EL ESPÍRITU DIVINO DE LA AYAHUASCA

El espíritu divino de la ayahuasca



José Antonio Iniesta

Acabo de llegar de un nuevo viaje. Estuve tres días fuera, ¿o quizás fueron millones de años?, con un hombre de conocimiento. Alguien diría que con un chamán, un puro mago de la Tierra, un hombre medicina, pero a buen seguro que él se define más con la sencillez de su silencio, de su paso por la vida con el vaivén armónico de una hoja que cae de un árbol. Vino del corazón de la selva brasileña para ofrecer un regalo sagrado, recogido en las entrañas de la floresta: la ayahuasca.

Con lo ambicioso que soy en todos mis proyectos, en éste me había marcado una meta más que elevada, contactar con ciertas entidades de luz y resolver algunos misterios sobre el origen de la creación, sobre mi propia existencia. Pero si hubiera multiplicado por cien este deseo, me hubiera quedado igual de corto. Todo fue infinitamente más sorprendente, revelador y gozoso (por encima de todo, gozoso) de lo que nunca hubiera llegado a imaginar.

Nadie podrá llegar a comprender sin haberlo vivido, como yo no hubiera sido capaz de hacerlo, lo que ocurrió durante trece horas de ceremonia a lo largo de dos sesiones, cada una con tres tomas de la bebida sagrada.

Es tan fascinante todo lo que ocurrió que no encuentro palabras en mi diccionario para expresar lo que vi, los lugares donde estuve, las dimensiones que visité. Vi a tantos seres que no sabría ni siquiera cómo definirlos. Eran reinos maravillosos, con tanta luz y color que todo lo que nos envuelve palidece. Eran otros colores: los de la pura expresión de la Luz.

Qué poco sabemos de nuestra existencia… Cuántas maravillas están al alcance de la mano…

Doy gracias al cielo por todos los regalos que me está concediendo en los últimos tiempos, en un viaje interminable a través de ciudades de luz, en distintas dimensiones. Mil años necesitaría para contar todo lo que he vivido últimamente. Tanto llevo en mi interior que para responder al regalo de la Luz habré de compartirlo de una u otra forma. Siempre cuando llegue el momento, cuando sea certera la expresión, en el momento en que el corazón lo sienta con la honestidad que se merece.

No tengo motivo real para quejarme en esta vida. Tengo la sensación de que me alcanza la fortuna todos los días, y no puedo guardarme para mí tanta riqueza, porque sé que a todos nos pertenece.

Imaginaba maravillosa la existencia, el Universo, la pluralidad de todos los universos de la Creación. Lo he sentido así desde que nací, pero todo lo que he podido ver últimamente me ha desbordado y me ha encajado en un vivo centro del puro equilibrio, en el que todo responde al más intenso de los gozos. Creía que había visto cosas maravillosas, pero para mi sorpresa siempre hay algo más fuerte todavía, a cada momento. Lo que me depara el futuro me parece inconcebible. Hace ya tiempo que sé que mis sueños más fantásticos se cumplirán, porque ya ha sucedido. Sólo necesito navegar en las líneas del Tiempo y hacerlo como siempre lo he hecho, entregándome al reto del vacío, del abismo, de esa prueba iniciática con la que se valora nuestro grado de compromiso.

Nunca temí al espíritu de la ayahuasca. Durante años deseé encontrarme con él. Sabía con absoluta certeza que siendo éste un regalo de la Madre Tierra no me haría daño. Y así fue. Sencillamente, cuando las puertas se abrieron, las atravesé, y contemplé, con los ojos de un niño (nunca más verídica la expresión), las maravillas que se mostraban a mi alrededor.

Por eso acepté una invitación que se me hizo en las lejanas tierras de México, para acudir a una cita que tendría lugar tan lejos de Brasil, tan cerca de mi propia casa. El cielo no sólo es generoso al abrirnos sus puertas, sino que nos las acerca con una facilidad asombrosa. Los tiempos se aceleran, el fluir del movimiento se intensifica. Hay premura para que todas las puertas se abran, para que las antiguas bibliotecas del conocimiento nos muestren el legado guardado durante tantos miles de años.

Incluso ahora, cuando escribo, los efectos son sumamente perceptibles, de tal forma que me ofrecen la oportunidad de continuar el viaje interior, además de ser completado con la autoexploración, con el análisis de una experiencia desde la visión antropológica. Puedo anotar cada sensación, cada cántico interior que escucho, la limpieza física que supone este proceso todavía. El mundo de sueños y visiones que se acrecienta, la increíble capacidad de atención de distintos niveles de existencia a un mismo tiempo.

