LA ORACIÓN POR LA UNIDAD
(Fragmentos)
por Ray C. Stedman
Las últimas horas que pasó Jesús con sus discípulos antes de ir a la cruz concluyeron con una reunión de oración. El que ora es el mismo Jesús de Nazaret, sin duda alguna el que más conoce acerca de la naturaleza y las posibilidades de la oración, más que ninguna otra persona que jamás haya vivido. El tema de la oración es sus discípulos y aquellos que creerían en él, es decir, nosotros mismos. Es mucho lo que podemos aprender de esta oración, hecha en aquellos momentos de tanto peligroso, en que la oposición estaba a punto de echársele encima y la sombra de la cruz pendía, con su enorme peso, sobre Él.
Citas Bíblicas:
«para que todos sean una cosa, así como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también ellos lo sean en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. (Juan 17:21)
«Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente unidos; para que el mundo conozca que tú me has enviado… (Juan 17:23a).
«para que todos sean una cosa, así como tú, oh Padre, en mí y yo en ti. (Juan 17:21a)
«que también ellos lo sean en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. (Juan 17:21)
«Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente unidos. (Juan 17:23a)
«Yo les he dado la gloria que tú me has dado, para que sean una cosa… (Juan 17:22a). :
«Padre, quiero que donde yo esté, también estén conmigo aquellos que me has dado, para que vean mi gloria que me has dado, porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. (Juan
«Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo daré a conocer todavía, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos. (Juan 17:26).
«En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros. (Juan 13:35)
«En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos. (1ª Juan 5:2)
Existen tres cualidades esenciales en lo que se refiere al auténtico amor cristiano.
Lo primero es el contacto mutuo y el decir que se ama a otro creyente al que usted no está dispuesto a hablarle no es mas que un cuento chino. Debe de haber un contacto, el deseo de hablar, que no haya indiferencia, que no se aparten el uno del otro. Hay, es verdad, circunstancias concretas y claramente descritas, en las que está en juego la disciplina y en las que los creyentes deben alejarse temporalmente los unos de los otros, pero son, como he dicho, muy específicas y solamente en circunstancias extraordinarias, de lo contrario debemos de amarnos los unos a los otros sencillamente porque somos creyentes, y no debemos de ser selectivos al respecto. No es que debemos amar a «los nuestros a los creyentes pertenecientes a un grupo concreto a los que queremos, a aquellos con los que sintamos que tenemos algo en común. Esa clase de amor es el que manifiesta el mundo. Jesús dijo: «Y si saludáis solamente a vuestros hermanos ¿qué hacéis de mas? ¿No hacen eso mismo los gentiles? (Mat. 5:47). No, debemos de amarlos a todos sencillamente por el hecho de que sean creyentes, aunque sean estúpidos, aunque estén equivocados o aunque sean testarudos. Lo primero es el contacto.
En segundo lugar, el amor genuino, sin fingimiento, representa el interés mutuo, y con eso no quiero decir una especie de reunión superficial, el decir de pasada «¿Cómo le va últimamente? sino el estar dispuestos a escuchar la respuesta. Todo contacto debe caracterizarse por el deseo de ayudar, de compartir, de escuchar, de orar, el estar dispuestos a llevar los unos las cargas de los otros en el Señor y cumplir, de ese modo, la ley del Mesías.
Y en tercer lugar, todo amor cristiano genuino se caracteriza por un sentido mutuo de contribución. Esto implica un reconocimiento de que nos necesitamos los unos a los otros, que no estamos siendo condescendientes cuando nos entregamos de lleno a otro creyente, que nos necesitamos los unos a los otros. Usted tiene lo que otro necesita y atendemos los unos las necesidades de los otros por igual, aunque esos creyentes sean más mayores o más jóvenes. Confieso que algunas de las lecciones que mas me han ayudado y que he aprendido las he recibido de algunos que han sido como bebés recién nacidos en el Mesías, con los que he tenido comunión. Ellos me han enseñado mucho, así que nos necesitamos los unos a los otros.
