¿CUÁL ES EL VERDADERO TEMPLO DE DIOS?
Del Libro de la Vida Verdadera (12 tomos)
En aquel Segundo Tiempo dije a mis discípulos. ¿Veis cuán grande, majestuoso y opulento es el templo de Jerusalén? pues de él no quedará ni piedra sobre piedra». Mi palabra se cumplió, porque toda la idolatría y profanación que en él se hacían, las borré con mi doctrina. Yo prometí reedificarlo en tres días, que precisamente se cumplen en este Tercer Tiempo, en que vengo a levantar en el corazón de la humanidad el nuevo templo, el nuevo santuario construido en lo más puro del espíritu del hombre.
¿A qué santuario se refiere el Padre? al de vuestro espíritu, que en este tiempo le contemplo en ruinas, mas Yo os ayudaré en su restauración.
De cierto os digo, que los hombres no han comprendido el sentido espiritual de aquellas palabras, porque el tiempo no pasa sobre Mí, ya que Yo soy la eternidad. Héme aquí en la Tercera Era, en el tercer día, cimentando el verdadero templo y construyéndolo en el espíritu de los hombres.
Hasta ahora la humanidad no ha construido el verdadero templo para amar a su Señor. Muchos cultos ha elevado, muchos ritos ha establecido y muchas religiones ha fundado; pero aquel templo del espíritu, cuyos cimientos sean inconmovibles, no lo ha levantado hasta ahora.
Cuando ese santuario sea edificado sobre la piedra inconmovible y eterna del amor, de la verdad y la justicia, se desvanecerán todas vuestras diferencias de credos y veréis desaparecer vuestras guerras.
He venido a edificar mi templo en el corazón y en el espíritu de mis hijos. No me refiero a templos construidos de cantera, Hablo del verdadero templo que debe existir en el espíritu del hombre, donde habita vuestro Padre.
En la serenidad y el silencio de ese santuario, sentiréis mi presencia, allí recibiré lo que en vuestra meditación y oración me hagáis presente. En su interior, os sentiréis iluminados con la luz del Espíritu Santo.
Dejad que Yo lo edifique en vuestro corazón, mirad que las obras hechas por las manos de los hombres son destruidas, mientras que las obras del espíritu, son inmortales. ¿Qué quedó del Templo de Salomón cuando la hora de justicia llegó? Sólo el conocimiento de la Ley, escrita en las conciencias. Ritos, tradiciones, sacrificios y ofrendas, todo desapareció, El tabernáculo y el altar fueron destruidos; pero la Ley y las palabras de los profetas quedaron en pie, porque ellas habían sido las que prepararon a la humanidad para una nueva era, y había que limpiar los campos para que la nueva semilla germinara.
De Vosotros surgirá el templo espiritual donde moraré eternamente, en el que se levante un altar de amor a mi Divinidad, santuario que no será construido con piedras, sino con oraciones, obras de caridad y testimonios verdaderos, donde arda la flama de la verdadera fe. Ahí estará mi imagen, no la que ha hecho la mano del hombre, sino la que he hecho Yo a semejanza Mía: el ser humano dotado de espíritu e iluminado por la luz de la conciencia.
En este tiempo, he de levantar un nuevo templo en el corazón de mis hijos, pero en esta edificación he de contar con la ayuda de todos vosotros.
¿Quiénes formarán los cimientos de este santuario? Yo escogeré a los fuertes, a los fieles en la virtud, a los comprensivos y a los caritativos porque sus ejemplos serán dignos de imitarse.
Unos por su firmeza, serán cimientos; los que alcancen mayor elevación, serán los muros, otros con su caridad serán escalinatas; y otros más, con su don de palabra, se asemejarán a las campanas que con sus voces llaman a las multitudes. Habrá quienes, por su inspiración, simbolizarán altas torres y cúpulas del recinto; y los que por su amor a la humanidad sean como puertas siempre abiertas al necesitado, al sediento, al enfermo, y al incomprendido.
En este nuevo templo, el ministro será el espíritu, siendo el altar el corazón, la oración es el pensamiento elevado, y la ofrenda, son las buenas obras que debéis presentarme.
Ese templo será concluido cuando la armonía entre la humanidad, sea verdadera Su base estará en la Tierra y sus cúpulas tocarán el Cielo. Cuando esté cimentado lo hallaréis en todo el Universo. Tened confianza en esa obra y trabajad sin deteneros, para que ese templo sea edificado con vuestra espiritualidad.
Os confío la misión de construir un santuario espiritual, que sea mi verdadero templo, un altar invisible a la mirada humana.
Ese es el santuario que os encargo construir, porque sé que en su seno encontraréis la paz, la vida y la luz del espíritu.
Cuando éste haya sido construido, no existirán o habrán perdido su razón de ser los recintos, y los templos, junto con sus símbolos, sus ritos y sus tradiciones; entonces sentiréis mi grandeza y mi presencia, reconoceréis por templo el universo y por culto el amor a vuestros semejantes.
Los templos de cantera fueron sólo un símbolo y de ellos no quedará ni piedra sobre piedra.
«Mi Reino no es de este mundo», os digo nuevamente, el templo del Espíritu Santo no tiene cimientos materiales, no tiene altares en la Tierra.
