El semillero de la Luz
XIX
El don de la palabra
José Antonio Iniesta
Con la palabra hay quien construye castillos en el aire o torres tan altas que no pueden alcanzar ni los más grandes gigantes, con el poder que tiene para construir ciudades enteras o arrasarlas en una sola noche.
Es hermosa y temible la fuerza de un armazón invisible de sonidos que vuela por el aire.
Las palabras obraron el sortilegio de las grandes obras que acrecientan la gloria de las añejas bibliotecas, pero también cubrieron los pasquines incendiarios de las más terribles revoluciones.
Está su magia en la poesía que estremece el alma, y su delirio en el cartel que señala el paredón que conduce a la muerte.
La palabra hace realidad los sueños y forja con letra de molde las pesadillas, la ira y las vanidades.
Las letras bien ordenadas abren la gruta secreta de Alí Babá y los cuarenta ladrones o ponen firmes a los soldados de todo un regimiento.
Qué misterio el del verbo que hace sudar al reo, sentir un orgasmo a una amante o palidecer a un enfermo al que el médico le dice que tiene cáncer.
Provocan las palabras suspiros y lágrimas, una náusea inexpresable y la hipnosis colectiva.
Las grandes piras de los inquisidores que las aborrecían las llevaron al infierno de los libros desaparecidos, pero las moles de granito que no puede arañar la mano del hombre las perpetúan hasta el infinito.
Enigmáticas son en un conjuro, desgarradas en la llamada de auxilio, ingenuas en la voz de un niño, manantial de mansedumbre en la oratoria de un místico.
Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.