REGLAS DE ORO PARA LA VIDA COTIDIANA. POR OMRAAM MIKHAEL AIVANHOV

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REGLAS DE ORO PARA LA VIDA COTIDIANA

Por Omraam Mikhael Aivanhov

El amor nos vuelve infatigables

El gran secreto para mantener nuestra actividad en las mejores condiciones, es el de aprender a trabajar siempre con amor. Porque el amor fortalece, vivifica, resucita. Cuando no poseemos este amor y consideramos nuestro trabajo sólo como un modo de ganar el pan, no nos da buenos resultados.

Seguramente ganamos algún dinero, pero perdemos nuestra alegría, perdemos nuestro entusiasmo, nos volvemos irritables y nuestra salud se deteriora.

Trabajad durante horas con amor y no sentiréis la fatiga, pero si trabajáis tan sólo algunos minutos sin amor, sintiendo cólera o rebeldía, todo se bloqueará dentro de vosotros y os quedaréis sin fuerza.

Hay que comprender la eficacia, el poder del amor y todo lo que hacéis hacedlo con amor, o no lo hagáis! Porque lo que hacéis sin amor os fatiga os envenena, y no es de extrañar que después os sintáis agotados, enfermos.

¡Cuántas personas se preguntan cómo volverse infatigables! El secreto consiste en amar lo que se hace, pues el amor despierta todas las energías.

El progreso técnico libera al hombre para el trabajo espiritual

No debéis abandonaros aunque la ciencia y la técnica os provean cada día con nuevos aparatos y con nuevos productos que os facilitan la vida.

Todas estas mejoras debéis considerarlas como otras muchas posibilidades para dedicaros a actividades espirituales. Este es el verdadero significado del progreso técnico: liberar al hombre, sí, pero en vista a otros trabajos. ¿Tenéis menos problemas en el mundo material? Es para que tengáis más tiempo y podáis trabajar, dominar y espiritualizar vuestra materia interior, convirtiéndoos así en una presencia benéfica para el mundo entero. Después de cada esfuerzo, después de cada ejercicio, la vida toma otro color, otro sabor.

¡Cuántas personas colmadas materialmente están tan hastiadas que no experimentan la menor alegría! Ello es debido a que interiormente no tienen ninguna actividad, ninguna vida interna. Si estuvieran iluminados, continuarían beneficiándose de todo, pero sin dejar de hacer un trabajo interno. Pues este trabajo es el que le da sabor a las cosas.

Arreglad vuestra morada interna

Debéis aprender a enfatizar las posibilidades del mundo interno, pues es en vuestro mundo interno en el que estáis continuamente sumergidos. No siempre estáis mirando, escuchando, tocando, probando algo externamente, y sin embargo, siempre os encontráis con vosotros mismos, en ese mundo interno del que no sabéis utilizar aún todas las riquezas. Este mundo os pertenece: dondequiera que vayáis, lo lleváis con vosotros y podéis contar con él, mientras que el mundo externo siempre puede reservaros alguna que otra decepción.

Quizás, por un momento, podéis imaginaros que tenéis algo, pero poco tiempo después no tenéis nada, os lo han quitado todo o lo habéis perdido. Si buscáis la abundancia, la plenitud, sabed que podéis encontrarlas verdaderamente en vosotros mismos. No os conocéis, no sabéis todo lo que poseéis, todos los tesoros, conocimientos y poderes que Dios ha colocado en vosotros. Deberíais esforzaros para sentir y utilizar todos esos recursos.

Os mostraré una imagen. Algunas personas han sabido arreglar tan bien su piso o su casa que no quieren de ninguna manera salir para ir a otro sitio en el que deberán soportar el ruido, el polvo, los embotellamientos. Mientras que otras que viven miserablemente en un cuchitril sin ninguna comodidad, buscan cualquier ocasión para escapar de sus casas (lo que por otra parte no es la verdadera solución, pero en fin…).