Después de beber por primera vez la ayahuasca hay un proceso de 21 días de efectos increíbles, una pura depuración a todos los niveles: físico, mental y espiritual. Permite un inmenso atajo, una transformación que tardaría años en producirse. Efectivamente, tres días después, aunque mi apariencia pueda ser absolutamente normal, la sensación interior es increíble, y a poco que cierre los ojos o me quede quieto vuelvo a experimentar gozosas sensaciones y conexiones profundas con lo indefinible. Pero ni siquiera necesito cerrarlos para experimentar el gozo, pues forma parte de mí de una forma que nunca sería capaz de expresar. Quizás lo más cercano que recuerdo, lo que más se parezca, es esa sensación que sentía cuando era un bebé y mi madre me abrazaba, envuelto en un chal de color blanco. Me sentía protegido, envuelto en la calidez de su abrazo, en la grandeza y la gloria de sentirme en absoluta paz.

Siete horas duró la primera ceremonia, seis la segunda,  pero ahora viviré la experiencia durante tres semanas más. Es una oportunidad única para analizarme, porque nunca más tendrá lugar este proceso concreto. Cualquier otro será ya diferente. A buen seguro que maravilloso, pero diferente. Esta primera conexión será siempre única, por eso es una gran oportunidad para descifrar el comportamiento del elemental de la planta, del espíritu divino que habita en la liana y en sus hojas, que trasciende a las dimensiones del tiempo y del espacio. La forma en que te habla, te limpia, te conecta con infinitas realidades nunca antes imaginadas.

Sólo siento esta gran impotencia al no poder expresar a qué reinos pertenecen los millones de seres que vi, todos ellos afanados en la perpetuación del Orden. Siempre he creído en el Orden Sincrónico, en la naturaleza primigenia del Orden Absoluto, frente al aparente desorden, que o bien es provocado por nuestras actitudes, o bien es interpretado así por la ilusión en la que vivimos, engañados, observadores como somos de una parte del proceso, un aspecto nimio y burdo de la totalidad.

A través de este viaje interior, mientras se recorren los «reinos» del astral (no sé qué otra palabra utilizar), se llega a comprender la sencillez del Universo, a la vez que su infinita complejidad. Todo responde al movimiento y a la medida, pero esta vez no lo escribo por mi vinculación con la cultura maya y su sacerdocio solar, en el que fui iniciado, con sus conocimientos más profundos, sino porque fue la pura expresión de lo que vieron mis ojos, si así puedo decirlo. Si es que eran ojos aquello con lo que veía…, si era mi tercer ojo, el chakra ajna. ¡Quién sabe cómo veía yo aquellos lugares  en los que estaba, envolviéndome por todas partes, desde todas las dimensiones habidas y por haber!

Éstas son mis primeras palabras escritas sobre semejante experiencia, que apenas suponen un acercamiento a lo que viví. Sólo son apuntes, un esbozo de un tiempo que no ha pasado, sino que perdura en el instante. Mis ojos tienen aspecto de ensoñación, miran más allá de estas paredes, por lo que pudiera parecer que estoy a punto de dormirme. Y quisiera hacerlo, aunque he de vivir la experiencia desde todas sus manifestaciones, incluso desde el puro presente y de la existencia diaria.

Lo difícil no fue ese increíble viaje, lo difícil es ser lo que era en todos aquellos reinos,  esencias, dimensiones, cruces de caminos en las líneas del Tiempo, pero estando aquí, en la tan primitiva, como necesaria para experimentar, tercera dimensión. Ahora es el tiempo del verdadero guerrero. Ahora es la oportunidad para demostrar que el centro fue conseguido, viajando a través de los cuatro, de los no sé cuantos, puntos cardinales. Extraña rosa de los vientos la de las trece dimensiones.

Resuena el himno interior que me llega, que no deja de sonar…

Céntrate en tu trabajo,

no te dejes de centrar,

porque el cielo está abierto

al que lo quiera alcanzar…

Sí es verdad que estando despierto me duermo un poco, porque a cada instante despierto al verdadero reino de la Luz, el único que es capaz de liberarnos de la venda que por tanto tiempo ha cubierto nuestros ojos. Qué fácil es todo cuando se descubre la compleja sencillez de lo que ha sido creado.

Cuando el sonido se plegó, y la luz danzó a su compás, descubrí lo acogedor que era el hogar al que siempre he deseado regresar…

Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.