CAMINO A EMAUS
SOBRE LA UNIDAD ESPIRITUAL DE LOS CRISTIANOS
Por Pensamiento y Cultura
Durante los pasados dos mil años de historia humana, el cristianismo ha resultado ser una oferta de sentido para mucha gente. Cuando la filosofía y la ciencia llegan a un límite a la hora de dar respuesta a las grandes preguntas existenciales, la religión (en este caso el cristianismo) abre una puerta de esperanza y sentido. Su principal poder tiene una base espiritual. Por eso han sido tantas las personas a lo largo de la historia que han llegado a sentir sus impulsos positivos.
Sin embargo, por lo menos en Europa, hoy día el número de no creyentes aumenta cada vez más. El rechazo de la religión se sustituye normalmente por la indiferencia, el simple consumismo o el materialismo, y detrás de jóvenes y adultos queda un gran desierto espiritual. Así las cosas, cabe preguntarse cómo podría ayudar el cristianismo ante semejante panorama.
Desde Antioquía, donde por primera vez los seguidores de Jesús recibieron el nombre de ‘cristianos’, hasta nuestros días, en la historia del cristianismo se ha podido encontrar todo junto ‘cizaña, espinos y buen trigo’, y solo Dios podrá ser, al final de todo, el único juez. Pero hoy día, según afirman distintos pensadores de la religión, parece que habríamos llegado a una nueva era en la que sería necesario vivir y compartir el cristianismo con otros de un modo más espiritual y sencillo, y que no se basara en dogmatismo cerrado o en simple ‘conocimiento,’ sino en un sentido reverente abierto a Dios y a Su Misterio. Esto no es decir que se tenga que renunciar a investigar y buscar la verdad desde una perspectiva científica, al contrario; hacer eso tiene en sí cierto grado de importancia porque en la defensa del cristianismo debe entrar también la razón. Pero eso sería un simple medio, nunca el fin principal en la búsqueda de Dios.
El ser humano es un ser religioso por naturaleza, con ‘sed de Dios’, y necesita respuestas que se basen no sólo en razones intelectuales, sino sobre todo, en razones que tengan como base la fe, la esperanza y el amor. Alguien podría saber muchísimas cosas sobre esta vida, sobre sus ciencias y sus artes, pero sin amor ni esperanza, se seca y se muere como una planta sin agua. Por eso, cuando entre creyentes surgen diferencias teológicas, lo deseable sería que se pudieran expresar con respeto profundo. De hecho, es posible disentir con humildad y empatía. El modo cristiano no conocería ninguna otra forma de hacerlo. Debería ser impensable que, entre creyentes, se usaran expresiones despectivas o en términos de ‘desafíos’ entre personas o entre distintas iglesias.
El adoptar en el corazón un sentido más espiritual del cristianismo es una posibilidad real. Toda persona tiene derecho a elegir el tipo de iglesia o comunidad religiosa que desee. Hay que ser realistas y reconocer que en todas las iglesias pueden encontrarse personas de fe y con excelentes cualidades que dan fruto. Así es en el caso de católicos, evangélicos, testigos de Jehová, etc. Es cierto que hay diferencias doctrinales entre ellos, pero es cierto también que en el caso de la gente, lo que permanece en el fondo de su corazón es un profundo deseo de adorar y agradar a Dios. De modo que, en aras de la UNIDAD, la clave podría ser la de encontrar una base común en fe o confianza en Dios, en esperanza y en amor (Vea la primera carta de Pablo a los cristianos corintios, capítulo trece). El libro del Apocalipsis muestra que había distintas congregaciones o iglesias en el primer siglo, pero todas estaban unidas por un mismo espíritu. La situación hoy día podría ser igual entre todas las iglesias existentes: profundo respeto y trabajo conjunto por la UNIDAD ESPIRITUAL.
Es verdad que la oración de Jesús en Getsemaní, tan profunda y llena de sentimiento, ‘que sean UNO, Padre, como tú estás en mí y yo en ti,’ es todavía y de muchas maneras, una ‘asignatura pendiente’ en la comunidad cristiana de creyentes. Karl Barth dijo que la división entre los cristianos ‘es un escándalo.’ Pero parece que el asunto es importante, sobre todo si se tiene en cuenta lo que sigue diciendo Jesús en oración: “permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Juan 17). Si ese fue su profundo deseo antes de sufrir tanto y finalmente morir, entonces merece nuestra especial atención y sensibilidad el trabajar enérgicamente en ese sentido. Los cristianos necesitan formar una hermandad sincera ante el mundo porque donde hay hermandad está Dios. Y mientras esto no sea así, ‘el mundo no creerá en él.’ Si los cristianos pudieran estar enfrente de Jesús de Nazaret en persona, es casi seguro que podrían olvidar sus diferencias. Él ha prometido que todo se revelará a su debido tiempo, pero que mientras tanto, la ‘fe, la esperanza y el amor’ deberían ser EL CAMINO para todos.
Quizá se recuerde cuando dos discípulos de Cristo caminaban juntos hacia un pueblo llamado Emaus y que estaba a unos pocos kilómetros de Jerusalén. Después de recibir luz por el mismo Jesús acerca de sí mismo y de las buenas nuevas, dijeron: “¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lucas 24) ¿Por qué no permitir hoy día también que el corazón arda siempre con su espíritu y su impronta, y todos los creyentes trabajen juntos por la UNIDAD Él lloró y oró por todos sus discípulos encarecidamente. No mencionó el asunto de la UNIDAD en una simple conversación con otros. Fue una súplica a Dios durante la cual hasta sudó sangre. Un asunto, pues, de máxima seriedad según el evangelio. Por eso, si el cristianismo quiere ser una seria oferta de sentido en un mundo descreído e indiferente en sentido religioso, entonces tanto líderes como creyentes deberían quizá pensar seriamente en ello.
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Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.