EL SEMILLERO DE LA LUZ XVII-MANTENER LA FRECUENCIA

El semillero de la Luz

XVII



Mantener la frecuencia

José Antonio Iniesta

Toda vida es un alarde de generosidad, se entienda como se entienda, pues experimentar el proceso de una existencia es una aventura de ejercicio voluntario. Nadie se encarna en este mundo sin tener al menos un plan general de lo que va a ser su vida, y las innumerables pruebas que ha de superar para alcanzar la realización de la meta que el alma se ha establecido para los demás y para sí misma.

El conjunto de cuerpo y mente puede olvidar, pero no el espíritu, de grandeza inabarcable, que guarda en su etérica caja de caudales el tesoro inaprensible de la memoria del ser de luz que a este bendito mundo viene.

Este ser ha sellado su acuerdo con la Fuente Omnipresente, con el Dador de Vida, con la Luz en su infinidad de formas, con el manantial de amor que es Dios a través de su multiplicidad de nombres.

Venir al mundo con un elevado compromiso, como agitador de conciencias, tejedor de redes de luz, semilla estelar, trabajador de la luz, es un desafío más elevado si cabe, pues al cúmulo de pruebas, a la ley armónica del karma, ha de sumar el inmenso esfuerzo de sostener una elevada frecuencia. Y todo ello en un planeta de tanta densidad de la materia que a veces se convierte en un bíblico valle de lágrimas, donde impera el olvido, la ley del más fuerte, con el lema clavado en la frente del “tanto tienes, tanto vales”, en una sociedad donde los que más corren llevan colgado al cuello el perverso recordatorio de “el tiempo es oro”, “sálvese el que pueda” y “si te he visto no me acuerdo”.

Sostener la frecuencia de la luz en las capas más profundas de la tercera dimensión es un acto consumado de equilibrista, siendo consciente de que la vida no es un circo, sino un gozoso juego cósmico en el que si no despiertas a tiempo, entonces pierdes…

El desconcierto vendrá por todas partes, con agujas de coser untadas de veneno en forma de palabras que harán que se nos remuevan las tripas, que la conciencia duela con el alma herida, al recibir tres dardos por minuto por más que quieras dar tu vida por la persona que te los tira.

Parece a veces casi imposible, entre tanta refriega de burdas traiciones, levantar la bandera de la paz sin que te abra la cabeza una bala perdida. Anda que no cuesta llevar el perdón, en vez de un pan, bajo el brazo y cubrir de blanco las groseras pintadas con que nos manchan el alma.

Pero aquel que acepta el desafío sabe alimentarse de la luz a bocanadas, refugiarse en el silencio cuando le hace falta y respirar con el aliento solar, siempre que lo necesite, los fotones que convierten en paraíso lo que antes era un calvario.

Cada instante es una oportunidad única para sembrar las semillas del cielo y convertirse en hortelano del huerto más apreciado por un ser humano, el misterioso jardín de las flores que se entregan sin esperar nada a cambio.

Pasar de puntillas por el mundo sin hundirse en el cieno es el trabajo que le corresponde al que quiere cubrir de estrellas el camino que le conduce al cementerio, y llenar los desiertos con huellas que lleven a los que se han perdido hasta los frondosos oasis de los sentidos.

Hay que respirar y sembrar, y así por siempre, para que cada semilla encuentre el resquicio en la tierra donde esperar el tiempo para germinar y crecer hasta convertirse en el árbol que da sombra y conocimiento, que extiende sus ramas para enseñarnos que, como él, los seres humanos echamos raíces en la tierra, pero elevamos nuestros brazos al cielo.

Conscientes de que “así es arriba como es abajo” recordaremos a cada momento que todo grano de trigo sembrado en el cielo nos dará en la tierra el pan como sustento; que las buenas acciones hechas en el mundo de asfalto nos las llevaremos sin peso alguno en el saco de luz del espíritu.

Mantener la frecuencia es el desafío de aquel que sabe que lleva consigo a Dios mismo, y que nada puede herirle si no lo permite. Enteramente libre, para acertar o para equivocarse, sólo le queda hacer aquello para lo que ha venido al mundo: cumplir el designio cósmico que con el aprendizaje le acercará un poco más a la misteriosa naturaleza del Infinito.

Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.