Ahora, transpongámoslo. El espiritualista es aquél que ha arreglando tan bien su fuero interno que no le falta nada: la poesía, los colores, la música, todo está ahí, y sufre cuando tiene que « salir » y abandonar esta belleza. Mientras que las personas corrientes, que no han hecho nunca nada por convertir en habitable su fuero interno, no piensan más que en ir a distraerse a otra parte. En cuanto se encuentran solos consigo mismos se aburren, lo cual es tristísimo.

Ahora, reflexionad un poco para ver cuál es la situación más ventajosa. Puesto que estáis día y noche con vosotros mismos, ¿no es mucho más provechoso mejorar este espacio que no abandonáis nunca? ¿Por qué dejáis vuestro fuero interno abandonado, como si fuese un tugurio en el que los cristales están rotos, y hay telarañas por todas partes? En adelante pensad en embellecer, enriquecer y armonizar todo en vosotros mismos; no sólo os sentiréis muy bien en vuestra casa, sino que además, en esta estupenda morada podréis recibir invitados. Sí, los espíritus luminosos se alegran de poderos visitar e incluso, tal vez, decidan instalarse definitivamente, con lo cual vosotros os beneficiaréis de su presencia.

El mundo externo es un reflejo de vuestro mundo interno

Sabed que no podréis encontrar nada fuera de vosotros que no lo hayáis previamente encontrado en vuestro interior. Pues incluso lo que se os aparezca externamente, si no lo habéis encontrado ya internamente, pasaréis sin verlo.

Cuanto más descubráis interiormente el amor, la sabiduría, la belleza, más los descubriréis a vuestro alrededor. Os pensáis que si no veis algunas cosas es porque no están ahí. Sí, están ahí; pero si no las veis, es porque no las habéis desarrollado suficientemente en vosotros.

El mundo externo, no es más que un reflejo del mundo interno. Así pues, no os hagáis ilusiones no encontraréis nunca la riqueza, la paz, la felicidad externamente, si no habéis hecho primero el esfuerzo de encontrarlas internamente.

Preparad el futuro viviendo bien el presente

Con frecuencia os intranquilizáis por el futuro, pensando que no estáis al abrigo de accidentes, de enfermedades, de la miseria. . . Pero, ¿por qué os envenenáis la existencia imaginando un futuro tenebroso? Ciertamente nunca se sabe lo que nos reserva el porvenir, pero la mejor forma de evitar las desgracias que tememos, consiste en intentar vivir el presente razonablemente.

El futuro corresponderá a lo que estéis construyendo ahora. Pues es « el ahora » lo que cuenta. Así como el presente es una consecuencia, un resultado del pasado, el futuro es una prolongación del presente. Todo se sostiene; el pasado, el presente y el futuro no están separados. El futuro se edificará sobre los cimientos que coloquéis ahora. Si estos cimientos son de mala calidad, evidentemente vale más que no esperéis un futuro excepcional; pero si son buenos, es inútil intranquilizarse: con estas raíces, tendréis este tronco, estas ramas y estos frutos.

El pasado ha pasado, pero ha traído al mundo el presente, que lleva las raíces del futuro. Por consiguiente debéis construir desde ahora vuestro porvenir mejorando el presente.

Para ello debéis preguntaros cada día: « Veamos, hoy, ¿qué he dicho, qué he hecho? » y si habéis obrado mal, si habéis tenido malos sentimientos, malos pensamientos, sabed que os habéis puesto de parte de las fuerzas negras y que éstas van a destruir vuestro futuro.

Si habéis vivido mal una jornada, intentad al menos, antes de acostaros, detener sus efectos teniendo pensamientos positivos, tomando las mejores decisiones para el día siguiente. Esos pensamientos irán como abejas a limpiar y a repararlo todo durante la noche, con lo cual abordaréis el día siguiente en óptimas condiciones.

Saboread plenamente el presente

Algunos seres sólo viven en el pasado, en su pasado; son como prisioneros de algunos acontecimientos que se produjeron en su vida y no pueden avanzar.

Otros, al contrario, están sumergidos en el futuro, pero en un futuro fantasmagórico, creado por su imaginación, y que no se realizará jamás.

