LOS ESPLENDORES DE TIPHÉRET EL SOL. POR OMRAAM MIKHAEL AIVANHOV

CURSOS DE LUZ LOS ESPLENDORES DE TIPHÉRET. EL SOL



Por Omraam Mikhael Aivanhov

Os diré ahora cómo podéis tomar estas partículas etéricas que el sol envía a profusión cada mañana. En realidad, es muy sencillo, ni siquiera hay que saber qué elementos restablecerán vuestra salud, eso no tiene ninguna importancia. Os esforzáis solamente en subir… en subir con el pensamiento hasta las regiones más sutiles: allí, os exponéis, esperáis… y, entonces, vuestra alma y vuestro espíritu, que son unos químicos y unos médicos muy competentes, que conocen exactamente la naturaleza de todas las sustancias etéricas, captan lo que os es necesario y dejan a un lado todo lo demás. Os concentráis, esperáis, con amor, con sumisión, con gozo, con confianza, y, un tiempo después, cuando volvéis, sentís que algo se ha restablecido, serenado, reforzado.

Poco importa, pues, si, de momento, no conocéis la naturaleza de estos elementos. Lo que puedo deciros, en pocas palabras, es que se encuentran en el prana.

El prana es una fuerza viva, es la vitalidad que viene del sol y que el hombre respira con el aire, y absorbe con todas sus células. Si queréis, podemos comparar al prana con el agua, un agua que fluye de las altas montañas, un río que contiene muchos elementos nutritivos para los peces, así como para los animales y los hombres que viven en sus orillas. El prana es un río que viene del sol hasta nosotros, y debemos extraer de él, mediante la respiración y la meditación, los elementos que necesitamos.

Aquéllos que prefieran no tener que hacer otra cosa que abrir la boca para tragarse una píldora son libres de hacerlo, pero deben saber que esta solución es nociva y perjudicial para ellos, porque les impide desarrollar su voluntad; y, por otra parte, esto sólo les procurará un alivio pasajero y superficial, en lugar de una mejora profunda y duradera. Comprendedme bien, no digo que no haya que tomar medicamentos, digo solamente: no lo hagáis nunca sin haber captado primero estos elementos vivos, espirituales, que están en el prana. Porque el esfuerzo que ello os exige, psíquicamente y espiritualmente, refuerza vuestra voluntad, os pone en comunicación con unas regiones superiores, vivifica, estimula y pone en marcha ciertos centros que preparan el terreno, y, después, cuando tomáis el remedio físico, el efecto es mucho más poderoso y duradero. Preconizo, pues, los dos: el remedio del farmacéutico y el remedio espiritual, pero doy la preponderancia al espiritual. Evidentemente, ya os lo he dicho, los medicamentos contienen sustancias vegetales y minerales que vienen del sol, y, si Dios ha depositado estos elementos en la naturaleza, es para que nos sirvamos de ellos, sin ninguna duda. Pero creer que todo está en eso y que únicamente el remedio físico puede restableceros, es ir en contra de la Ciencia esotérica. ¿De qué sirven, entonces, el pensamiento, el sentimiento, la voluntad?

Veis, pues, mis queridos hermanos y hermanas, que no es algo sin importancia mirar al sol con amor, comprensión y agradecimiento. Diréis: “Sí, pero las partículas que captamos son imponderables”. Es cierto, son imponderables, pero son la quintaesencia más viva que el sol envía al universo. Y el hecho de que la medicina homeopática haya descubierto que las dosis muy diluidas son, a menudo, mucho más eficaces que las dosis muy concentradas, prueba la veracidad de lo que os digo. ¿Por qué no absorber estas partículas muy diluidas, imponderables, esta especie de vitaminas de una naturaleza muy sutil que nos aportan los rayos del sol?

En el futuro, el sol será la primera fuente de energía. Hace ya muchos años, os dije que, un día, todas las fuentes de energía como el petróleo, el carbón, se agotarán, y, entonces, los hombres se servirán del agua, del aire, y, sobre todo, del sol, que es una fuente inagotable de la que podemos extraerlo todo, absolutamente todo. Ya se han hecho algunos intentos en este campo de la técnica. Pero nosotros, que vamos a extraer del sol la vitalidad, la salud, pero también el amor, la sabiduría, la paz, vamos varios siglos por delante de la humanidad. Además, algunos me lo han dicho: “Con sus ideas, lleva varios siglos de adelanto”. Es verdad, lo que nosotros pensamos hoy, el mundo entero lo pensará en el futuro.

