LA ONDA ENCANTADA DEL MONO AZUL

LA ONDA ENCANTADA DEL MONO AZUL



DRAGÓN RESONANTE ROJO

A veces te preguntas tantas cosas, dudas de cuanto pueda sucederte, te complica la existencia el no saber por qué ocurre cada hecho, por pequeño, por ínfimo que sea, que nada se te escape de ese control necesario para que la vida resulte, a veces te complicas de manera tan grande que la vida se convierte en algo ingrato que dan ganas de escaparse, a veces la razón resuelve tantas cosas y a veces falla tanto más que antes, entonces se revuelve la conciencia, se complica la vida, te duele la cabeza, el cuello es una roca indeclinable, a veces se te hace la vida una montaña escarpada en la cual no se sube, porque  a cada paso se te vienen encima veinte pasos para atrás de los que diste, entonces qué se hace, es la pregunta, entonces: dónde queda alguna puerta que golpear por la respuesta, adónde la cabeza se hace a un lado para entrar en la posibilidad más oscura de todas las respuestas y que al otro lado haya un sinfín de cosas nuevas, imaginar que hay lagunas de respuestas multiformes, que hay una estantería infinita de respuestas, que puedes escoger mientras te disfrazas y juegas, que puedes, por ejemplo, hacer una mezcla de saliva y tierra y ponerla en la mitad del dolor que te ciega, que puedes por ejemplo hablar con ángeles celestes que vendrán en tu apoyo con luces y secretos encantos, que puedes, por ejemplo, sentarte atrás de la puerta y hablar con dios directamente como si fuera un tío que está sordo y al que hay que hablarle con gestos de las manos y cerradas de ojos, imaginarse un mundo blanco o naranja y saltar sobre la cama imaginando que es un océano de brazos que te alzan y te lanzan.

Volver a la niñez, qué tanta falta le hace a ese gesto con las cejas truncas, que a la larga te conforma una cruz de cenizas y de arrugas que pesa más que una piedra,  volver a la inocencia de creer que nada es imposible, que nada  podría vencerte, y que no importa si te vencen, puedes aún puedes decir que hubo trucos de una bruja o de un encantador de sueños que escampó la noche, y provocó así que tus fuerzas se las llevara el viento. Dime si no nos hacer falta darnos un recreo largo de las cuentas infinitas, de los números que el teléfono replica a cada instante, de los lapsos siempre  en deuda con la meta, de los sueños que se guardan en gavetas, de los juegos que jugabas y que ya no juegas y que de tanto no jugarlos hicieron de la vida una sombra de cemento que nunca tiembla, y cómo te hace falta temblar otra vez, remecerse de contentos y contentas con un pequeño regalo, que envuelto es una magia que no acaba hasta que el ruido de romper esa envoltura deja al descubierto algo nuevo, tan nuevo que sólo es para ti, que nadie tuvo, no importa si la calles están repletas de lo mismo, eso es tuyo, o tal vez hallar una caja de fósforos vacía y convertirla en la carroza de una reina a la que subes y viajas por el comedor entra las patas de la mesa y te ocultas abajo de la cama. O talvez tirar una silla en su respaldo contra el piso y sentados con la mirada en el cielo despegar de la tierra y lanzar mensajes de espuma desde estrellas multicolores y fosforescentes, hasta terminar dormidas y dormidos en la alfombra de alguna parte de la casa y que venga un padre inmenso, una madre de piel tibia que te acoja, que te tome y que te lleve hasta la cama donde duermas soñándote de nuevo, sintiéndote de nuevo como hace tanto no sientes. Hace falta entonces que haya magia otra vez en la vida, hace falta que seamos como niños para entrar en el reino de los cielos,  pero no es el cielo de las reglas ni los vetos, no  el cielo con rejas electrificadas y con una sola puerta, sí el cielo de las nubes en que flotas, en que duermes, en que danzas libremente sin saber por qué, sin tener necesidad de nada, sin volverse loco con las explicaciones que no explican nada.

Ahora, en este tiempo mágico, que vaya tu niño interno y tu niña interna en la vanguardia, rompiendo las ordenanzas con destellos, liberando las alas de los hermanos apagados, abriendo de casualidades la vida, estando como en arte, ahí, tan vivos y tan vivas, tan encima de las cosas como nadie, y tan alegres siempre de que todo sea así de simple, escuchar una risa de un niño y de una niña que te retumba desde adentro, deja, deja, suelta, no te amarres, no te acuestes  porque es hora, no te duermas porque mañana te levantas, hazlo todo como surja, apaga tu reloj de cumplimientos en blanco y negro y deja que suceda todo como cuando no sabías que el minuto tenía 60 segundos, o que año 12 meses o que un siglo 100 años y que sea un milenio una solo giro en el aire, o apenas un segundo,  lo que dure saborear una manzana.

Si acaso todo esto te extraña, si te parece ingenuo, gracioso y hasta simpático, pero como habrías tú de volver a saltar sobre la cama, es que aún te ganan reglas y maneras y que no te hacen falta, que más falta te hace relajarte, solar las llaves de tus puertas, abrirlas todas de una sola vez y correr entrando y saliendo de todo con la libertad absoluta de tu alma, la que no se ha envejecido ni se envejecerá nunca. Sabes que ese serio caballero, que se hizo en muchos años de experiencias, ha de deshacer ese camino y ser otra vez un niño, que todo lo aprendido con certámenes y calificaciones de hierro ha de olvidarse para volver a la esencia, que la alquimia de tu vida es la  meta que te impulsa, y que en la pureza total de tu esencia brilla el oro más duro, el oro indestructible de tu alma.

Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.