EL PODER DE LA UNIDAD
Por Marcelo Bulk
La noche venía rápido, demasiado rápido. Aunque había cierta tensión en el aire, podía apreciar, a cierta distancia, algo distinto. En los rostros no había miedo, al menos no en las personas que vestidas en un blanco ya bastante sucio removían escombros sin parar.
Me miré a mí mismo y, a pesar de también haber estado ahí, en medio de esta tragedia tan repentina, todavía mantenía la ropa blanca casi intacta.
El techo había caído. Todavía, el concreto estaba húmedo y, con fuerza y coraje, al menos cien hombres trataban de levantar lo que había, pues se sabía que una persona todavía estaba allí. Pensé: “¡Tanto esfuerzo, tanta gente por una sola persona!”. Sin importar quien es o que es – era uno de los obreros de la obra – todos trabajaban con muchas ganas.
El final fue que el hombre rescatado todavía estaba con vida, pero falleció más tarde. Aún así, el espíritu de unidad estaba creado, algo que no se puede romper tan fácilmente.
UNIDAD
He oído en mi vida muchas veces esta palabra. La experiencia que tengo, sin embargo, es que cuando alguien reclama la falta de unidad en una comunidad o aún en un grupo pequeño de personas, la familia o el trabajo, normalmente se refiere no tanto a la objetividad de la falta de unidad. Esta objetividad solo es posible para personas que están fuera de esta comunidad; por lo general, se refiere a que no se sienten parte de la comunidad.
Sin embargo, en la escena reciente que narré anteriormente, sin pensar mucho alrededor de cien personas se unieron. Obreros, personas locales y extranjeros de diversas nacionalidades se unieron alrededor de una sola meta. Olvidaron sus problemas personales, quizá incluso conflictos con otros, su confort, y simplemente se pusieron a hacer lo que hay que hacer.
En verdad, son varios los obstáculos para alcanzar la unidad. Obstáculos que parecen tan ridículos cuando esta unidad se hace realmente necesaria. No es posible valorar la unidad, mientras algo así no suceda. Mientras tanto, es una mera palabra bonita, es como un seguro médico, algo que queremos tener para nunca utilizar.
Obstáculos
Hay muchos obstáculos en la consecución de la unidad, pero hay dos principales. El primer obstáculo para alcanzar la unidad y el más importante es que la unidad empieza de UNO, es decir, del individuo. No importa cuantos esfuerzos haga una persona para unir a otras, esto se romperá fácilmente si la gente en cuestión no está unida interiormente.
Esto significa que haya una coherencia, al menos mínima, entre el pensar, hablar y hacer. Entre metas y cualidades. Entre la vida externa y la vida interior, la vida mundana y la vida espiritual.
Mientras esto no se dé, es difícil lograr la unidad, al menos como si quiere, una unidad duradera. Será como una pared construida con un cemento de baja calidad, lista para derrumbarse en la menor tormenta.
Superar este obstáculo posibilita que el anterior ejemplo sucediera: personas sin muchas cosas en común, unidas fuertemente. En aquel momento, el pensar, hablar y hacer eran casi una sola cosa, no había ninguna diferencia.
El segundo obstáculo es la aceptación de los demás. Cada persona, en una comunidad, está en diferentes estados de conciencia y deseo de entrega a una causa mayor. No todos son iguales. Esta desigualdad genera belleza y problemas. Belleza porque hay diversidad y esta diversidad da mucha fuerza al grupo, cada miembro puede aportar algo distinto. Problemas porque no es sencillo coordinar todas estas fuerzas.
En todos mis años trabajando con personas, la dificultad de formar equipos – ni siquiera hablemos de comunidades, algo más grande y más complejo – se debe a que los supuestos líderes no son capaces de afrontar estas desigualdades. Quieren que todos actúen como ellos y fallan en ver esto. Encarar la desigualdad implica empoderar a las personas a cambiar hábitos básicos interiores.
Por lo general no enfrentamos tragedias. Esto es bueno, no queda duda, pero nos impide ver la importancia de la unidad en el equipo, de lo fundamental que es renunciar a ciertas actitudes para que el equipo se fortalezca. De lo grandioso que es superar miedos y problemas para que la comunidad salga vencedora.
Viviendo más allá de la tragedia
Si quiere que haya unidad en una comunidad o un grupo de personas, por cualquiera que sea la razón, hay que empezar por uno mismo.
Conozco personas que están unidas hace décadas. Su unión es un ejemplo para los demás, pues hay ausencia de conflictos y total respeto mutuo. Son personas completamente distintas. Tienen objetivos y personalidades que hacen pensar sería imposible unirlas. Excepto por algo mayor. En primer lugar, se decidieron a ser espirituales. En un mundo tan materialista, cada vez es más difícil encontrar personas que de corazón deciden ser espirituales. Es como nadar contra la corriente, exige mucha fuerza y hay la posibilidad de ahogarse.
Pero la gran ventaja de la espiritualidad es que no utiliza la materia prima de la vida mundana: el ego. De hecho, se trabaja para eliminar el ego impuro, remplazándolo por algo puro y cristalino.
Si miramos una pared hecha con ladrillos, aunque deben haber sido diferentes, el cemento tiene la habilidad de recuperar sus diferencias, de forma que armónicamente puedan coexistir. Este cemento es la espiritualidad.
Si miramos los dos principales obstáculos veremos la ventaja de ser espiritual: la unidad interior es el primer paso de una persona en un camino espiritual. Significa romper ciertos límites y aplicar lo que existe adentro. Conquistar lo negativo y expresar lo positivo en la vida diaria.
También es más fácil a una persona espiritual aceptar a personas distintas. La espiritualidad no impone barreras, ni crea diferenciaciones discriminatorias, sino todo lo contrario, facilita las relaciones e interrelaciones. Porque alguien que es espiritual ve más allá de la carne, ve el alma. Este es el entrenamiento único necesario para vivir.
En segundo lugar, esta unidad está basada en el vínculo con Dios. Esto significa que gran parte del esfuerzo en conseguir la unidad interior o bien ver más allá de la diversidad queda en manos de Dios.
Hay un dicho que dice: “Quien madruga, Dios lo ayuda.” En Brahma Kumaris, decimos: “Coraje del hijo, ayuda del Padre.” En primer lugar, siempre viene el esfuerzo personal. Después, viene la ayuda divina para solucionar lo que no se pudo resolver.
No hay, por lo tanto, que esperar una tragedia. En vez de eso, desarrolle su espiritualidad y el vínculo con Dios y vea como todo lo demás va sucediendo mágicamente. Los ladrillos, poco a poco, se van uniendo por este poderoso cemento.
Marcelo Bulk (marcelo@bkcolombia.com)
Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.