ARTÍCULOS DE SIETELUCES.COM: ESTAMPAS RELIGIOSAS DE UN CIELO PROMETIDO-IGLESIA ARCIPRESTAL DE SANTA MARÍA DE LA ASUNCIÓN, HELLÍN, ALBACETE. 8 DE OCTUBRE DE 2007

Siempre hay una búsqueda entre mil que me ha llevado a recorrer los más extraños laberintos, las más lóbregas criptas, a caminar entre los muros más recios y sobrios de la historia de España y de no sé cuántos países del mundo entero.



Y en esta ocasión, el viaje interminable me llevó al misterio, al recóndito lugar de una iglesia del siglo XV-XVI que está a pocos pasos bien dados de mi propia casa, el lugar sagrado y amado desde siempre en el que fui bautizado, cuando sobre mi cabeza cayó el agua bendita que me hizo entrar en la comunidad cristiana en la que vivo. No sabía el niño que se asomaba a aquella pila bautismal que estaba destinado a adentrarse en el camino espiritual que está más allá de toda religión y dogma, el sendero universal de la conciencia que está por encima de cualquier obra que haya sido escrita por el ser humano, entregándose seguramente desde que nació al único designio que reconoce, que es el de la escritura de la pluma invisible de Dios Padre-Madre.

Me dedicaba por aquel entonces, como a otros mil y un menesteres, a recopilar estampas religiosas de varios siglos, que eran vivos documentos de la religiosidad del pasado, auténticas piezas etnográficas y testimonios manuscritos en muchas ocasiones de las personas de piedad y firmes creencias que las tuvieron en sus manos.

Y gracias a la generosidad y amabilidad del que por entonces era su sacristán, Rafael Sánchez Hortelano, cuyo nombre se le daría tiempo después al museo que está justo al lado, el MUSS de Hellín, subí por esa torre del campanario por la que tantos ancestros de nuestro bendito pueblo llegaron hasta lo más alto de esta soberbia construcción que también algún día recibirá mi cuerpo sin vida, camino ya mi alma de esos añorados reinos celestiales.

Jamás olvidaré esa tarde magnífica, embelesado en la contemplación gozosa de tantas y tantas estampas que durante años fueron poniéndose con clavos en el yeso de una pared en la que tantas veces ha resonado el vibrar de las campanas. A mi izquierda estaba la esfera del reloj que desde siempre ha ido marcando las horas de mi vida, y por todas partes ese legado del pasado que desde niño me ha hechizado, tanto vuelo de ángeles, tantos rostros de un mismo Niño Jesús, los rostros diversos e inmaculados de la Virgen y el aire místico y sobrenatural del mismísimo Jesús, el Cristo, entre una relación interminable de toda clase de santos y santas, crónicas vivas tras su muerte de históricas andaduras en este tortuoso camino de la vida que va de las tinieblas a la luz y de la luz a las tinieblas.

Sonaron las campanas de repente y los guardianes del templo, aunque en ese momento me encontraba completamente solo en la iglesia, se alarmaron, porque como después me dijeron, esas campanas se habían tocado a mano, y nada tenía que ver su tañido con el mecanismo que programaba los toques a determinadas horas. Por más que se miró en el campanario, como era de esperar, nada resolvió el enigma: nunca se supo por qué sonaron las campanas por su cuenta aquella tarde de octubre en las que el templo sagrado estaba cerrado a cal y canto, con la confianza que se me había otorgado de estar solo, completamente solo, recreándome en la belleza de aquellas estampas religiosas que el bueno de Rafael Sánchez Hortelano quiso que yo las guardara para siempre, cansado como estaba de que la gente las arrancara de malas formas, troceándolas, o que los regueros de agua de los recalos de las goteras las estropearan de vez en cuando. Ahora forman parte del gran legado que estoy preservando desde que tenía siete años y hasta los cuatro clavos de cada una de ellas, sin faltar ni uno, se guardan como una reliquia de un tiempo que ya no volverá nunca, de un templo de mis amores en el que fui bautizado y en el que seré el involuntario protagonista de mi propio funeral, y ahora, en mi recuerdo, de un sacristán de buen corazón que entendió que lo que para mí es sagrado lo será por siempre…

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Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.