Amada Madre Tierra, fuente primigenia de todo cuanto nos es concedido, conciencia pura de la totalidad de las especies, vibración de vida hasta el más pequeño grano de arena, pues todo es luz y sonido en el origen, todo es vibración manifestándose en distintas formas de la materia.
Gaia, Pachamama, que hablas a través de las señales en el cielo, que envías a tantos de tus mensajeros, los animales guía, que expresas la perfección de la creación divina a través de la geometría sagrada, la eterna danza de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, amor supremo desde el musgo a la secuoya, del veloz antílope al colibrí con su gigantesco corazón agitado en su constante vuelo, de la amatista a la obsidiana, que encierras un enigma en el quetzal y en la serpiente.
Te vi sangrar por tantas heridas que me quedó la pregunta en el aire cuando te manifestaste en un lugar de poder, un entorno sagrado, el día en el que fui para siempre consagrado guerrero de la luz para defenderte más allá del tiempo y del espacio, aunque fuera a costa de mi propia vida, porque sé de tu luz y de tu voz suave, de tu inteligencia y alma colectiva más allá de un propósito de ecología, una diosa en ti misma manifestada, capaz de abrir a cada momento los umbrales secretos que llevan a los reinos de los elementales, mis hermanos los duendes, los elfos, las hadas y los gnomos.
Cuántas puertas abiertas en el laberinto de fractales al viajar con la abuelita ayahuasca, al ver las incontables moradas en las que habitas. Hay tantos vedas en tus reinos, tantos apus en lo alto de las montañas, tantas drusas de cuarzo guardando la memoria ancestral, tantos árboles reservando el conocimiento para cuando lleguen los humanos con el corazón abierto a recibirlo, que mis ojos lloran a cada momento sabiendo de tanta ignorancia al no amarte, al no acariciar tu rostro de tantas formas con la mayor dulzura, al ver que las vendas de los ojos pesan más que la mirada a través de un entrecejo, capaz de ver tantos planos como en ti se manifiestan.
Sé de las ceibas abriendo sus puertas sagradas para llevarnos al mundo intraterrestre, sé de la voz de los árboles, aunque no tengan boca, sé de ese Kuxam Suum que me lleva a través de su espiral dorada al corazón de cuarzo de tus entrañas. Y por eso es más grande el dolor, infinito, al ver tu cuerpo trastornado, tu sueño mágico de la serpiente de todos los colores perturbado por la pesadilla de legiones de arcontes.
Madre Tierra, a pesar de las lágrimas que queman como el fuego, mi alma entera estará siempre a tu servicio, para preservar tu magia encerrada en el útero de cada cueva, para cuando llegue el día en el que, los que despierten, deseen saber que, en la infinitud del Cosmos, la Tierra, nuestra madre, nunca ha dejado de esperar nuestro abrazo… Ahora y para siempre, amor infinito de tu hijo, que llora con lágrimas de fuego…
Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.