Me gustaría ahora presentaros otro aspecto del sol. Esta mañana, al mostraros la importancia del sol como centro de nuestro universo, os decía que, yendo a verle por la mañana, nos acercamos a nuestro centro interior de forma natural y, por así decirlo, automática. Porque, ¿sabéis lo que sucede cuando miramos un cuadro, un rostro, un pájaro, una montaña o el sol? Sí, ¿qué sucede cuando nuestros ojos se posan sobre un objeto? La mirada… Nada hay más vasto, más profundo, más significativo que el acto de mirar. Parece que sea algo sencillo, sin secretos, pero estudiad lo que es la mirada, descifradlo: todo el universo está ahí, desvelado. Es la magia más alta.

Cuando miráis un objeto, no tenéis conciencia de que éste ya representa un peligro o una suerte que os acecha. Sí, eso depende de la naturaleza del objeto, de su forma, de sus radiaciones, y también de vuestro estado interior: porque todo vuestro ser toma, entonces, la forma, las dimensiones, y las cualidades del objeto. Diréis: “Pero el hombre no cambia de forma”. Exteriormente, claro, sigue siendo el mismo, pero interiormente, en el plano psíquico, se identifica con aquello que mira. Se trata de una ley natural, biológica.

Observad a ciertos animales, el camaleón, por ejemplo, la mantis religiosa, las mariposas, las ranas, las serpientes, los osos, etc…: a fuerza de habitar en un determinado medio natural, se parecen a él, toman los colores y las formas de su entorno, y, a veces, se confunden con él. ¿Veis el oso polar?: es blanco como la nieve en la que vive. Su naturaleza ha llegado a parecerse a esta blancura que le rodea… Y la mantis religiosa: está ahí, en la hierba, en donde podemos apenas distinguirla; porque se parece a una ramita, o a un tallo. Un día vi también un pulpo que cambiaba de color según el color de la arena: según que la arena fuese rosa, verde, azul o gris, cambiaba de color; ¡era formidable! Me diréis: “Es por razones estratégicas, económicas, políticas”.

Es cierto, la naturaleza quiere salvaguardar las especies animales y les da la posibilidad de esconderse, de pasar desapercibidos y estar en seguridad.

Sea lo que sea, el mimetismo es una ley natural que no podemos negar, y el mismo hombre no escapa a esa ley. Si habita en unos lugares sucios, apagados, oscuros, también él se volverá, poco a poco, en sus pensamientos y en sus sentimientos, triste, sombrío, pesimista. No es su cuerpo, claro, sino su alma, su psiquismo, el que se deja influenciar: se produce una especie de ósmosis, de penetración del medio ambiente.

Pero en otro lugar, lleno de flores, de verdor, de riachuelos, ahí aparecen poetas, pintores y músicos, porque son influenciados por el encanto, por la luz y los colores.

Y ahora, cuando miramos al sol, incluso sin que nosotros lo sepamos, nuestra alma toma la forma del sol: se vuelve una esfera incandescente y luminosa. Es la misma ley mágica la que entra en acción: al mirar al sol, todo nuestro ser empieza a ser semejante a él. Con la mirada, el hombre se asocia con el objeto o con el ser al que mira, se pone a su nivel de vibración, le imita, incluso inconscientemente. Cuando vemos a alguien que se ríe, que hace muecas o gesticula, ¿no tenemos, acaso, tendencia a imitarle?

Observad a los niños: ¡imitan todo lo que se hace delante de ellos! Y cuando veis a una persona que sufre, ¿acaso no empezáis a sentir también los mismos dolores o penas que ella? Es algo contagioso. Esto sucede más aún con los mediums: cuando entran en estado de trance, sienten exactamente los mismos dolores que las personas enfermas o desgraciadas que se encuentran ante ellos; hasta hay que despertarles, porque sufren demasiado.

Así pues, más o menos, claro, según la sensibilidad, la mediumnidad o el desarrollo de las facultades psíquicas, al mirar a alguien, tomamos sus enfermedades, sus debilidades, sus dolores, o bien sus cualidades y sus virtudes. La ley es absolutamente verídica. Y cuando miramos al sol, esta ley mágica entra también en acción, y empezamos a parecernos al sol. Todos vosotros, que vais a ver la salida del sol, seréis un día como el sol… sí, ¡pero siempre que sepáis cómo mirarle! Para parecerse al sol hay que mirarle con mucho amor, con mucha confianza. Y entonces os volvéis más luminosos, más calurosos, más vivificantes y, cuando pasáis entre los humanos, igual que un sol, irradiáis sobre ellos luz, calor y vida. Sí, si durante años seguís yendo conscientemente hacia el sol, esta ley se manifestará con un poder real y os volveréis verdaderamente un sol.

Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.