PRÓLOGO DE «LA TAMBORADA MÁS GRANDE DEL MUNDO», DE JOSÉ ANTONIO INIESTA, ESCRITO POR ANTONIO MORENO GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE HELLÍN
Es ahora el momento idóneo para que el fenómeno de nuestra TAMBORADA sea tratado en la presente publicación desde los más distintos puntos de vista: antropológico, sociológico, psicológico, litúrgico… Ello nos permitirá tener de esta manifestación local un concepto todavía más amplio y diverso posible. En suma, entenderemos mejor este rito ancestral, singular y misterioso, y nos propicia ofrecerlo y proyectarlo en toda su magnitud y dimensión, no sólo dentro del ámbito nacional, sino allende nuestras fronteras.
El reconocimiento reciente otorgado a la TAMBORADA DE HELLÍN por el gobierno de España con su declaración de INTERÉS TURÍSTICO INTERNACIONAL, nos obliga, en cierto modo -ahora más que nunca- a una reconsideración del tema, basada en estudios aún más profundos y rigurosos que pudieran justificar legítimamente el elevado galardón del que se ha hecho acreedora.
Tanto sus orígenes como su elevado índice de participación; poder de convocatoria; continuidad en el tiempo de su celebración; la singularidad de sus toques (totalmente autóctonos); indumentaria, y demás formas de expresión, nos hablan, sin ningún género de dudas, de una tradición que se remonta a siglos atrás.
Tan original y estruendoso concierto con el que esta ciudad de Hellín celebra su Semana Santa, reúne en unas horas e itinerarios determinados a una gran masa de tamborileros, cuyo número se acerca a las veinte mil personas, entre propios y extraños. Un auténtico “mar de ruidos” en boca del gran poeta local Mariano Tomás (1930). Entre esta muchedumbre se cuentan gentes de diversas edades, condición social, raza o ideología, que se unen sin distinción alguna para ser protagonistas de esta original TAMBORADA, para los hellineros “ruido piadoso”, según el periodista nacional Francos Rodríguez (1910), y “música celestial” en palabras de otro escritor hellinero, Tomás Preciado (1965).
Toda una hermosa herencia de nuestros antepasados, de la que los hellineros hemos hecho patrimonio único y signo de identidad propios.
No es esto todo, siendo mucho cuanto puede decirse de este rito sorprendente que acontece anualmente en Hellín. Por eso, si ahondamos aún más en esta ancestral costumbre, nos resultarían increíbles, todavía, algunos fenómenos que se producen dentro de su desarrollo. A saber:
¿Cómo es posible que miles de personas puedan darse cita cada año en un determinado y emblemático escenario de la ciudad, como es la típica calle del Rabal y sus aledaños, sin que medie aviso previo?
¿Por qué todas ellas concurren a esta convocatoria tocadas de un mismo atuendo, austero y sencillo, acompañado de dos palillos y un tambor?
¿Qué decir de esos toques o redobles autóctonos que no precisan de ninguna partitura musical y no de otros ajenos de los que se prodigan por otros lares?
¿Por qué se comparte, también, la misma gastronomía; los mismos temas de conversación; idénticos momentos de emoción; itinerarios invariables, y otros modos de conducta que, con el paso de los años, han llegado a constituir un auténtico código de comportamiento del tamborilero de Hellín?
Y, finalmente, ¿para qué y por qué se ejecuta esta curiosa tocata?
Nosotros creemos que ante el ritmo vertiginoso en el que hoy se desarrolla nuestra sociedad, con los componentes nocivos de estrés y ansiedad como más relevantes, nuestro cuerpo, de forma natural y buscando su propia supervivencia, responde inmiscuyéndose entre este gran colectivo tamborilero, utilizando todos sus componentes de música, ritmo constante y acompasado (mantra para los orientales), que actúan para buscar la distensión, inhibición y desbloqueo emocional y anímico. En definitiva, se llega a experimentar una catarsis o modo de liberar nuestro interior, que posibilita que, tanto nuestro cuerpo como nuestra mente, alcancen armonía y equilibrio. Para quienes hayan estudiado algo sobre el comportamiento de la mente humana, es posible que coincidan con nosotros en que la TAMBORADA viene a constituir una forma más de alcanzar efectos benéficos muy personales. Y por ello, no es arriesgado afirmar que allá donde la persona puede expresar sentimientos positivos y en común, se produzca una auténtica terapia para su cuerpo y su mente.
Finalmente, decir que la limitación de tiempo y espacio en este trabajo, impiden abordar otros enigmas que, sin duda, todavía existen dentro del tema que nos ha ocupado.
Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.