Japón está en nuestras oraciones
Colleen Douglass
Mi corazón y mis oraciones están con el pueblo de Japón hoy. Oro para que sientan la presencia de un Padre-Madre Dios benevolente, a pesar del cuadro que los rodea. Oro para que tengan la convicción de que el sufrimiento no es una condición humana producida por una llamada “voluntad de Dios”, sino que la voz calmada de Dios se puede escuchar, guiándonos con seguridad, en medio del bramido del terremoto y del tsunami.
En 1994, cuando se produjo el terremoto en mi ciudad, Northridge, California, la certeza del amor de Dios acalló mi pensamiento para que yo pudiera escuchar los pasos que debía dar para asegurar mi bienestar y el de los demás. También fortaleció mi espíritu y afirmó mi convicción en el poder del Amor, otro nombre para Dios. Esto me permitió percibir lo que otras personas necesitaban, y expresar la fortaleza, esperanza y consuelo que ellas ansiaban sentir.
En esas ocasiones, encuentro que es muy útil comenzar mi oración con Dios, con una comprensión más profunda de Su naturaleza. Me refugio en identificar a Dios como otro nombre para el bien, reconociendo que a fin de que mi oración glorifique a Dios, debe glorificar el bien. Esto ayuda a mirar más allá de la conmoción que producen los eventos, y percibir el hecho de que Dios, como Principio divino, gobierna perpetuamente por ley. Terremotos, tsunamis, huracanes, etc., sugieren un alejamiento de esa ley, pero la ley eterna de Dios permanece armoniosa, dando vida, y es imposible de invalidar.
Cristo Jesús enseñó que el reino de los cielos está a la mano, al alcance de todos. Para poder sentir esta certeza, nuestra oración debe comenzar con una perspectiva muy elevada de Dios —un Dios que es el Amor supremo y puro, que es infinito y todopoderoso— que nosotros no podemos ser engañados y creer en una fuerza destructiva que pueda oponerse a este Principio lleno de clemencia.
En su libro de texto, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy expresa dónde comienza la oración eficaz. Ella escribe: “Para comprender la realidad y el orden del ser en su Ciencia, tenéis que empezar por reconocer que Dios es el Principio divino de todo lo que realmente existe. El Espíritu, la Vida, la Verdad y el Amor se combinan en uno —y son los nombres bíblicos de Dios. Toda sustancia, inteligencia, sabiduría, existencia, inmortalidad, causa y efecto pertenecen a Dios”. 1 Reconocer que toda sustancia e inteligencia, causa y efecto derivan de Dios, calma las tormentas del pensamiento y las fuerzas destructivas, tal como lo hizo para Jesús. Cuando recurrimos al Amor divino en busca de sabiduría, eso nos guía a cada paso, dándole una finalidad a ese paso y dejando una marca indeleble para que otros sigan esa sabiduría. Esta oración poderosa anula toda pretensión contraria.
En los próximos días, los habitantes del “anillo de fuego” del Pacífico, la región más afectada por terremotos y tsunamis, merecen sentir esta seguridad. Con demasiada frecuencia, se les dice a las víctimas de desastres que ellos mismos son los culpables, haciéndolos responsables tanto de la causa como del efecto. ¡Esto no es cierto! No coincide con la promesa de Jesús de que el reino está dentro de nosotros. Dios, el Padre y Madre, no pone rótulos de perpetradores o víctimas a Sus hijos, y todos somos los hijos de Dios. Toda idea de Dios es valiosa y es valorada porque Dios forma a cada idea a Su imagen y semejanza.
Hoy, oro por toda persona de aquella región y de otras regiones que sufren disturbios para que escuchen la guía de Dios, sientan el amor de Dios, experimenten la gracia de Dios. Ese es su derecho divino, hecho que ningún terremoto, tsunami, amenaza de crisis nuclear, o fuego, tiene el poder o la presencia de invalidar.
1 Ciencia y Salud, pág. 275.
Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.