¿Sabe usted una cosa? El hecho más sorprendente y significativo es que cada uno de los despertares, ya sean pequeños o grandes, a lo largo de todo el curso de la historia cristiana, ha comenzado invariablemente derribando las barreras entre los creyentes. Cuando se han resuelto enemistades de larga duración, cuando se ha pedido excusas y perdón, se han pronunciado confesiones y se han resuelto las aversiones y desacuerdos, las separaciones y los alejamientos entre creyentes, invariablemente se ven seguidos por el hecho de que el mundo que nos rodea se fija y comienza a prestar atención al mensaje cristiano. En eso consiste el amor: en el contacto, el interés y la contribución.
Permítame añadir una sola cosa más, porque este amor, algo que reconocemos muy claramente en las Escrituras, no es algo que nosotros consigamos solos, es algo que nos ha sido dado. Está en nuestro interior en virtud del hecho de que Jesús el Mesías mora en nosotros, pero requiere nuestro consentimiento. El Señor está dispuesto a amar a otra persona por medio de nosotros en cualquier momento en que nosotros estemos dispuestos a convertirnos en el canal de ese amor. Cuando nosotros estamos dispuestos a consentir en amar, él está dispuesto a hacerlo. Todo lo que hace que esto sea práctico y que evita que saboteemos la obra del Espíritu Santo en su intento imperioso por alcanzar al mundo exterior, cegado y confuso, es que nosotros demos de buen grado y nos complazca amar a cualquier creyente, en cualquier momento, por amor a Jesús.
He decidido que existe por lo menos un corazón en el mundo que está dispuesto a amar a todas las personas, sin excepción, en las que siento el amor a Jesús el Mesías, el Hijo de Dios, sin tener en cuenta su etiqueta denominacional o su falta de ella, y a pesar de cualquier diferencia teológica de puntos de vista. Estoy dispuesto, teniendo a Dios en mi interior y con su ayuda, a entregarme en amor a cualquier creyente, en cualquier lugar, con el que me encuentre casualmente y en el cual sienta que existe una comunión de amor hacia Jesús el Mesías. Esa es la base de la unidad cristiana.
¿Está usted dispuesto a unirse a mí?
¿Está usted dispuesto ahora a decir, a fin de poder alcanzar al mundo que nos rodea «Señor, enséñame a renunciar a mis prejuicios, a estas separaciones, a estos distanciamientos, a estas actitudes nada cristianas hacia otros hermanos en el Mesías, y haz que esté dispuesto a amarles y a mostrarlo, por amor a Su nombre?
ORACION
Padre, tú eres el Dios del amor.
Cuando miramos a la cruz de nuestro Señor Jesús, el Mesías,
Vemos ese amor que ha sido derramado por nosotros.
Qué amor tan sublime, qué amor que nunca nos abandona,
Un amor que sigue a pesar de nuestros desprecios,
Un amor que no se da nunca por vencido,
Inexorable en perseguirnos hasta que nos rendimos,
Quebrados, enternecidos por su amor.
Señor, esa es la naturaleza y el carácter de ese amor
que ha sido derramado en nuestros corazones
por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.
Es precisamente algo tan extraordinario como esto,
Lo que el mundo espera ver en los creyentes.
Padre, es la falta de este amor
lo que hace que ellos se aparten de nosotros,
que no tengan interés y se sientan decepcionados.
Señor, enséñanos, pues,
a amarnos los unos a los otros.
Sea lo que fuere lo que pueda significar
en términos de nuestras circunstancias personales,
Padre enséñanos a amarnos los unos a los otros.
Te lo pedimos en nombre el Mesías.
AMEN
Título: La Oración por la Unidad
Serie: Estudios sobre la Oración en el Nuevo Testamento
Pasaje de las Escrituras: Juan 17:20-26
Mensaje Nº: 12 Nº de Catálogo: 67
Fecha: 24 de Mayo, 1964
Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.