El semillero de la Luz
XIV
Nos alimentan con mentiras
José Antonio Iniesta
Nos enseñaron a creer que eran pecado muchas cosas que ahora descubrimos que estaban sellando las puertas del cielo, y sin embargo, nos transmitieron como ciertas, y hasta necesarias, las leyes y los comportamientos que tienen sus raíces en la perversidad y el delito contra los seres humanos.
Los guardianes de la historia, de la ciencia y de la religión, desarrollaron una portentosa habilidad a lo largo de los siglos para darle la vuelta a la tortilla. Así crecimos, alimentándonos de las mentiras que habían engordado la conciencia manipulada de nuestros padres, como ellos lo hicieron anteriormente al recibirlas de los suyos.
A poco que hubieran querido los próceres del engaño, por maldad o por ignorancia, nos hubieran hecho creer que los burros vuelan y tocan el piano.
Nos dieron gato por liebre al convencernos de que los seres mágicos de la naturaleza son personajes de cuentos de hadas, y sin embargo, nos grabaron entre ceja y ceja la idea de que los políticos nos representan y nos garantizan el mejor de los futuros. Sonaría a risa, si no fuera porque da pena…
En la cueva de ladrones de Alí Babá están los poderosos de guante blanco, y sin embargo aparecen como salvapatrias en las fotos de las cumbres de Estado.
Es el mundo al revés, para que los pobres nunca dejen de ser pobres, y más pobres todavía de espíritu si a ratos son hipnotizados de tanto ver la tele.
Nos engañaron cuando nos dijeron que el Universo es tal como lo vemos, y que encima no podemos cambiarlo, porque está allí recortado, como una postal de navidad de infinito tamaño. Pero no nos dijeron que así es cómo nos enseñaron a verlo, aunque realmente sea un inmenso y maravilloso conjunto de hebras de luz, de códigos de luz, que se transforma en la medida en que somos capaces de expandir nuestra conciencia.
Nos embaucaron al hablarnos de un Dios severo, al que hay que temer, amo y señor de no sé cuántos castigos e infiernos, cuando es el más noble y cercano de nuestros aliados, la única fuerza de la que surge la mansedumbre, y esa luz que te hace llorar de puro amor con lágrimas muy diferentes a las que provocan las telenovelas.
Nos convencieron de que la pantalla de un cine es la película, y que la película que se proyecta en la pantalla es la realidad que vivimos, cuando no hay más realidad que la que uno conciba a cada momento. Todo es un vano espejismo más allá de la conciencia primera y última que lo sustenta. Cien años después de que los actores mueran podremos verlos reír y llorar, como vemos la luz de ciertas estrellas que ya no existen, porque su luz ha tardado muchísimo en alcanzar nuestras retinas.
Nos mintieron al hacernos creer que el futuro no existe en el instante que vivimos, y tampoco el pasado. Pero sin embargo, por una puerta secreta de la que nunca nos hablaron, se llega al Eterno Presente, en el que vibra al mismo tiempo el futuro y el pasado.
Nos contaron mezquinas historias sobre indios salvajes, narradas por los herederos de sangre y obsesiones de los salvajes blancos que doblegaron con las armas a los indios sabios que los recibieron con los brazos abiertos.
Nos hechizan asegurándonos que el tiempo es oro, que tanto tienes, tanto vales, y que antes de preguntar hay que empezar disparando.
Nos adiestraron para no acercarnos demasiado al que tenemos enfrente, como si fuera peligroso, porque entonces correríamos el bellísimo riesgo de descubrir que en el otro está la parte de Dios que vamos buscando.
Por eso, si te atreves a mirar con amor al primero o a la primera que te encuentres por la calle, seguro que pensará que tienes malas intenciones. En un mundo en el que todo se compra y se vende, si regalas algo, si das sin esperar nada a cambio, eso será motivo suficiente para que el otro se pregunte qué es lo que realmente estás tramando.
Los que van a contracorriente son considerados locos, estrafalarios o mala gente…
Los que se enfrentan al totalitarismo del sistema entran en la lista de los rebeldes.
Los que quieren abrir la puerta de su casa a los demás son vistos como inocentes o ignorantes.
Los que creen en el espíritu de la poesía son tildados de ingenuos o bohemios.
Los que se visten enteramente de blanco y se cuelgan un objeto sagrado son observados con lupa, identificados como sectarios.
Los que se niegan a creer en lo que todos creen a pies juntillas son calificados como seres extraños.
Así que habrá que abrir las tapas de las alcantarillas donde se almacenan las pesadillas, y las ventanas para que corra aire fresco, y escribir de nuevo los libros que un día se llenaron de mentiras. Porque nadie puede detener el vuelo de las aves que quieren surcar libremente el cielo…
Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.