La restauración se iniciará, para que sobre cimientos de paz y de justicia se levante el templo en que la humanidad honre a su Creador, con una vida que sea un culto de amor, de espiritualidad y respeto a las leyes que el Padre dictó para sus hijos.
La flama de la fe se encenderá en el espíritu de mis hijos, cada corazón será un altar, el amor por sus semejantes será para ellos un culto, y en cada hogar habrá un santuario.
Debéis comprender que el Templo del Señor es universal, es infinito y que está en todas partes, lo mismo en el espíritu del hombre, que en su cuerpo, en lo visible que en lo invisible.
Abro ante vosotros el Libro de la Vida, para que ya no busquéis un lugar determinado para rendirme culto, para que en cualquier sitio o momento me sintáis, ya sea en los campos, los valles, las montañas o el mar; basta vuestra presencia en cualquier sitio para que sea sagrado, porque en vosotros estoy Yo.
Por eso os digo que vosotros sois mi templo, ese santuario que existe en vuestro espíritu y que es donde busco vuestra adoración, donde quiero que mi voz encuentre su eco en vuestro corazón y donde se levante mi altar y donde Yo pueda habitar por siempre.
Mi templo es vuestro corazón, su luz es mi amor. La mayor ofrenda que en él podréis depositar, es la paz de vuestro espíritu, si vivís haciendo el bien, bendiciendo y amando a vuestros hermanos.
Yo quiero contemplar el templo de vuestro corazón siempre preparado para que Yo more en él; al cual no adornaréis con flores de los campos, sino con las buenas obras de vuestro corazón, y con la oración.
Sencillez y humildad, tanto en lo exterior como en lo interior, es lo que os pido, y con ello tendréis mi presencia llena de esplendor en vuestro espíritu.
Mi templo, no puede el hombre siquiera representárselo, porque lo forman el Universo con todas sus criaturas y es en él donde se encuentra el verdadero altar, la ofrenda y la luz.
Vuestro planeta, siendo un átomo en medio de la inmensidad del Universo, tiene por misión ser una imagen de aquel templo armonioso.
El Templo de la Divinidad es el Universo, vuestro corazón el altar, vuestra fe la lámpara y la ofrenda. La creación también es templo: Hasta el polvo que vuestras plantas pisan.
Los montes son altares que se elevan hacia Mí. Los valles con su césped y sus flores me entregan su ofrenda. El astro rey, todos los planetas, son mundos que me rinden su tributo de amor y doquiera que piséis o miréis, ahí está mi Espíritu Divino. Entonces reconoced que vosotros eternamente vivís dentro de mi templo.
Aquellos que lo hayan cerrado, es tiempo que lo abran a la espiritualidad; quien lo haya destruido, reconstrúyalo y dele firmeza; quien lo tenga en tinieblas, debe iluminarlo con la luz de la fe, mas en verdad os digo, que no vayáis a perder vuestro tiempo construyendo templos materiales, pensando que la devoción, la gracia y el arte que en ellos pongáis sean el mejor homenaje que me presentéis.
Si consideráis que la Creación es un templo donde Yo habito, ¿No teméis que Jesús se presente ahí empuñando el latigo y arroje a los mercaderes y a los que la profanen?
Yo llegaré a mi templo para arrojar de allí a los mercaderes como lo hice en el Segundo Tiempo en el templo de Jerusalén y les diré una vez más: «No hagáis de la casa de oración una casa de mercado». Enseñaré a los hombres para que cada uno sepa oficiar delante del verdadero altar, para que ya no se confundan más, ni se pierdan en la ignorancia, debido a las malas interpretaciones que dan a mi Ley.
¿Comprendéis entonces por qué quiero formar un nuevo templo?
Recordad que mis apóstoles de aquel tiempo no construyeron nada en lo material y sí levantaron templos de fe, de virtud y amor en los corazones, que fueron palabra, espíritu, obra y verdad.
El oro, el incienso, la liturgia, no estuvieron con ellos. Cuando, hablaban de la Doctrina de Cristo, levantaban santuarios en el espíritu de las multitudes.
Llenad vuestro corazón de paz y buena voluntad. Sed los espíritus de luz que os mostréis ante el mundo como espíritus libres que habéis sabido edificar el verdadero templo a vuestro Dios y Padre Creador.
Vuestro espíritu contemplará por espacio el infinito, por tiempo a la eternidad, por camino, la senda perfecta y luminosa que os conduce al Padre, y habréis olvidado las tradiciones que son obstáculos y tropiezos, la rutina que es solamente la muralla que tiene estancado a vuestro espíritu, y los ídolos, objetos de fanatismo se quedarán atrás y vuestro espíritu ya libre, irá lleno de ahínco, de alegría, de esperanza y de fe en su futuro espiritual.
La luz de mi Espíritu penetra en todo corazón, aun cuando éste permanezca cerrado; a semejanza de ello es la luz del astro rey, que aparentemente no penetra en vuestra alcoba cuando ella se encuentra cerrada, pero que, sin embargo, sus rayos invisibles sí llegan a su interior, dando vida al ambiente.
Abrid vuestro corazón, ese es mi templo y dejad que en su interior se escuche el eco de mi voz que es consejo, inspiración y revelación.
Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.