COPAL SAGRADO

Tengo una hermanita de luz que hace magia con el pensamiento, puro milagro con solo mirar al infinito. Tiene un cuenco de barro en el que arde un espíritu sagrado, copal lo llama, resina es, pero es pura columna de humo que asciende hasta el reino de lo divino.



Bendito uso del barro y de una resina para consagrarse al Gran Espíritu, que para ella es Padre y Madre, Con ese cuenco que llama sahumador hace extraños movimientos para quienes la observan, que no son más que la matemática y la geometría de un orden que está por encima de nosotros. Tiene la costumbre de recorrer el mundo entero dando solo unos pasos. Se mueve por el norte, el sur, el este y el oeste, en unos minutos, y sin embargo ha dado una vuelta entera por la Tierra y ha consagrado su palabra a una filosofía de vida que, para expresarla del todo, habría que escribir mil y un libros, y aun así, nos faltarían páginas.

Qué extraña y maravillosa mujer que con palabras incomprensibles hace que el espíritu las entienda, que en ese viaje por el mundo en cuatro pasos también honre a las entrañas de la tierra, a cada una de las estrellas y planetas de la galaxia, y aun tenga tiempo para honrar al corazón puro del mundo en el que vivimos, en el centro del axis mundi, en ese eje invisible que conecta el Macrocosmos con el Microcosmos.

Dice ser sahumadora, que el fuego sagrado que en sus manos lleva es femenino, que la columna de humo del copal revela identidades, energías, augurios y marca la distancia entre la luz y las sombras.

En verdad esa columna humeante, ese pilar que une el corazón del Cielo con el corazón de la Tierra, huele a gloria, y te traslada, si así lo deseas, a no sé qué reinos que nada tienen que ver con una calle llena de tiendas, ni un bar lleno de personas sacándole brillo a la barra.

Al pronto estás en un lugar indefinible, donde almas puras saben quién eres, o se añaden otros aromas, impregnados en los recuerdos de los más hermosos momentos que hemos vivido.

En verdad ese fuego pequeño y femenino que bulle en el interior de un cuenco de barro debe ser mágico, porque da esperanza para volver a ser lo que uno siempre ha sido, de reunirse con otros seres como uno que danza y danza abriendo puertas invisibles que conducen a lo más profundo y amoroso de la Tierra. Una danza envuelta en plumas de faisán y hologramas de colibrí con corazón grande, y un quetzal que revoletea entre la estela de luz que dibuja el redoble de un tambor. Los pies descalzos clavándose en la tierra, las almas saliendo del cuerpo para expandir su gloria, un círculo en el que el movimiento es de derecha a izquierda y de izquierda a derecha.

En verdad, es sabia esta mujer de mirada profunda, que escanea hasta la más mínima célula de un organismo viviente, que siempre tiene palabra y juicio para llenar con sonidos el firmamento. Y aun así, duerme a cada rato que quiere en el lecho de sus profundos silencios. Se llama Lolita Vargas Martínez, Malinalticitl, aunque en verdad no sé cuántos nombres habrá tenido ya a lo largo del interminable curso del tiempo, seguramente siempre con un sahumador en el que la transmutación del copal hace que surja una columna de humo que nos conecta con lo sagrado.

Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.