El semillero de la Luz VIII – Domesticadores del ego
José Antonio Iniesta
Los domesticadores del ego son aventureros consumados en el arte de diluirse en la pura manifestación de lo existente. Son capaces de hablar en plural sabiendo que son ellos mismos, únicos e irrepetibles, pero impregnados de la condición igualmente irrepetible de cada uno de los tantos otros.
Ellos se reflejan en las macetas de un balcón sevillano y en las flores del Kilimanjaro, se sienten parte de una túnica azafrán en lo más alto del Tíbet y de un darrá azul que tiñe las arenas del desierto del Sáhara.
Estos crononautas que viajan en el Tiempo saben apreciar, sin embargo, un minuto bien saboreado en cualquier café del mundo, y aunque no se pierden en la inmensidad del hormigón de los rascacielos, aprecian el recuento armonioso de cada uno de los pasos que dan en un hayedo.
Valoran más el musgo verde, recinto secreto de elementales, que los anuncios de neón que nublan la vista y la memoria de lo que es realmente verdadero; aciertan a comprender que ofrece más energía y sabiduría el tronco de un árbol que todo el lujoso granito de las grandes superficies. Pero como son parte de todo lo que existe, cuando están afinados se dejan los ojos, con el aire de la mansedumbre, en cualquier escaparate, en la redondez insulsa de la tapa de una alcantarilla, en la secuencia numérica de los letreros de las casas de todas las calles, porque en todo ello hay expresión del devenir del ser humano, huella y rastro de una evolución que de una u otra forma nos lleva hasta el misterio.
Estos viajeros de lo imposible moldean el ego y lo domestican, pues como animal de emociones salvajes es inaguantable. Le enseñan a la fiera que se ponga de puntillas y se aplaque, pues saben que no pueden acabar con ella, ya que si terminaran con su existencia estarían incompletos. Porque el ego es útil para conservar la individualidad frente a la totalidad de todo cuanto existe, pero no es bueno ni oportuno que crezca, engorde y avasalle a todo el que se encuentre a su paso. Tampoco es útil que se crea el cuento de que él es el más importante, porque entonces se comerá en los ratos libres al espíritu, al cuerpo y a la mente.
Los amaestradores del ego le hacen jugar como a una bestia de circo, para que haga sus gracias de vez en cuando, pero luego lo llevan de nuevo a la jaula para que no la emprenda a mordiscos con el primero que no le caiga en gracia.
Así es cómo los aventureros del espíritu viven más tranquilos, observando de reojo que el gato feroz echa la siesta confortablemente y no le amarga la vida a quien realmente tiene que disfrutar de su existencia en paz y en armonía…
Fuente: Textos recopilados de las páginas web Luz de Ilunum y Sieteluces, además de los canales de youtube Luz de ilunum y Editorial Sieteluces, textos propios y/o recopilados por el escritor e investigador José Antonio Iniesta Villanueva.