ARTÍCULOS DE SIETELUCES.COM: SI SE CALLA EL CANTOR CALLA LA VIDA

“Si se calla el cantor calla la vida, porque la vida, la vida misma, es todo un canto. Si se calla el cantor muere de espanto la esperanza, la luz y la alegría”. Son palabras que la amargura que duerme en el envés de las hojas me trae a la memoria, de la canción de Horacio Guarany, tan bellamente cantada por Mercedes Sosa.



Y es por eso que reclamo a los jilgueros de mi infancia, los “colorines” que alegraban con sus trinos nuestros días inolvidables, que no dejen de cantar en lo más profundo de mi corazón para recordarme que estoy vivo. Le pido a Dios, con todas mis fuerzas, que rompa de una vez todos esos espejos en los que se refleja cada una de mis miradas de tristeza y me vuelva a dar la llave del cofrecillo de las esperanzas.
Si se mueren los poetas, creyendo que a nadie le interesa ya la poesía, el cielo será un poco más gris, o bastante más, de lo que parece cuando nos ponemos las gafas negras para no ver de frente a quien nos ha dado el golpe por la espalda.

Ruego a todas las fuerzas de la naturaleza que nunca nos prive el peor de los destinos de ese color de las flores que habita en nuestros ojos, las que vimos cuando el agua corría desbocada por incontables arroyuelos, un tiempo de la memoria primigenia que aún sabe a algodón de azúcar y huele a manzana recubierta de caramelo.

Mira que cuesta en estos días esbozar una sonrisa, salir a la calle para buscar nuevos horizontes, cuando lo que te pide el cuerpo es replegarte tan dentro de ti mismo que parece que fueras más una ostra que un ser humano.

Dice la ciencia y hasta la mística que una perla dentro de una ostra es un milagro de la naturaleza que se produce cuando el bivalvo recubre al elemento hostil que ha entrado en su interior, una minúscula partícula de arena o un parásito, con nácar, puro carbonato de calcio, para que no le dañe, y capa a capa, termina convirtiéndolo en una perla. Así que dentro de cada perla hay un agresor que tiempo atrás fue un peligro, una amenaza, una ruptura en la armonía y placidez contemplativa de una ostra.

Quién pudiera convertir cada agresión, cada traición, cada puñalada trapera, en una perla, y poder darlas a manos llenas como símbolo de la transformación de la oscuridad en luz, de la renovación de la conciencia. Pero los seres humanos no somos ostras, aunque en ocasiones nos comportemos como ostras, y nos vemos incapaces de impedir que nos duelan las heridas más profundas.

No quiero que el cantor que habita en lo más profundo de mi alma se muera. No quiero que dejen de volar en mi memoria los jilgueros de bello plumaje. Y tampoco quiero que agonicen las esperanzas, así que tengo cada vez más como segunda residencia al silencio, a ver si algún día, por obra y gracia del Espíritu Santo, llego a comprender al ser humano. Daría mil poemas por conseguirlo y tres cuartas partes de los más bellos olores que he guardado en mi conciencia, entre ellos el del pan recién hecho en el horno y el de las gomas de borrar sobre el pupitre en una clase de lengua donde descubrí el prodigio de hilvanar palabras.

No quiero alejarme del niño que fui, colmado de ilusiones en el afán de conocer el profundo misterio de la vida, ni agonizar mientras se sigue viviendo igual que tantas personas, auténticos muertos vivientes, con los que me encuentro a mi paso nada más levantarme por la mañana. Pero es verdad que la vida nos los pone difícil en estos tiempos con tanto jarro de agua fría que llevan a cuestas ciertos seres humanos, con esa colección interminable de dagas para romper el velo de las más bellas ilusiones, en este deporte de moda de acabar para siempre con los pocos que todavía soñamos cuando estamos despiertos.

Enlace: https://www.sieteluces.com/si-se-calla-el-cantor-calla-la-vida/

Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.