Algunas veces está bien volver hacia el pasado, pero sólo para ver dónde se cometieron faltas o dónde se actuó bien, sacando de ello las lecciones correspondientes. Es todo un tesoro de experiencias de las que podemos servirnos para vivir mejor el presente. Pero al mismo tiempo que se sacan lecciones del pasado, es bueno sumergirse en el futuro lejano, preguntarse cómo imagina Dios este futuro para la humanidad, qué esplendor, qué luz le espera. Sin duda muchas personas piensan en el futuro, pero ¿en qué futuro?

Se dicen: «Bien, dentro de algunos años me casaré, tendré algunos hijos, un gallinero, una casita como ésta, en cuyo porche fumaré tranquilamente la pipa, viendo pasar las vacas… o los trenes. Respiraré un poco de polvo, después entraré, comeré, beberé y me acostaré».

¡Dios mío, qué estupendo porvenir! Diréis: «Pero no es así como nosotros…» Sí, lo sé, pensáis que ganaréis dinero, que haréis negocios, que alcanzaréis la gloria en alguna parte, siendo un profesor de universidad, un hombre de negocios, un ministro o un jefe de Estado, que tendréis una mujer preciosa a la que besaréis día y noche… Pero, ¿qué es todo esto? ¡Es algo lamentable! Vosotros, ahora, debéis aprender a mirar más allá de ese futuro incierto y buscar nuevos horizontes, abrir las ventanas hacia el infinito para percibir cual será verdaderamente el futuro de la humanidad, cómo lo imagina Dios, anticipándoos de esta forma en vuestra vida a este futuro y no consideréis la cuestión del tiempo, no digáis nunca: «Si, pero para entonces ya no estaré vivo, no será mi época», pues diciendo esto impedís en vosotros la verdadera belleza, os ponéis trabas para comprender el verdadero sentido de la vida.

El presente debe ser el tiempo de la acción consciente, iluminada, que extrae su sabiduría de las lecciones del pasado, pero que al mismo tiempo resulta estimulada por todas las posibilidades del futuro. Ésta es la perfección: las lecciones del pasado, (y Dios sabe cuántas lecciones nos ha proporcionado el pasado de la humanidad! ) Y el futuro con sus infinitas promesas. Si sabéis cómo vivir el presente manifestando las experiencias del pasado Y los esplendores del futuro, os acercáis a la Divinidad.

¿Qué cantan los Serafines ante el Trono de Dios? «Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, que fue, que es Y que será».

Así es como vuestra conciencia puede extenderse hasta las dimensiones de la conciencia divina.

La importancia del comienzo
Sé consciente de las fuerzas que se ponen en juego.

No debemos emprender nunca nada sin estar informados de las fuerzas que ponemos en movimiento. Pues lo esencial es el comienzo. En el comienzo se desencadenan las fuerzas, y estas fuerzas no se detienen en el camino, sino que siguen hasta el final. Os encontráis en una montaña, encima de vosotros tenéis una enorme roca a punto de precipitarse por la pendiente a la menor sacudida; de vosotros depende dejarla como está o precipitar su caída. Si la ponéis en movimiento, luego será imposible pararla: os aplastará a vosotros y a muchos más, y si abrís las puertas de una esclusa, ¡intentad detener luego el agua! . . . Es fácil desencadenar fuerzas o acontecimientos, pero es muy difícil dirigirlos, orientarlos, es decir, dominarlos. La expresión de « aprendiz de brujo » señala justamente al que imprudentemente ha desencadenado corrientes que es incapaz de contener o de orientar después. Cuando los agitadores desencadenan una revuelta, después no hay medio de dominarla, se les escapa.

Antes de decir una palabra, de lanzar una mirada, de escribir una carta, de empezar una acción, tenéis todos los poderes, pero luego, se acabó, no sois más que espectadores, e incluso algunas veces las víctimas. Tanto en el plano físico, como en el plano astral o en el plano mental, la ley es la misma. Cuando sentís que os domina la cólera, si decidís contenerla inmediatamente, no llegará a estallar, pero si dejáis que explote no podréis detener su curso y ciertamente esto también es válido en lo que concierne a las ideas: si dejáis que se instalen en vosotros, luego no podréis desarraigarlas.

Así pues, estad alerta, y no olvidéis nunca que en el comienzo está el verdadero poder .

Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.