CRÓNICAS DE UN NUEVO CICLO I – Una de las más grandes mentiras de la historia de la Humanidad
José Antonio Iniesta
Autor de “Más allá de 2012. Profecías de los ancestros mayas”.
12-12-12. Antes del solsticio de invierno del 21 de diciembre de 2012.
La profecía del fin del mundo atribuida a los mayas no sólo es una auténtica infamia, una desvergüenza, que no se merece para nada una de las más grandes civilizaciones del planeta, sino que siendo una estupidez, una falacia, un sinsentido, es además una de las más burdas, grotescas y pérfidas mentiras de la historia de la Humanidad.
Sorprende que a estas alturas del camino, después de toda una vida de denunciar públicamente las incoherencias de un sistema manipulador de masas, en el que la ciencia, la historia y la arqueología han dado en tantas ocasiones palos de ciego a la hora de interpretar los grandes misterios de nuestro planeta, me sienta aliado en el desmentido de esta atribución de una profecía maya vinculada al fin del mundo, codo con codo, uña y carne, con arqueólogos e historiadores vinculados a la civilización maya que saben que tal afirmación carece de sentido, y con la comunidad científica, que niega con rotundidad lo que no es más que una campaña de sensacionalismo con dos pretensiones básicas: sumir por enésima vez en el miedo a la conciencia colectiva de los seres humanos, en el bloqueo que supone el temor a un futuro catastrofista, y enriquecerse con material de consumo de masas gracias a todos aquellos ingenuos que no tienen la más mínima idea de lo que es realmente la forma de pensar de los mayas en el pasado, y lo que es más importante, en el presente.
Afirmo con rotundidad que no existe nada que se refiera al fin del mundo en tradición alguna, cosmogonía o creencia de cualquier tribu o linaje maya, ni inscripción en una estela, ningún glifo entre los miles de restos encontrados de esta civilización, ni pensamiento, confesión o revelación de sacerdotes mayas, abuelos y abuelas, de todo el conjunto de los ancianos de sabiduría, que se refiera al fin del mundo. Es, sencillamente, una mentira insostenible.
Sin embargo, ¿cómo es posible que una mentira que no tiene ninguna base lógica, ni racional, ni histórica, ni social, haya impregnado de tal forma los medios de comunicación, las películas y documentales, anuncios y comedias, el chismorreo habitual de bares y recinto de verduleros y verduleras, las tertulias de la mediocridad, los dimes y diretes de los diálogos de besugo? ¿Es tan ingenuo este planeta como para creerse una mentira, temerla, que modifique su conciencia o que le haga propagarla sin ton ni son como si fuera un virus de lo más contagioso?
Mi experiencia de décadas de investigación, de trabajo dentro el mundo del periodismo, me ha mostrado la triste realidad de una sociedad manipulada conscientemente, constantemente, por los grandes medios de comunicación.
No importa ya en la práctica totalidad de los casos la veracidad de las fuentes, la forma de utilizar los datos históricos o si el ciudadano es vulnerable al bombardeo de información manipulada en la que interesa no lo que sea cierto, sino lo que pueda crear impacto, que suele estar asociado a lo morboso. No son noticias buenas las que se buscan para los titulares, sino aquellas que sean capaces de remover de sus asientos a los oyentes, los televidentes, los lectores.
Y en esta lucha por ser cada vez más audaces se han perdido las referencias, el estilo y la dignidad a la hora de contar una historia.
