritu tras la muerte, donde nada perece y se perpetúa, avanzando sin cesar en el conocimiento que siempre surge del corazón del Cielo y el Corazón de la Tierra.
Viene siempre un viento transformado en palabra y nos conmueve, que los mayas llaman Ik, para tocar corazones y despertar sus conciencia. Allí estaba ese cauce invisible para casi todos, que siendo conjunto de letras en forma de sonidos, es geometría sagrada flotando y adoptando la forma necesaria en cada ser para arrancar un trocito más de venda, la misma que, sorprendentemente, configura la realidad que percibimos. Pues todo, antes que materia, es siempre luz y sonido…
Una magia interminable y sencilla, una caricia en cada rostro sin que se dieran cuenta, a la vez que todos éramos acompañados por una miríada de seres que siempre se manifiestan, aunque pasen inadvertidos. Allí se quedan, ocupando cualquier espacio que encuentren, o el mismo que utilizan los seres humanos, que lo mismo da, pues son etéricos y bellos, acomodados a la forma precisa que nosotros le demos a nuestras estancias. Allí estaban, tantos y tantos seres de luz, tantos ancestros de las más diversas culturas y tantos familiares y amigos que nos dejaron en presencia física, al tiempo que sentíamos un desgarro en el cuerpo y en el alma.
Pero al alma propia se reconciliaba con uno mismo, en todos y cada uno de nosotros con un proceso diferente, como aceptación de lo inevitable: todos se fueron, porque todos nos iremos algún día cuando nos llegue el momento.
La muerte es inapelable, pero también la necesidad de ser luz más que nunca y reconocer nuestro origen y nuestro futuro en un reino de la Luz inabarcable, tan bello que hay torres gigantescas en las que se escucha constantemente el canto de los ángeles.
A veces dejan de volar, se arrodillan, bajan su cabeza y con las manos unidas cantan a la gloria de Dios frente a una luz indefinible, inabarcable, en ese lugar que me gusta llamar “La buhardilla del Séptimo Cielo”.
No sé cuántos prodigios percibí, en silencio, mirando en 360 grados todo lo que me rodeaba, para no perderme ni el más mínimo movimiento de todas las ondas de luz que conformaban ese holograma vivo de la geometría sagrada, que emana de cada uno de los seres humanos cuando los tienes al lado.
En la ley de causa y efecto, de sincronicidad y resonancia, me fijaba en los movimientos de todos, en los cruces de caminos compartidos, en la forma en que al hablar con el corazón se transforman los ojos, los labios intentando atrapar suspiros que se escapan, y de vez en cuando, ese brillo de cristal que te dice qué está sintiendo cada uno de los espíritus allí presentes, envasados, bien recogidos, en cuerpos de diferente aspecto, de eso que se llama la condición humana.
Fue una gran experiencia ese II Congreso Nacional Alma Consciente. Todavía no entiendo cómo encontré fuerzas para ser yo más que nunca, para abrir la caja de Pandora de mis sueños, de mis anhelos, del verdadero viaje mágico que siempre ha sido el camino de mi existencia. Pero ya está escrito en los anales de esos archivos akáshicos que tanto me fascinan, un día tras otro, donde está guardada la memoria de la humanidad desde las épocas más remotas.
Enlace: https://www.sieteluces.com/se-hizo-la-luz/
Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.