LA SALUD EN EL SIGLO XXI

LA SALUD EN EL SIGLO XXI



Los conceptos de salud y enfermedad no sólo no han sido los mismos a lo largo de la historia sino que siguen sin serlo en nuestros días. De hecho, siguen estando supeditados a la cultura del lugar y a las creencias. Lo singular es que tales creencias no son ya algo exclusivo del ámbito religioso: han pasado a formar parte del ámbito científico. Llegándose al absurdo de defender simples creencias en nombre de la Ciencia.

Viejo paradigma: La enfermedad es tan sólo una alteración molecular.

Nuevo paradigma: La enfermedad es un lenguaje del cuerpo.

En la vieja concepción newtoniana, la enfermedad era algo que provenía de causas externas, ajenas a la persona, algo dañino que afectaba al cuerpo, una disfunción del patrón ideal de funcionamiento de la máquina orgánica. La idea que predominaba era que había una separación entre el «conductor y el coche» de tal manera que cualquier avería de éste era sólo un problema a «reparar» para seguir adelante sin más consciencia de cambios ni transformaciones globales.

Actualmente sabemos que la inteligencia de la vida actúa a través de sus mil y un caminos, a veces sinuosos, hacia el propósito fundamental de la misma. El ser -en todos sus planos- es inteligencia. El cuerpo es inteligencia y la inteligencia está animada por un sentido de la vida, por un propósito último que inspira de manera creativa y sin fronteras movimientos de ajuste y adaptación de la evolución personal en consonancia con la evolución integral del Universo.

El cuerpo habla a través de los síntomas, se expresa, sugiere, inspira altos en el camino y señala focos a observar. El cuerpo, como una parte más de la expresión multidimensional del ser humano, es capaz de somatizar aspectos de los campos energéticos de mayor vibración que todavía no afloran al consciente. En este sentido, el programa espiritual tenderá a manifestarse a través de las sutiles vibraciones de la mente, de sus emociones y sentimientos vitales, de los corpúsculos del cuerpo energético, hasta llegar a las moléculas físicas.

Hay que tener en cuenta que del conjunto de niveles vibratorios que componen el ser humano integral, el cuerpo físico es el de más baja frecuencia y que por encima de él existen todos esos campos vibratorios que están en continua interacción, siendo la enfermedad la consecuencia de las desarmonías entre las distintas frecuencias.

En las antiguas concepciones se consideraba que sólo enfermaba el individuo. Hoy, con una visión más amplia en la que todos los elementos están interrelacionados, se considera que una persona enferma es el exponente de una sociedad enferma.

Viejo paradigma: El cuerpo es un objeto aislado integrado por átomos y moléculas.

Nuevo paradigma: El cuerpo no es un objeto ni está aislado y es uno con la mente.

Fue Descartes quien planteó la dualidad materia-espíritu como dos mundos claramente diferenciados. Más tarde, el concepto cuerpo-mente se impuso en la ciencia y se consideró que era cuerpo todo aquello que estaba encerrado dentro de nuestra piel. La mente, en cambio, quedaba relegada a un serie de funciones bioeléctricas que tenían lugar en el cerebro.

Estas concepciones sirvieron para investigar y desarrollar caminos que posibilitaron los avances de la Medicina hasta el punto de sustituir órganos o manipular el código genético pero nos hizo olvidar que un trato agresivo hacia el medio ambiente -tanto «exterior» como «interior»- desequilibraba la ecología cósmica ya que la unidad global de todo lo que existe está regido por las mismas leyes e interactúa afectando a todo lo creado por igual.

Los avances de la inteligencia para dominar y controlar la naturaleza llevaron al ser humano a olvidarse de que ésta tiene también su propia inteligencia como soporte y medio de la manifestación de la vida.

La nueva conciencia comienza a vislumbrar que el cuerpo ya no es tan sólo un conjunto de células, tejidos, órganos y aparatos o sistemas sino que se trata de una banda de seis mil billones de células que, como pequeños elementos vivos, participan del Plan de Consciencia manifestando una interdependencia que les hace participar de la evolución global.

Según la teoría de la Relatividad, la materia es energía, la energía es consciencia y, por tanto, los millones de micro mundos que danzan en el espacio infinito de cada centímetro de cuerpo nos remiten a la mente, verdadero arquitecto que proyecta y planifica el mundo energético y material.

La dimensión interior del ser humano no puede ser obviada por el simple hecho de no ser todavía medible y cuantificable en laboratorio. Porque, además, aunque pudiese hacerse nos encontraríamos con que cada ser humano es absolutamente único e irrepetible y que las infinitas permutaciones y combinaciones que realiza la mente de una persona nunca podrán ser reproducidas de la misma forma por otra. No podemos ser tan simplistas de traducir niveles de serotonina por alegría o de dopamina por compasión. La mente tiene la facultad de inducir cualquier mecanismo emocional que desencadene de inmediato todo un torrente de reacciones químicas imposibles de extrapolar por nuestra ciencia y que están respondiendo a una llamada de niveles de consciencia muy superiores.

Viejo paradigma: Enfermedad y salud son dos conceptos contrapuestos, entendiéndose enfermedad como algo puramente negativo.

Nuevo paradigma: Enfermedad y salud se ven como procesos de la vida, como estados mentales que hablan de la evolución de la consciencia.

La tradicional forma de concebir la enfermedad como algo negativo que nos invadía y contra lo que había que luchar, está dejando paso a una observación más amplia. Así, la salud y la enfermedad son parte de un mismo proceso, estados del ser, al igual que lo son el nacimiento y la muerte. La salud ha dejado de ser considerada como el perfecto funcionamiento molecular para pasar a ser el resultado del equilibrio interior. De tal manera que la persona encara la enfermedad de un modo distinto, con una actitud de apertura, flexibilidad y aceptación que nace de la comprensión del proceso que está viviendo. No busca culpables fuera de sí a quien responsabilizar de lo que le sucede. No trata de aplicar resistencias sino de escuchar el mensaje y dejar que fluyan las soluciones buscando los remedios más adecuados para cada problema pero teniendo siempre en cuenta todos los aspectos.

Ya no se trata tanto de analizar el cuerpo sino de analizar los niveles más sutiles pues el cuerpo, simplemente, es la expresión de los desajustes que al final se podrán traducir en saltos de consciencia, en apertura de la mente a realidades más amplias, en una potenciación de los sentimientos que dejan hablar al corazón que muchas veces se encuentra blindado por bloqueos emocionales desde el nacimiento.

Al aceptar la enfermedad como un suceso más en el camino de la vida se trasciende del plano biológico y se llega al reconocimiento del impulso evolutivo que anida en todo ser. Es entonces cuando la enfermedad se convierte en un acicate para el cambio, para la ruptura de hábitos, para la búsqueda de soluciones diferentes a los problemas que siempre nos ocupaban. Se adquiere, en definitiva, una dimensión trascendente en la que el espíritu va acumulando un amplio bagaje de experiencias a lo largo de su trayectoria de reencuentro con el origen del que partió. La enfermedad pasa de ser el mal funcionamiento de una parte del cuerpo para convertirse en algo integrante del desarrollo personal, una oportunidad de crecimiento y transformación.

Toma de consciencia de que la curación es el resultado de la armonización y equilibrio de los distintos planos vibratorios del ser humano (físico, energético, emocional, mental y espiritual).

¡Está en tus manos!

Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.