Que fantaseen si quieren los directores de películas con desastres incontables, que gasten millones de dólares en hacer saltar a los espectadores de sus butacas, pero no a costa de denigrar la tradición profética, legítima y respetable, de un pueblo como es el maya, no de desvirtuar su legado ancestral, su cálculo del tiempo, su visión de los ciclos de la naturaleza. Todo eso se ridiculiza con la afirmación propagada por todo el planeta de que ellos profetizaron el fin del mundo. Basta ya de ser cómplices, conscientes o inconscientes, de uno de los mayores bulos de la historia…
He convivido con ellos, he sido iniciado en sus ritos ancestrales, he tenido la oportunidad de vivir experiencias que escapan a lo que un ser humano con toda lógica y raciocinio puede considerar humano o racional. He recorrido la selva de México, en la búsqueda del misterio, viviendo toda clase de aventuras espirituales en otros países, con un contacto prolongado de años y años con los guardianes de la sabiduría maya que me ha deparado un archivo de la información más prodigiosa que un ser humano pueda imaginar, y sin embargo, jamás, nunca, ni una sola vez, he escuchado a un sacerdote maya afirmar que su pueblo cree en el fin del mundo. No he visto jamás esa profecía en sus estelas, en su tradición oral, en sus cantos, en sus ofrendas, en tantas revelaciones como me han hecho, tantas confesiones logradas a fuerza de ganarme su confianza paso a paso.
Y no sólo no les he oído hablar jamás en ese sentido, sino que su visión del ciclo de tiempo para la Tierra es completamente diferente a la creencia de un fin del mundo. Todos hablan de un nuevo ciclo, de una nueva etapa en su cómputo de tiempo, y de una nueva era en el que a pesar de las duras pruebas que tendrá que sufrir el ser humano existe la oportunidad de un cambio de conciencia, de emerger en el naufragio de esta sociedad caduca y con escasos valores humanos para afrontar un enésimo proceso evolutivo en nuestro imparable avance hacia las más altas cotas que pueda conseguir un ser humano, nuestro destino como especie.
Basta ya de mentiras, de engañar a la buena gente de este mundo, con verdades a medias, mentiras completas, textos manipulados. La historia del pueblo maya está jalonada por la conquista de sus territorios, la persecución de sus gentes, la destrucción de sus tradiciones, la demolición de sus monumentos. Después vino la quema de los códices en todo el Mayab, los registros de una sabiduría adquirida a lo largo de miles de años, y más tarde incluso, el genocidio de cientos de miles de mayas en Guatemala. Más tarde se les impidió que realizaran sus ceremonias en los lugares sagrados que construyeron sus antepasados, la negación de sus derechos a ser respetados como cualquier otro ciudadano, y ya como colofón, le perfidia a la hora de atribuirles un fin del mundo en el que nunca han creído. Y de eso hay numerosas pruebas, que aporto en mi libro, “Más allá de 2012. Profecías de los ancestros mayas”. Y ahora, por si no era bastante, provoca vergüenza ajena la información que me llega diariamente, a cada momento, sobre las grandes celebraciones que tendrán lugar en los antiguos territorios que fueron de los mayas, ahora países creados artificialmente por los bárbaros modernos que se apropiaron de las tierras de los distintos grupos étnicos mayas.
Presidentes y ministros, gobernantes de toda clase y condición, expertos en turismo y empresarios, se frotan las manos con los millones de turistas que llegarán a sus correspondientes países, atraídos por el morbo de un fin del mundo, de algo extraño que pudiera suceder, de la grandiosidad del legado milenario de un extraño pueblo capaz de hacer profecías. Sí, son los mismos embaucadores de siempre, los que nunca movieron un dedo para sacar a los nativos mayas de su gran miseria, la misma que he visto con mis propios ojos sólo con recorrer la sagrada tierra de los mayas, los mismos que los han convertido en ciudadanos de segunda o tercera clase.
¿Quién se preocupó realmente en el pasado, incluso ahora, de beber de las fuentes de la sabiduría que proviene de la voz de los ancianos mayas? Sólo unos pocos, los que creímos en ellos desde siempre, a pesar de toda la campaña de desinformación que sella como una losa la pura esencia de un conocimiento que unió el corazón del cielo con el corazón de la tierra.
Más allá del tiempo y del espacio, la voz de los ancestros mayas nunca dejará de escucharse. Su eco se expande en el cambio de conciencia, que es la única y verdadera esencia de su profecía…
Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.